Darkness.

Capítulo 11: El Purgatorio.

Todo acto tiene su consecuencia. Es algo que la mayoría de nosotros aprendemos desde bien pequeños, sin embargo el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Cabe preguntarse si eso es algo que también le sucedería a un ser angelical como yo y solo me cabe responder con que mi vida está repleta de dicha paradoja. Ocurren situaciones en las que el estrés supera a la razón, creo sinceramente que es una pobre manera de explicar lo sucedido, pero es lo único que me queda.
Con la cabeza en alto y la mirada fija en su intimidante figura enfrento cada reproche y amenaza. No busco lucir altiva, solo mostrar que comprendo hasta que punto he metido la pata, si a eso se le puede llamar el estar a punto de matar a golpes a un novato. La imagen de su rostro deformado y ensangrentado se ha repetido en mi mente varias veces durante el camino hasta el Consejo, acompañada por el Guardian. Quien si bien no me tenía mucho cariño, con lo sucedido he terminado por evaporar el respeto que me profesaba.
Por fortuna, dijeron que gracias a las características propias de nuestra raza y con la ayuda de un sanador no le quedará siquiera una pequeña cicatriz. Sin embargo me he negado a que traten mis heridas, pues ese dolor no es solo algo que merezco, sino que necesito para recordar la monstruosidad que he cometido. Mi vista baga por las paredes de la habitación, cargadas con las leyes de los ángeles y como siempre que estoy en el consejo siento que en realidad representan una lista de todos mis pecados. Pienso en la decepción que sentirán los Black cuando se enteren, si es que no lo saben ya.
Aunque ahí viene de nuevo esa retorcida vocecita ``Te lo dije, tarde o temprano acabaran por comprender que eres una criatura incluso peor que Dominik y que con esos absurdos intentos solo buscas contradecir a tu propia naturaleza´´. Sin embargo la luz se impone por un instante y pienso en que si eso fuera verdad, si estuviera diseñada para hacer el mal con la misma naturalidad con la que respiro ¿Por qué me siento tan miserable de haber herido a un inocente?
Y la respuesta más obvia, es que aún conservo algo que ningún otro ser gestado o impregnado de oscuridad posee, conciencia.
—Esto no puede volver a suceder, tu rebeldía es precisamente lo último que necesito —determina el arcángel Miguel justo cuando conecto de nuevo con el presente. Su voz suena pesarosa, sin embargo su expresión es inescrutable. Es evidente que un líder como él sabe ocultar sus emociones y pensamientos, así que agradezco que me deje entrever por su tono lo desafortunada que le parece esta situación.
—De verdad que lo lamento —digo agachando la cabeza con vergüenza de manera instintiva. Es patético que con todo lo que está sucediendo en los mundos actualmente Miguel se vea obligado a interrumpir sus compromisos para regañarme por mi falta de autocontrol.
—¿Cómo puedo creer ya en tu palabra Jessica? Ni siquiera me has contado sobre lo ocurrido en Bakal —añade con un deje de desconfianza que hace mucho no percibo por su parte. De hecho creí que era algo del pasado, de cuando nos conocimos por primera vez y no sabía si yo representaba un peligro para la raza angelical. Aunque se ve que mis acciones irreverentes comienzan a avivar dichos sentimientos.
—Podrías ordenarme que lo hiciera —comento consciente de que estoy jugando con fuego. Si él me pide que le cuente hasta el más ínfimo detalle sobre mi experiencia en Bakal no me quedaría de otra. Incluso si mi oscuridad se rebelase el respeto que le profiero me forzaría a hacerlo, a pesar de significar una tortura.
—Pero no lo he hecho. No obstante, desconozco cuanto tiempo más podré sostener está fe —declara con sinceridad, mirándome directamente a los ojos por primera vez. Por un instante parece que el mundo a nuestro alrededor desaparece y que él es capaz de ver hasta el último rincón de mi alma. Examino su expresión y creo atisbar una cierta tranquilidad en ella, como si presintiera que aún lucho por permanecer en el lado de la luz, sin embargo, nadie sabe de qué manera pueden torcerse las cosas—. Los cinco días de tregua para Elis han finalizado y aunque los soberanos no lo hagan, siento la necesidad de agradecer tu sacrificio —dice de repente, como buscando aligerar la tensión que comienza a pulular a nuestro alrededor.
