Laana.
Siete meses después, centro de Dublín.
- Ya es hora de irme, ¿te quedarás? -me pregunta una compañera de trabajo, con su bolso en mano y con una cara de sueño.
- Si, debo terminar unos papeles, yo cierro -me lanza las llaves y las atrapo.
- Buena noche, Laana -dice en un tono bajo y sube al ascensor.
Me estiro, alzando mis brazos sobre mi cabeza, escucho mi celular vibrar sobre el escritorio y lo tomo sin molestarme en ver quien es.
- ¿Aló? -bostezo.
- ¿Laana? Soy Dante.
- Oh, hola hermanito -digo con una leve sonrisa, me ha sido de gran ayuda para evitar a mis padres, empecé a trabajar en la empresa que tanto deseaba y tuve la suerte de que mis padres no lo descubrieran.
- ¿Estas en tu casa? -sonrío de lado porque no lo llamaría de ese modo.
- No, sigo trabajando -respondo de mala gana, en realidad solo estoy adelantando unos informes para el otro mes, tal vez decida pedir unas dos semanas libres, ahí un asunto que debo arreglar.
- Debes irte de ahí, ahora -mi seño se frunce al escuchar a Dante decir eso.
- ¿Por qué?
- Mamá ira a buscarte -dice y casi me atraganto con mi propia saliva-. Y ni pienses ir a Costa Rica durante estos dos meses siguientes, papá estará ahí, vigilando que la familia no te este escondiendo, les he dicho que estas bien pero saben que no les daré más respuestas, así que tranquila, ¿ha pasado algo malo? -dice preocupado mientras yo empiezo a guardar los archivos en la computadora para poder irme.
- En realidad he estado viendo a un chico...
- ¿Estas saliendo con alguien? -pregunta interrumpiéndome, apago la computadora y tomo mi bolso para irme.
- No, tonto, escucha, siempre que salgo del trabajo él esta ahí, cuando voy camino a casa o cuando salgo a comprar un café, no quiero irme por lo surrealista, pero tampoco es que vivamos en un plano muy humano -escucho que mi hermano toce fingidamente para despertarme de mi mente-. En fin, siempre esta ahí pero de lejos, estoy empezando a creer que tal vez sea un...
- ¿Ángel? -vuelve a interrumpirme y yo giro los ojos al cielo, cierro la puerta de la oficina y guardo la llave en el bolsillo para dársela al señor Andrés, el guardia.
- No, Dante, no pensé que pudiera ser un ángel -cuando el ascensor se digna a abrir entro, buscando si llevo todo en mi bolso-. Aunque puede ser, no parece ser una amenaza.
- Laana, los ángeles no son buenos -el tono de enojo de mi hermano me saca un poco de lugar.
Escucho el sonido del otro elevador y de él sale una mujer alta, junto al señor Andrés, reconozco de inmediato que es mi madre y me voy a lo más dentro del elevador.
- Vaya, parece que ya todos se han ido, la planta esta cerrada, disculpe pero podría... -el señor Andrés me ve y yo le hago una seña con la mano en mis labios para que no diga nada, rogando para que la distraiga o algo parecido-. En realidad creo que podría mostrarle el siguiente nivel -dice mostrándole el lugar contrario en el que me encuentro.
- Ese no me interesa... -las puertas del elevador se cierra y ya no escucho ni veo a mi madre.
Suspiro aliviada y apenas llego al primer nivel corro a la recepción, donde suele estar el señor Andrés, dejo las llaves y tomo carrera a parada de autobús.
Entre el susto y la carrera me había olvidado de Dante así que pongo el celular de nuevo en mi oído.
- Ya estoy, disculpa.
- ¿Por qué no me hablabas? -dice en un tono serio, diría que, raspando hasta la molestia.
- Acabo de ver a mamá, justo cuando subí el elevador, un compañero me ha ayudado a distraerla, los nervios se me fueron a los pies -digo hablando muy emocionada, en realidad asustada o me sorprendí con fuerza, como sea me ha causado que respire de apoco y mucho.
- ¿Ella no te ha visto? -niego con la cabeza y me reprimo por mi error.
- No, no me ha visto -siento por fin como mi pulso se baja y mientras bajo la velocidad de mis pasos escucho a mi hermano hablar sobre algo de una película que estrenarán en una mes.
Termino chocandome con algo, caigo al suelo y mi celular quien sabe donde ha ido a volar, ese poste a aparecido de la nada, me levanto mientras froto mi frente.
- Lo siento, parece que solo logramos hablar cuando chocas conmigo -levanto mi vista hacia la persona que me ayuda a volver a erguirme y no tardo en reconocerlo.
Es el chico con el que choque en el callejón el día que escapé de mis padres, además, el que siempre esta a cualquier parte que vaya.
- Claro... -digo con duda y busco mi celular, cuando lo encuentro lo agarro y veo que la batería también se ha ido de viaje-. Ay, rayos -exclamo molesta.
- ¿Buscas esto? -veo en su mano la batería y la tapa de mi celular y me las extiende, lo agarro agradecida.
- Gracias... -veo mi transporte a cien metros, prácticamente apunto de llegar y no quiero que me deje tirada-. Adiós.
- Cuídate, Laana -me detengo un segundo al escucharlo decir mi nombre pero cuando me giro para encarar lo ya ha desaparecido.
Un escalofrío me recorre la espalda y vuelvo a continuar mi camino, un hombre con abrigo negro me ve de mala forma mientras camino, pero cuando nuestras miradas se conectan, cubre sus ojos y suelta un quejido de enojo.