Máxima repasaba una y otra vez el documento, torcía la boca y suspiraba, lanzaba miradas de reproche a miembros de su equipo, ellos corrían, corregían y volvían, hasta que por fin ella sonrió y tendió el papel en mi dirección.
—Así quedaría sellada la compra del cuarenta y nueve por ciento de Almena, C.A., Yago, Aarón y tú serían los nuevos socios de los Mendoza ¿Cuándo crees que vengan a firmar?
Miré mi reloj, yo no tenía paciencia para mover las piezas, si antes no forcé la situación fue por petición de Yago, siempre fue más paciente y diplomático que yo, y era el mayor, así que le debía respeto.
Me levanté y saqué mi teléfono.
—Llamaré a César ahora mismo —anuncié, ella sonrió y se reclinó en la silla de cuero.
Salí hasta una sala contigua, le marqué esperando oír su voz petulante. No dejaba de atenderme desde que se metieron en problemas y mis hermanos y yo los ayudamos.
—¡Mariano!
—Estoy con mis abogados ahora mismo, sé que tu hermana está en el país, así que en teoría no hay impedimento para proceder con la compra.
Resopló sobre la línea.
—¿Es en serio? No lleva cuatro horas en el país.
—Mis abogados trabajan rápido.
—Estamos ahora teniendo un momento familiar, ¿nos permites?
Sonreí, supuse que quería seguir ganando tiempo y comencé a preguntarme el porqué.
—Dame fecha.
—Después de mi boda.
—Faltan quince días.
—Sí, no es demasiado tiempo ¿Te parece bien?
—No, la verdad no sé qué planeas, César, hace un mes esto debió completarse y me sigues dando largas, Yago sigue interviniendo por ustedes, pero yo comienzo a perder la paciencia.
Suspiró hondo.
—Esta es la última petición: después de mi boda, por favor.
—Después será la luna de miel, después el aniversario de boda de tus padres y así...
—¡No! —gritó exasperado —, te prometo que se hará todo después de mi boda.
—No me estás convenciendo.
—¿Cuál es la prisa?
—Tengo el documento en mis manos, con fecha de hoy, podríamos salir de eso de una vez.
—Mi familia no lo sabe, ¿está bien? Solo lo sabemos mi padre y yo, así que la condición de que no se filtrara la información a la prensa no era más que para evitar que ellos se enteraran, déjame conversar con ellos, es la empresa familiar, la que fundó mi bisabuelo, nunca ha tenido más dueños que nosotros.
—¡Conmovedor!, no me convences, pero ya no quiero seguir discutiendo, te daré hasta después de tu boda.
—¡Bien! Seremos socios, tenemos que entendernos.
—Te escabulles como rata, no me dejas opciones.
—Le envié invitaciones a Yago para ustedes tres, son bienvenidos a mi boda, pero debes confirmar, solo falta que confirmes tú.
Cuando vi la invitación a la boda con mi nombre en ella, pensé en no ir, por nada del mundo me mezclaría de forma voluntaria con los Mendoza en una fiesta, sería una tortura, sin embargo, al recordar que ella estaría allí, sentí curiosidad, podría verla muy de cerca, a ella y a su nueva familia.
—Claro, allí estaré, espero que no me hagas llamar a tu asistente para confirmar.
—No hace falta, nos veremos ese día en mi boda.
Colgué sin despedirme.
Me acerqué a la ventana y miré hacia abajo, a lo lejos, más allá de la autopista que podía verse desde ese edificio que era mío, así como la mayoría de los hoteles en la ciudad, era dueño de media ciudad y nunca me sentí tan poderoso como cuando la tuve en mis brazos.
Tocaron a la puerta, era Máxima, entró y se acercó a mí con pasos rápidos, lanzándome una mirada coqueta de arriba abajo al mismo tiempo que batía su cabello echándolo hacia atrás.
—¿Y?
—No sé, hará aún, no sé ni como me he dejado embaucar por ese imbécil una vez más.
Se cruzó de brazos.
—Cada día más te comportas como un empresario tradicional, así funcionan las cosas a veces.
—No, no conmigo, no me importa una porquería nada —respondí inconforme con el resultado de la llamada y sabía en el fondo que cedí solo porque él dijo que su familia no sabía nada de la transacción y ella era parte de su familia.
Tragué con dificultad y sonreí a Máxima.
—¿Quieres ir a una boda?
Se mordió el labio inferior.
—¿Qué pasó con aquello de no mezclar placer y negocios?
Desde que convertí a Máxima en la C.E.O. de nuestro imperio no quise intimáramos más: se acabaron los encuentros casuales, las salidas esporádicas, ella fue ascendiendo debido a sus habilidades, debido a su ojo clínico e instintos de águila cazadora, era una pieza clave para nuestros negocios, y no me gustaba mezclar las cosas.