Pasé saliva cuando hallé los ojos de Landon. Recordando la última conversación que habíamos tenido cuando lo conocí, no tenía absolutamente ningún motivo como para confiar en él.
Había estado buscándome por mucho tiempo, intentando acercarse a mí pero las sombras siempre lo habían mantenido lejos. Para mí suerte, esos entes oscuros y siniestros me habían protegido de muchos peligros que no podía reconocer. Sí, tal vez siempre me había asustado, pero les debía quizás muchos gracias de mi parte por su labor de mantenerme alejada de todo ese mundo.
Landon asintió con una reverencia hacia su superiora y con una mirada lasciva me ordenó caminar con él. Obedecí, porque no quería agregar más problemas a mi vida de los que ya cargaba en esos momentos.
Un pasillo estrecho y rocoso se abrió paso entre nosotros y lo recorrimos en silencio mientras dejábamos atrás al resto del Consejo. La sensación veraniega acariciando mi piel en todo momento. Era diferente a la sensación de estar cerca de Axel, de una forma más escandalosa, más caótica y revolucionaria; como si Axel fuese ese verano de playa y olas suaves con la sal y la espuma bañando mi cuerpo gentilmente; y Landon fuese el verano violento y abrasador que tostaba las pieles desprotegidas y sofocaba si no tenías aire acondicionado.
Los recuerdos de la playa de Ventura vinieron a mi mente y visualicé el mar cubriéndome sin piedad, la olas me arrastraban de un lugar a otro impidiéndome concentrarme en el nado que Axel quería enseñarme. Recordé sus ojos miel observarme en tono juguetón, brillaban en un tono salvaje cuando se volvía divertido.
Entonces visualicé esa sed en la boca de mi estómago cuando nos habíamos besado, su lengua húmeda recorriendo mi interior con calidez, llenándolo todo pero a la vez no; y caí en la cuenta de algo.
Axel era un ángel. No sólo eso era un ángel guardián, mi ángel guardián y yo lo había besado. Había besado a un ángel. ¿Eso podía hacerlo?
― ¿Quién despertó tu sed de nuevo? ―Landon interrumpió mis pensamientos; su voz profunda y ronca―. ¿Es otro mestizo?
―No.
― ¿Cómo lo sabes? Cuando Seth lo dijo en el salón tú ni siquiera sabías que se trataba de nuestra raza.
Esa palabra me causaba escalofríos. Entendía que era diferente de... los humanos. Pero no quería serlo, no aún. Tal vez nunca si se trataba de una raza como la que estaba vigilándome.
―Sólo sé que no es un mestizo ―simplifiqué. No podía confesarle que se trataba de un ángel, me decapitarían sin juicio.
―Espero que no sea Seth, los nuestros tienen prohibido relacionarse con los hijos de Lilith en un modo carnal, ¿sabes? ―Colocó sus manos en los bolsillos de sus pantalones y crujió su cuello. Parecía tenso, pero no entendía el motivo―. Es una antigua ley para preservar el linaje puro de los demonios de Infratierra. En otras palabras, nuestra sangre no debe manchar la suya.
― ¿Por qué ellos se refieren a los mestizos como una especie de... escoria social?
En realidad, quería llegar rápido a la salida y evitar volver a encontrarme con cualquiera de esos depredadores que tanto me asustaban de niña. Pero finalmente me enfrentaba a uno de ellos, después de tanto tiempo que lo intenté y fallé por el miedo. Necesitaba sacar provecho de la situación.
Landon esbozó una divertida sonrisa ladina. Un par de hoyuelos aparecieron en su semblante recto que acostumbré a ver desde que lo vi.
―Nosotros no somos como ellos. Nuestro linaje está interrumpido por la sangre de un mortal que sedujo uno de nuestros progenitores ―explicó él con calma―. Ellos devoran la energía vital de los mortales y parte de ella la llevamos dentro así que, puedes imaginarte el riesgo que corremos cerca de la boca del lobo.
Eso no tenía sentido en mi memoria, partiendo del hecho de que uno de mis progenitores debía ser un demonio depredador. Mi padre era un rabino respetado de la comunidad judía, firmemente creyente de sus doctrinas; y mi madre, bueno, era igual de devota y aborrecía a las bestias seductoras de las que hablaba en sus historias.
No concordaba. Toda la historia de la descendencia de Vriednoch y los demonios inmortales me parecía demasiado absurda y lejana a mí. Pero al mismo tiempo se sentía familiar.
No quería pensar demasiado en ello.
Regresamos al salón principal donde se reunía el resto de la congregación y me abstuve de continuar caminando. La escena frente a mis ojos era paralizante, casi como las pesadillas que me asfixiaban durante las noches, peor incluso.
Las bestias depredadoras habían continuado con la velada demostrativa, torturando, profanando y mutilando los cuerpos de sus presas para arrancarles lentamente la vida de sus cuerpos mortales.
Sangre espesa y roja como el mismo fuego que ardía en las antorchas bañaba el suelo de la cueva; gritos y sollozos eran ahogados por la raza de los demonios a la que iba a pertenecer ―como había dicho el Consejo.
Las mesas extendidas a lo largo del salón estaban expuestas con sangre y partes del cuerpo de las víctimas cercenadas. Todos bebían de los cálices con el líquido rojo bañando sus bocas, riendo y disfrutando de la función de uno de sus compañeros, divirtiéndose mientras apuñalaba repetidamente el cuerpo de un hombre obeso que suplicaba que lo liberaran.
Más gritos, más sangre, más lamentos.
Retrocedí cuando recuperé el mando de mis piernas pero Landon colocó una mano en mi espalda para impulsarme.
―No dejes que noten que esto te afecta ―murmuró―, lo considerarían sospechoso y tú no quieres eso ahora.