Laana
Despierto con un dolor horrible en la cabeza y en mis costillas, estoy confundida, no tengo idea de donde estoy, parece un cuarto normal, pero al levantarme entran de inmediato tres hombres vestidos de blanco.
- Has despertado pequeña, Laana -frunzo mi seño sin comprender como saben mi nombre. Trato de alejarme de ellos.
Ya te he tenido suficiente de Abaddona, no recuerdo mucho pero sé lo que ha pasado, el dolor en mis costillas han sido a causa de sus golpes, es un ser enloquecido por las reglas de otros y el odio, pero que se puede esperar de un demonio.
- No debes temernos, solo queremos ayudar -uno de ellos apoya sus manos en mi cintura aliviando el dolor antes de que pueda quitarlo-. Hemos curado el hechizo que te ha hecho cupido.
- Cupido no existe -digo apartando sus manos de mi.
- Al menos ya no como antes -dice el último de los tres-. Pero Dios los desterró por el daño que causaba en el corazón de las personas al hacerlos amar a personas que él ya sabía no estaban destinadas.
- Eso no cambia el hecho de que las personas sigan sufriendo por amor... -digo sin darle la razón.
- Los humanos son seres incomprensibles, pero lo que trato de decir es que Cupido era un ser que disfrutaba de hacer sufrir al resto, uno de los nuestros no puede tener un alma tan cruel y egoísta, es simple -noto que evitan verme y me molesta saber que no tengo modo de escapar, saben demasiado de mí.
- ¿Cómo llegue aquí? -pregunto viendo que mis vestimentas también son blancas, por cuanto tiempo he dormido.
- Tu hermana te ha traído para que te sanemos, ella confía en nosotros, tu deberías hacer lo mismo -golpeo su mano cuando se acerca a mi y me levanto, ellos se ponen a la defensa pero el que parece ser el líder les pide que se calmen con una seña-. Entiendo que estés alterada, pero ahora eres uno de nosotros, debes empezar a confiar.
- Quiero ver a mi hermana ahora -respondo molesta.
- Bien, te llevaremos hasta donde ella, no deberías exagerar tanto, solo la estamos sanando, ha sido contaminada por un demonio -mi preocupación crece al escucharlo decir eso.
Llegamos hasta un enorme edificio con puertas de metal, al entrar lo primero que veo es a Egun en el suelo cerrando sus puños con fuerza y con un ala medio cortada.
Una mujer alta, la misma que vi en el restaurante cuando estaba con Arael, no debo confías en ella por lo que sé.
Esta agarrando el ala de mi hermana con fuerza mientras ella resguarda sus gritos de dolor.
- ¡Egun! -grito y ella me mira, corro hasta donde se encuentra, la abrazo tan feliz de verla.
- Estas bien -su voz ss oye cortada y débil-. Estoy tan feliz de poder verte sana... yo...
- Gracias -digo con un nudo en ma garganta-. Gracias, gracias por todo... por salvarlo.
- ¿Lo sabías? -susurra apoyando su frente en mi hombro.
- Lo supe con los días, su modo de ser y hablar -miro con odio a la mujer, ángel, que estaba dañando su ala-. Debemos irnos.
- Solo estoy sanandola, lo malo se arranca de raíz y sus alas ahora no son más que piezas tocadas por un ser infernal -trata de acercarse a su ala de nuevo y me pongo frente a ella.
- No vas a tocarla, desgraciada -digo mientras dejo que el enfado recorra mis venas, no sé si pueda hacerle daño con esto, pero lo intentaré-. Tu eres la culpable de todas estas desgracias.
- Yo solo quería que vinieras al lugar donde perteneces, eres un ángel, Laana, solo necesitas unos arreglos -su mano toca mi mejilla y la aleja-. ¿Qué haces? Calmate ahora, no puedo hablar contigo si estas de esa forma.
- ¿Porqué? -me acerco a ella y se aleja, podría hacerme daño si quisiera pero no lo hará, lleva veinte años queriendo que este en estas tierras-. ¿Resulto una amenaza?
- Detenganla, ha perdido el control, tiene la visión humana, habrá que limpiarla -dos seres tras ella se acercan a mi pero no logran tocarme, confundida miro hacia Egun, ella ha formado una barrera que no puedo ver.
- No lo hagas, no puedes borrar su mente, ¡ella no pertenece aquí! -grita tratando de levantarse.
- Tu eres quien nunca quiso pertenecer aquí, lo mejor sería si solo te limpio la mente y te prohibo ver a los humanos, podrás vivir como mensajera o guardiana de las puertas, no debes ver ese mundo tan cruel de nuevo, solo...
- Deja de hablar tanto, solo hablas basura, ella no quiero estar aquí, no por tener alas significa que este fuera su lugar, la obligaste a vivir aquí...
- Cierra la boca, Laana, no sabes nada, ¿porqué no le das tu vida a cambio? -vuelve a acercarse a mi y yo camino hasta donde ella.
- No, no lo hará, no dejaré que lo haga -Egun cae al suelo y corro hasta ella-. No puedes quedarte aquí.
- No podemos quedarnos aquí -saco mis alas dispuesta a llevarmela, pero estoy rodeada.
- Cuando me quite mis alas va a deshacerse se mi -susurra-. Solo... déjame aquí.
- No voy a dejarte, no digas eso -digo alterandome, una salida, una salida solo eso necesito.
- Laana, has sufrido mucho, ¿no? Mentira tras mentira, perder a tu amado, el miedo de tu familia y fingir estar ciega con tal de no dañar, tantos intentos de quitarte los ojos, ojos con un don bendito que lo humanos no podrían y no entienden, una vida sin lograr encajar, no podrás encajar nunca, ¡no perteneces a ese lugar!