Linda
—Si que te gusta jugar con fuego—dice Henry en cuanto nos alejamos un poco de dónde estaba. Su voz logra quitarme de la cabeza el rostro de Edward en cuanto vió que me había ido con él.
—Supongo que le contarás a tu padre—decir aquello me provoco un terrible nudo en el estómago.
—Deberia...pero no lo haré—volteo a verlo de inmediato y él hace lo mismo por un segundo.—No es de mi incumbencia lo que hagas, pero tampoco te aproveches de ello—sus ojos vuelven al frente y continua conduciendo como si nada.
—Crei que no me debías lealtad—digo un tanto más tranquila. El sonríe de lado y niega.
—No es lealtad. Solo que encuentro estúpido ir de soplon por ahi—suelto una pequeña risa y niego mirando de nuevo por la ventana.
Henry me deja en casa y le agradezco antes de desaparecer. El interior de ésta está vacío, por lo que prefiero subir a mi habitación y ponerme a estudiar un poco. Sin embargo, el chico con tatuajes y ojos oscuros ocupa mi atención por completo.
¿Que tan difícil será mantenerme alejada de él?
Edward es cautivador. Cuando estuvo encerrado lo extrañaba tanto y ahora que lo tengo tan cerca, ni siquiera puedo disfrutar de él como me gustaría. Ni siquiera logro estar cerca suyo sin sentir esta atracción sexual que me atormenta. Todo mi sistema lo necesita, necesito volver a sentirme de esa manera tan excitante y especial como solo él sabe ponerme. Pero en cuanto más pienso en eso, más mal me siento al saber que las posibilidades son casi nulas. Podría ir y ofrecerme, pero nada me dice que él me aceptará, quizás ya ni me desee, quizás ya se encontró a alguien más, como Nikki por ejemplo. Pensar en ellos dos juntos me causa náuseas. Edward encima de Nikki, ella gimiendo su nombre...¡NO!
—¡NO!—repito en voz alta. Miro a mi alrededor para darme cuenta que estoy loca. Por ello, cojo una toalla de mi closet y decido ir a darme una ducha, de agua helada si es posible.
Crei que al pasar los días, mi ansiedad con respecto a él se volvería insoportable, pero para mí suerte y sorpresa, lo he estado llevando bastante bien. Una semana sin ver a Edward, y ya casi ni es doloroso. Ahora solo pienso en él cuando llega la noche y me acuesto a dormir. He tenido que aprender a autosatisfacerme, pero no es lo mismo. Nunca creí que el sexo sería tan crucial para llegar a estar bien tanto emocional como físicamente. Pero trato de desviar esas emociones a otras cosas, cómo hacer yoga dos veces a la semana junto con Bea en un taller del instituto. Me relaja y logro olvidarme un poco de mis necesidades retenidas.
Algo que me ha llamado la atención, es que a pesar de que ha pasado una semana desde que Edward logró salir, aún no se ha integrado en las clases, espero no tener algo que ver en eso. Por otro lado, hoy es otro día miércoles, y ahora en vez de ir al bar, me vengo a casa, me cocino y estudio o veo alguna serie en Netflix. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de ponerme a estudiar para el examen de álgebra, mi madre me llama.
—¿Que pasa mamá?—pregunto en cuanto contesto.
—¿Estás ocupada?
—Pues...estaba a punto de estudiar. ¿Que pasa?
—Te necesito Linda. Debo retirar algunos papeles fuera de la ciudad y Will ha salido y no se ha llevado sus llaves. ¿Puedes venir y esperarlo?—su voz suena cansina y ligeramente desesperada.
—¿Y Edward?—pregunto antes de aceptar.
—No me contesta. ¿Puedes ayudarme si o no?
—Ya, bien. Voy en camino.
Ella corta la llamada y miro resignada mis cosas. Debo vestirme, y yo que ya me habia puesto mi pijama. Decido ponerme un jeans, y un sueter. Peine mi cabello en una trenza baja y decidí llevar mi mochila para estudiar mientras espero a Will. Llego alrededor de treinta minutos después de que mi madre me llamó. En cuanto entro al bar, la veo atareada con sus carpetas y apenas me saluda cuando se va. Ella cierra la puerta por fuera y decido ir a su oficina para poder estudiar tranquila. Dejo la puerta abierta por si Will golpea y así poder escucharlo.
Detesto los números, pese a tener una madre contadora, debo admitir que no ha pasado ni un poco de su sabiduría en mi. Puedo dividir, multiplicar, sumar y restar sin problema, pero en cuanto comienzan a mezclar letras y números, ahí debo decir que me matan. Y mi examen solo es de álgebra. Necesito un milagro para pasarlo. Rompo la cuarta hoja en la que sólo he hecho ejercicios malos. Se supone que debe darme cero, y ni un puto ejercicio me da bien.
—¿Que haces aquí?—oigo detrás mio. Me sobresalto haciendo caer mi estuche con lápices y volteo enseguida.
—¿Que haces tú aquí?—pregunto poniéndome de pie. Él eleva una ceja y cruza sus brazos sobre su pecho.
—Yo trabajo aquí y ¿tú?—el esboza una media sonrisa y se apoya en la pared mientras me mira. Necesito salir de aquí.
—Esperaba a Will que salió sin llaves. Pero cómo estás tú...creo que mejor me voy—recojo con rapidez mi estuche para guardarlo pero Edward se apresura a detenerme.
—Tranquila Rizos, no te estoy echando—dice burlón y se adelanta a tomar mi cuaderno. Sin embargo, cuando quiero quitárselo, él lo alza sobre su cabeza y se me hace imposible tomarlo.—Álgebra...esto es facil—dice arrojando el cuaderno nuevamente en el escritorio. Vuelco los ojos y el rie bajo.
Decido sentarme nuevamente y pasarlo por alto. Trato de centrarme en el cuaderno, pero con Edward a mis espaldas, es imposible. Trato de no distraerme con su presencia, pero este hombre me vuelve loca. Me pongo tensa cuando siento su respiración en mi nuca. ¿Que está haciendo? Aguanto la respiración y veo sus brazos largos a cada lado de mi cuerpo mientras se sostiene por el borde del escritorio. Volteo solo un poco y su perfecto perfil está paralelo a mi rostro y sus ojos fijos en mi cuaderno.