Durante las dos siguientes semanas lo único que pensaba era en contarle a Hian que dejaría el trabajo, pero siempre salía un asunto tras otro.
— Todo está listo para que empieces a rodar el anuncio. — Le hablé a Hian que se secaba el sudor con una toalla.
— Vale. — Me asintió.
— ¿Solo, vale? — Le pregunté, viéndolo acercarse a un banco para sentarse y coger de él una botella de agua.
— Me parece bien y ya. — Bufó y me acerqué viéndolo beber de la botella.
— Hablaré con el director para que sea más flexible con el horario de la grabación del drama, para que no coincida con la grabación del anuncio. — Le comenté y me pareció que le hablaba a una pared. — Hian ¿Me estás escuchando? — Lo increpé.
— Te escucho y todo lo que hagas me parece bien. — Manifestó dejando la botella de agua en el banco.
— ¿Seguirás ensayando? — Hian que se levantó me asintió.
— Sí. —Respondió y me miró con el rostro apacible. — Voy a tener otra cita con Alejandra.
— Salís mucho últimamente. — Dije con una corta sonrisa.
— ¿Te molesta? — Me preguntó y le negué acentuando la sonrisa, aunque, sí me molestaba.
— ¿Por qué me molestaría? — Le pregunté, viendo como Hian estiraba los músculos.
— Entonces seguiré saliendo con ella. — Sonrió chistoso. — Es una chica estupenda.
— Lo sé. — Respondí e Hian agarró el mando de la radio y la encendió. — Te dejo que sigas ensayando. — Pronuncié al verlo pasar de mí y ponerse a ensayar los pasos de baile de su nuevo single.
Entré en la cocina y me acerqué hasta la nevera, sacando de ella una jarra con agua fría y sirviéndome después en un vaso.
— Te sentará mal. — Me advirtió Dolores, la cocinera. Y la miré acercándome a ella. — ¿Preocupada?
— Es mucho trabajo. — Dije suspirando pesadamente. — Aunque nada comparado con el que Hian tiene.
— Necesitas unas buenas vacaciones. - Respondió María, que entró dejando una bandeja sobre la isleta central de la cocina. La miré bebiendo del vaso. — Te veo con más tripa. — Señaló luego mirándome fijamente y casi me atraganto con el agua. — Deberías ponerte a dieta.
— Sí. — Gruñí sonriente y Dolores sonrió.
— ¿Ya se han ido? — Preguntó Dolores a María.
— ¿Irse quiénes? — Pregunté entonces y las dos me miraron.
— La señora Fernanda y la joven Alejandra se encuentran aquí. — Me informó María sonriendo. — Creo que están planeando la fecha de la boda.
— ¿La boda... ? — Pregunté.
— Dentro de nada tendremos una gran boda, y quién sabe si después sonarán los llantos de un bebé. — Contó María feliz e ilusionada con la idea.
— Hian no me ha contado nada. — Dije agarrando el vaso con las dos manos.
— Seguro que tiene pensado hacerlo, eres su asistente. — Respondió María y asentí con una sonrisa.
— Iré a mi dormitorio para hacer algunas llamadas. — Me excusé dejando el vaso y caminando hacia la puerta.
— Recuerda que necesitas unas vacaciones. — Masculló María preocupada por mí, y me giré por un momento dedicándole una sonrisa.
— Eres peor que mi abuela. — Le respondí, caminando de nuevo para salir de allí y escuchando a María gruñir, diciéndome lo que debía hacer.
Al entrar en el dormitorio, me coloqué las manos en mi tripa y caminé hasta la cama, echándome en ella sin dejar de acariciar mi pequeña panza que estaba empezando a crecer sin que pudiera detenerla.
— Nos iremos pronto. — Le hablé cerrando los ojos. Tenía demasiado sueño y me sentía agotada mentalmente.
Reaccioné al escuchar sonar mi teléfono móvil y me incorporé sacándolo del bolsillo de la falda de mi vestido, observando que me había llegado un mensaje de Calvin.
«Quiero verte».
Me quedé mirando su mensaje.
«No tenemos que vernos».
Le escribí y esperaba que pudiera captar el tono molesto con el que aquellas palabras sonaron en mi cabeza.
«Solo un momento. Estoy en mi apartamento».
Llegó otro mensaje de Calvin insistiendo y no supe que debía hacer.
«Por favor, Daniela. Pienso comportarme».
Escribió de nuevo y hundí el rostro en mi regazo. Me gustara o no, Calvin era el padre de mi futuro hijo y parecía estar interesado por saber del embarazo.
Miré la pantalla de mi teléfono móvil y escribí en él.
«No tardaré en bajar.
Le mandé el mensaje y suspiré.
Su apartamento estaba dos plantas más abajo, no es que tuviera que ir muy lejos.
Calvin se sentó a mi lado en el sofá de su apartamento, mirando la ecografía del bebé que sostenía.
El apartamento de Calvin no era tan grande como el de Hian, era más pequeño y parecía que vivía solo.
— Me parece mentira que vaya a tener un hijo contigo. — Habló Calvin que me miró. — ¿Y sabes qué sexo es?
— Aún no. Me gustaría que fuese una sorpresa. — Respondí cogiendo una galleta de un plato.
— ¿Yo no podría saberlo, no? — Me preguntó y le negué.
— No. — Le confirmé y mordí después la galleta. — ¿Estás solo aquí?
— No soy como Hian que tiene un gran apartamento y un ejército detrás. — Me respondió.
— Hian se ha ganado todo con sudor y mucho trabajo duro. — Le recriminé, ya que me parecía grosera la forma en la que hablaba de él.
— Yo también trabajo muy duro. — Me respondió Calvin, lo que me hizo suspirar enojada y debió de notarlo pues concluyó ahí el tema. — Dejemos de hablar de él.