—No hay porque —aseguro con voz ahogada.
—Mi voz no es la única que tiene peso en la raza, cada vez hay más rechazo alrededor de tu nombre y lo único que te puedo aconsejar es que intentes limpiarlo… —continúa con actitud más conciliadora—. Porque al siguiente error no me quedara de otra que impedirte el paso a Anfor —sentencia serio, de forma dura y luciendo como el regente que es. Alguien justo, pero implacable.
—Lo comprendo —digo tras un eterno minuto en el que me esfuerzo por asimilar la implicación de lo que acaba de decir. Lo menos que puedo hacer es mostrarle que lo comprendo, pues al siguiente traspiés, no habrá segundas oportunidades.
Ya en mi habitación camino de un lado a otro inquieto. Meso mis largos cabellos castaños como una inútil forma de calmar la ansiedad que aprisiona mi corazón. Aún no me he cruzado con ninguno de los Black y tras media hora esperando la llegada quizás de Ethan o Erika para hablar sobre lo sucedido temo que se hayan enterado, pero la decepción les impida acercarse. Ansió oír sus voces aunque estén cargadas de rabia, pues ellos siempre me ayudan a poner los pies en el suelo y pensar con la mente fría.
Decepcionada conmigo misma termino por sentarme en una esquina de la amplia cama examinando mi entorno, pero en realidad ando perdida en un mundo mucho más lejano y misterioso. El arcángel dijo que debía buscar la manera de limpiar mi nombre, de mostrar ante todos que no soy una enemiga, pero más que eso, ansió colaborar. La destrucción de la raza angelical y Elis es algo que también me preocupa, igual que la posible victoria de Dominik me aterroriza.
He de mostrar sobre todo a mi misma que puedo volver a ser esa feroz guerrera que necesitamos con tanta urgencia. Dicho pensamiento me infunde una cierta audacia, la bravura que requiero para adentrarme en una línea de pensamiento un tanto peligrosa, pero de la que no logro deshacerme. Sumergida en esa aura curiosa abro el cajón de la mesilla de noche y saco mi llamador. El colgante se balancea de forma inocente mientras ese mundo desconocido que se me presento en sueños regresa como un tornado, arrasando todo a su paso.
Aun sin haber encontrado más información, de que nadie parece saber si un lugar así es posible, esa voz en lo más profundo de mí ser continúa exclamando que es un mensaje de la luz creadora. Emplear el llamador sin tener claro a donde me dirijo podría enviarme a un limbo eterno, del que nada, ni nadie podrá rescatarme. Valoro las opciones, el sostener las dudas respecto a ese sueño o embarcarme en una experiencia de la que no tengo idea si volveré.
Realmente tardo en tomar una decisión, incluso llego a escribir una nota para los Black, ``Os quiero, manteneos fuertes no importa lo que pase. Lo siento por todo, pero necesito respuestas´´. Cada palabra es como un puñal atravesando mi corazón, siento tal angustia que el papel se impregna con mis lágrimas y es por eso que me inclino por algo breve, pues redactar una carta sería demasiado doloroso, además de escaso. Escondo el llamador, para al rato volver a cogerlo. Paseo por la habitación. Contemplo las vistas de Anfor.
Nada termina de inclinar la balanza hacia una resolución definitiva cuando comprendo en que todo se basa en una sola cosa, la fe. He discutido hasta el cansancio si soy digna o no de recibir una misiva de la luz, pero quizás ese no es realmente el punto, lo vital es si estoy dispuesta a dar el paso hacia la nada solo por mi fidelidad hacia ella. Con la respiración agitada me situó en medio de la habitación, aferrando la pequeña esfera entre mis manos con tal fuerza, que creo que su diseño quedara impreso en mis palmas de por vida.
Junto con lo sucedido en Bakal, jamás había sentido tal miedo. Si esto es una prueba o solo un producto de mi imaginación está por verse y mientras, imagino ese mundo con lujo de detalles, convocando el poder del llamador para que sepa guiar el viaje por el buen camino. Como siempre sucede cuando lo empleo, un cosquilleo recorre todo mi cuerpo, a continuación mis pies parecen despegarse del suelo y a pesar de tener los ojos cerrados atisbo un fogonazo de luz blanca. Percibo una sensación cálida a mi alrededor, como el calor de un sol que me envuelve haciéndome sentir segura, entonces encuentro la solidez del suelo, una brisa fría y el murmullo del viento.
