Abro la puerta de inmediato al creer que acabo de ver a Samuel pero no es más que una leve ilusión, de verdad sentí que era su voz, su rostro.
El tipo frente a mi es el chico que siempre veo cuando salgo del trabajo, con el que choque en un callejón hace meses.
- ¿Cómo me llamaste? -dice asustado.
- No... -niego con la cabeza reprimiendo mi error-. No dije nada -digo mientras agarro un palo que hay tras mi puerta al verlo acercarse-. ¿Cómo sabes mi nombre?
- Porque soy tu ángel guardián, querida Laana -incrédula ante su respuesta le lanzo el palo justo a la cara pero lo atraviesa-. ¿Mejor? -siento que mi pulso baja pero no puedo entender porque me pongo tan nerviosa, no es como si fuera lo más raro que me ha pasado.
- Eso no tiene sentido, puedo cuidarme sola y por lo que tengo entendido nunca he tenido uno -aseguro con la garganta seca pero con el tono de seguridad más creible que logra imprimir mi voz.
- Lo sé, tu familia... -niega con la cabeza-. Pero hace meses tu hermana Egún se tomo la libertad de empezar a protegerte.
- Eso lo sé -me desconcierta que lo sepa pero no baja mis nervios-. ¿Dónde esta ella?
- Tiene otros asuntos -dice y levanta sus hombros de forma despreocupada.
"Los ángeles no son buenos" -las palabras de mi hermano se disparan en mi cabeza y honestamente lo creo, solo confío Egún, pero ella no esta aquí.
- Claro, me la saludas -camino hacia atrás despacio y cierro la puerta de golpe-. Estos dos trabajan juntos, siempre que veo a uno me encuentro con el otro, ¿por qué me siguen? Lo que necesito es dejar de hablar sola y llamar a Dante.
Lanzo mi bolso al sillón central para buscar mi celular y poder avisarle de la situación, debe saber algo... no, yo sé que él sabe algo.
- Ey, ¿no te han dicho que cierres las ventanas? -giro mi vista hacia la voz y veo a ese chico que he confundido con Samuel, dos veces, sentado en el marco de mi ventana.
Tiene dos alas enormes de color gris, creí que sus alas solían ser blancas, bueno yo de ángeles no sé nada solo que son causantes de mis problemas y que no los quiero cerca.
- ¿Laana? -escucho la voz de mi hermano en la línea y contesto de inmediato.
- Laana no quiero hacerte daño, trato protegerte, ¿podrías confiar en lo que digo? -niego con la cabeza mientras me dispongo a hablar con mi hermano.
- Dante necesito que me respondas algo -el tipo desaparece sus alas y entra en el departamento con una tranquilidad inquietante-. Ahora... -retrocedo mientras el frío viento entra con fuerza y ese ser se acerca.
- Me llamo Arael, Egún me ha contado mucho de ti -camina por la sala viendo las pocas, diría escasas, decoraciones que tengo.
- Dime que pasa... -pide Dante.
- Hay un ser, no sé como deshacerme de él, dice que es mi ángel guardián, que conoce a Egún.
- Entiendo, en realidad creo que lo vi hace unos meses -mi seño se frunce y yo no digo nada ante su respuesta-. Sé que quieres saberlo pero no puedo puedo explicarte lo que te diré, muchos ángeles están y estarán buscandote, solo puedes confiar en él.
- ¿Confiar, acaso lo conoces? -trato de evitar el hecho de que me esta ocultando algo importante.
- Eso creo -suspira frustrado-. Solo confía en mí, necesito que...
- ¿Dante? -veo mi teléfono cuando noto que no me habla pero la llamada sigue en proceso-. ¡Dante!
- Hija... estas bien -la voz de emoción de mi madre me deja helada en mi lugar, mi pulso tiembla, quiero colgar pero no puedo moverme.
Mi pulso punsa en cada parte de mi piel y me molesta notar el efecto tan brusco que tiene su voz en mi sentir.
Quiero llorar, quiero dejar salir todo el estrés y el miedo que tengo, he tenido, pero también me molesta que en parte es su culpa todo lo que me esta atormentado, solo quiero que se aleje.
Ahora todo me duele, me duele emocionalmente hablando, estar lejos, estar cerca, los recuerdos.
- Querida...
Es entonces cuando vuelvo a escuchar su voz que me dejo caer en el suelo, mi respiración irregular y mi debilidad en las piernas me hacen perder las pocas fuerzas que me quedaban.
Cubro mi boca mientras suelto aire y trago con una fuerte necesidad de llenar mis pulmones lo suficiente como para calmarme. Puedo darme cuenta del ataque de ansiedad que se cuela en mis huesos y como mis ojos arden en un deseo feroz de lagrimear.
Se supone que su voz debe darme tranquilidad, debe darme seguridad, resguardo como lo hacía en mi niñez pero ahora solo me causa un revoltijo de emociones que solo me llevan a la resolución de que no quiero saber nada de ella, ni de mi padre. Cuelgo la llamada con mis manos temblando y lo lanzo lejos de mi mientras cubro mi rostro en un anhelo por tranquilizarme.
El ser que ahora es más una molestia que una amenaza se sienta frente a mi, mientras yo solo quiero tratar de frotar o volar de toda la basura en la que me estoy hundiendo.
- Te responderé lo que necesites saber, Laana, todas las dudas que tengas, lo prometo -dice mientras su mano se posa en mi frente.
Mi barbilla tiembla por lo calmado de sus palabras y en unos segundos empiezo a sentir paz, sueño, además de pesadez, cuando separa su mano de mi frente pierdo la conciencia.