Temo abrir los ojos, pero tras un momento comprendo que no puedo continuar ajena a lo que está sucediendo. Una espesa capa de niebla se cierne sobre la extensión del lugar, hay una pesada humedad en el ambiente, el cielo está conformado por un abanico de tonos grises y por un segundo creo haber caído en el limbo. Sin embargo experimento las mismas sensaciones que en mi sueño, aquí no cabe la pena, el dolor o la rabia. El paisaje es muy similar a como lo viví entonces y mientras oigo voces y llantos en la lejanía comienzo a asimilar que este mundo es de verdad una creación de la luz. Del mismo modo que Anfor o Elis, sin embargo miles de preguntas me acucian y la excitación ante semejante descubrimiento a penas me deja pensar.
Mientras oigo voces y llantos en la lejanía mi vista se topa con un resplandor que avanza entre la niebla buscando hacerse notar. Debería estar aterrorizada, en especial cuando avanzo sin tener ni idea de donde voy a parar o los obstáculos en el camino, pues el brillo de la figura obnubila mis sentidos. Tras adentrarnos bastante en el extraño paraje se detiene y presa de la inquietud, continuo caminando deseosa de ver bien a mi guía, cuando mi pie trastabilla al borde de un abismo.
No tengo nada a lo que aferrarme, el peso de mi cuerpo me inclina hacia delante por lo que no tengo manera de evitar el desastre hasta que la figura se abalanza sobre mí. Como si nada me atraviesa, pero la corriente de aire que desplaza al hacerlo es suficiente para que al fin caiga de espaldas sobre la fría y dura roca. Respiro agitada y cuando me percato de que la niebla sobre el lugar comienza a disiparse aprovecho para descubrir que es lo que ha estado a punto de conducirme a la muerte. Una gigantesca brecha divide a la mitad este mundo, constituido por la roca de extensión casi infinita sobre la que me halló y varias más pequeñas que flotan alrededor como satélites.
Es una imagen tan impresionante que tardo en recordar la presencia de ese ente salvador cuando aun en el suelo me giro para buscar detrás de mí. Allí se alza una hermosa mujer constituida únicamente por el brillo azulado que he estado siguiendo, pero no es la única, miles de criaturas iguales se posicionan a su lado. Tienen diferentes géneros y edades, pero es algo que solo logro discernir por pequeños detalles pues carecen de rostros y su ropa es sencilla. Es hermoso, son estelas de luces brillantes en medio de un paraje gris, como estrellas que refulgen en la noche. Pero hay algo que no encaja y es la nostalgia, la pena que experimento y crece cuanto más tiempo paso junto a ellos.
—¿Quién os ha hecho esto? —cuestiono con suavidad no queriendo perturbar la quietud reinante, mientras me levanto para presentarme.
—No debes preocuparte hija de la luz. Es un regalo estar aquí —asegura una voz dulce y melosa que debe pertenecer a la mujer que parece liderar el grupo. No obstante tardo un instante en percatarme de que he oído su respuesta en mi mente, como si se tratara de un sutil pensamiento.
—Vuestros rostros —murmuro asimilando que al carecer de boca, esa debe ser su manera de comunicarse.
—En el Purgatorio no importa tu apariencia, solo lo que llevas en tu corazón. Solo eso puede hacernos verdaderamente libres —explica ante mi actitud pasmada.
—Esto… ¿Es el Purgatorio? —digo con absoluta impresión e incredulidad.
—Así es.
—No entiendo nada —exclamo para mi misma—. ¿Por qué nadie conoce este lugar? ¿Cómo he podido verlo en sueños? ¿Quiénes soy? —continuo con cierta angustia.
—Calma, responderé tus cuestiones, pero no tenemos mucho tiempo —advierte con paciencia, como si estuviera preparada para mi llegada y por ende, el ansia de respuestas que traería conmigo—. El Purgatorio es una creación de la luz, pensada para albergar las almas de aquellos humanos u ángeles que en vida, fueron seducidos por la oscuridad. Aquí expiamos nuestros errores antes de ascender al Paraíso.
—¿Cómo es posible? —comento sin que me pase desapercibido el hecho de que incluso las almas manchadas tienen una oportunidad de redención.
—El motivo de porque nadie conoce este mundo es porque fue un designio de la luz. Al habitar nosotros aquí, que portamos restos de la maldad que nos consumió antaño, no puede protegerlo con una cúpula como en Anfor —explica a medida que acomodo cada pieza de información que ofrece como si se tratara de un delicado puzzle.
—¿Y por qué desvelar esto ahora? ¿Por qué a mí?
—Se avecina una guerra, la batalla más grande de todas, en la que solo una fuerza podrá salir victoriosa. Serás la mensajera, quien haga correr la voz a toda la raza —resuelve con un tono más profundo, cargado de significado. Por un momento siento alivio al pensar que mi labor en todo esto se basa en algo tan sencillo, hasta que continúa hablando—. Pues nosotros, somos los errantes y también lucharemos en contra de Dominik.
De inmediato reconozco ese nombre, ellos son quienes según anuncia una parte de la profecía, se unirán para ayudar a la elegida en la cruzada contra la oscuridad. Eso obviamente aparece antes de que todo se torne en desgracia y destrucción.
—Así que no hay forma de evitarlo. Morirán muchos guerreros, humanos, Elis esta al borde de la destrucción, ¡No estamos preparados para algo así! —clamo un tanto enfadada, pero más que nada llena de angustia y preocupación. La disputa que menciona es algo que todos sabíamos que llegaría tarde o temprano, sin embargo no voy a negar que albergué la esperanza de detenerla. La visión de esos jóvenes ángeles que a penas saben defenderse, mi familia, las vidas que se perderán por el camino… me hace estremecer.
—De igual manera si la oscuridad sale victoriosa, no habrá mundos, ni criatura o ser humano que no se vea obligado a rendirse o sufrir. La luz ha planeado todo al detalle para que Elis y la Tierra sean menos afectadas, por eso aquí tendrá lugar la contienda —réplica la mujer manteniendo el mismo tono pacífico, pero cargado de sentimiento que me ayuda a comprender que esto no es algo fácil para nadie. Incluso para la luz ver como todo lo que ha creado corre el peligro de ser arrasado por el caos y la destrucción, ha de suponer una tortura.
—¿Cómo piensa lograr la luz que Dominik acceda a algo así? —digo con escepticismo, pues es evidente que quien juega en terreno conocido, aunque sea a través de la descripción que yo podré ofrecer a los ángeles, lo hace con ventaja.
—Cuando termine tu visita se pondrá en contacto con él y es que a cambio de acceder en ese aspecto, la luz jura que no os prestará ayuda en ningún momento de la batalla —desvela aproximándose con lentitud a medida que habla, como si previera la rabia que su confesión va a desatar en mí.
—Va a abandonarlos —susurro horrorizada, ya que más que ira, el sentimiento que me embarga es decepción. Igual que en mi sueño ríos de sangre correrán en el Purgatorio y encima, no tendremos la ayuda de nuestro creador para auxiliarnos. Miles de dudas se agolpan producto de este repentino abandono, es algo que me impacta de tal manera que comienzo a cuestionar mi reflexión anterior y quizás no somos tan importantes para la luz como creía.
—Eso jamás. Pero no puede permitir que una escena en los cielos como sucedió en la guerra de los ciento veinte años vuelva a acontecer, sería una masacre —determina con tal seguridad, que derrumba el muro de inseguridades que comenzaba a rodearme—. En los tiempos difíciles encontramos la mayor fortaleza, teme por vuestras vidas tanto como vosotros, pero si sobrevivimos lo haremos orgullosos de contemplar la desgracia que hemos evitado a tantos inocentes.
—Ellos no tendrán piedad, son bestias… —alego debatiendo como seremos capaces de enfrentarnos a algo así teniendo en cuenta los tambaleantes cimientos sobre los que se sustenta la raza últimamente.
—Tú podrías ser la fuerza que necesitan para continuar —afirma con ligereza, aunque advierto sus intenciones.
—Yo no soy la indicada —respondo esperando que sin importar donde esté, la luz pueda oírme y comprender de una vez que si de verdad quiere salvar a los mundos, ha de buscar a otra persona.
—He de confesar que estuve presente cuando se vaticinó la profecía, poco antes de morir y te diré, que una simple loza de piedra o el azar de las brujas no hace justicia a tu grandeza —comparte empleando un tono fuerte, orgulloso.
—Merecen a alguien que no dude, una persona que no esté constantemente atrapada entre dos voluntades —continuo incapaz de olvidar que en mis venas corre el bien y el mal en un tira y afloja donde mi voluntad es la última en ser escuchada.
—Es curioso que pensando de esa manera has llegado hasta aquí, liberaste la zona prohibida de su maleficio y enfrentaste un juicio en Bakal a cambio de una tregua para Elis —rebate con sorna, enfrentándome a mis buenas acciones a fin de demostrar que mi corazón no es blanco o negro, sino que está cargado de sombras—. Un héroe no se mide por sus miedos, sino por sus acciones.
—¿Es que la luz sabe como puedo erradicar mi oscuridad? —cuestiono consciente por la cantidad de detalles que me ha ofrecido a lo largo de nuestra conversación que el creador ha hablado largo y tendido con ella antes de este encuentro. Por ende es inevitable que albergue la esperanza de conocer algo más sobre lo que espera de mí.
—La maravilla de la creación se halla en el libre albedrío, cada uno escribe su futuro. A quien amar o porque luchar, depende de ti —dice dando el tema por finalizado, pero dejando demasiados interrogantes en el aire. Pues en lo referente al amor planteo si la luz en su infinita sabiduría sabe algo que yo no, si es un aviso sobre mi unión con Ethan o por otra parte una forma sutil de pedirme que olvide a cierto demonio puro de ojos grises.
—¿Y como sabremos que es la hora? —continuo con mayor entereza, forzándome a alejar cualquier otro tema superfluo que no tenga que ver con la batalla que nos espera.
—Cuando la brecha en el territorio se cierre, crezca la hierba y la niebla se despeje, el Purgatorio estará preparado para recibiros. La raza angelical podrá transportarse mediante sus llamadores y los demonios gracias a su runa —explica con detenimiento, buscando que la información quede bien grabada en mi memoria—. Esta piedra os avisará, Dominik recibirá otra igual. Debéis ser raudos, el primero en ocupar el campo de batalla siempre tiene ventaja —matiza mientras rebusca en el bolsillo de su etéreo ropaje hasta sacar una roca de aspecto común. Realmente cuestiono como algo de aspecto tan mundano podrá sernos de utilidad en un momento tan crucial, sin embargo callo, ya que si algo es aprendido, es que aquello que parece de lo más inofensivo puede resultar letal.
Mis manos rozan las de la mujer durante un segundo cuando me cede el objeto, sin embargo solo siento una gélida brisa antes de que se aparte con cierta urgencia. Valoro las casualidades de la vida, una piedra al azar de entre todas las que han de haber por el suelo del Purgatorio termina ejerciendo una labor de una importancia incalculable. Igual que yo me veo arrastrada constantemente a formar parte de un ejército que corre hacia su victoria o la más absoluta destrucción.
—Tu brillo, se apaga —me percato tras un instante en el que perdida en mis reflexiones el brillo que da forma a la figura de la mujer comienza a atenuarse. De tal manera que puedo ver a través de ella, como si se tratara de un fantasma.
—Hace muchos años que no pongo mis fuerzas a prueba, pero debes saber algo más antes de partir —comenta con repentina urgencia, como si acabara de darse cuenta de que se ha dejado llevar por la intensidad de nuestro encuentro.
—¿De qué se trata? —digo alerta a cualquier murmullo en mi mente, presintiendo que es algo de gran importancia, pues de lo contrario no lo habría dejado para el final. En su debilidad la dama se aproxima hasta que nuestros rostros quedan a escasos centímetros de distancia, un extraño hormigueo nace en las puntas de mis dedos ante el deseo de tocarla, sin embargo me abstengo.
Sobre todo cuando pronuncia su mensaje de despedida, con su voz cálida habiéndose tornado temblorosa, cargada de inseguridad ``Insigne está viva´´.  Antes de que pueda cuestionar lo que me está confesando deposita su dedo índice en mi frente y de la nada el mismo fulgor blanquecino que me trajo hasta aquí engulle cada rincón del Purgatorio. Las emociones que suelen aprisionar mi corazón retornan, pierdo la noción del espacio y el tiempo.
Hasta que percibo que estoy de vuelta en mi habitación en Anfor, como si todo se hubiera tratado de una ilusión. Sin embargo el día ha avanzado, ya es por la tarde y un sol cálido entra por las ventanas. Comprendo que estoy de vuelta en casa, que un gran mal nos acecha y vamos a contra reloj.




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