—¿Y esto? –pregunto en cuanto pongo un pie fuera de mi casa y me topo con Kaelum sosteniendo dos patinetas.
—Iremos a que te enseñe unos cuantos trucos -me sonríe y mi corazón comienza a latir frenético, no sé si por el miedo o por su sonrisa hermosa.
—¿Eres skater? -logro decir.
—No profesional, pero sí, y pronto tú también harás más que solo ir recto y girar –se burla, lo miro mal, pero aun así lo sigo. Me aterra agarrar una patineta ahora, aunque en mi interior me genera curiosidad ver lo que puedo aprender de él y de la patineta, además, obviamente no iba a acobardarme frente a él, estoy segura que me lo recordaría siempre en venganza por el juego de conquián.
— Confieso que cuando recibí tu mensaje, creí que me pondrías a hacer ejercicio –suelta una carcajada –en serio, una vez me llevaron a un bar y después a misa en una primera cita, no estuvo mal, pero si me sacó de onda.
—Prometo que no te haré hacer ejercicio –levanta su mano izquierda y pone la derecha sobre su corazón –e iremos a misa sólo cuando tú quieras.
Sonrío ante su gesto, aunque no era algo extraordinario me pareció lindo, él emitía una vibra diferente, era muy relajado y maduro a su vez, además de divertido. Cuando estaba con él sentía una mezcla de nervios y paz a la vez, pero justo en esta segunda cita la parte nerviosa estaba dominándome cuando me fijé que estábamos llegando al parque donde sería mi clase de skate. Hacía años no tocaba una patineta, la edad me había hecho más cobarde para este tipo de cosas, siempre quise andar en patines pero me daba miedo, incluso cuando tuve la oportunidad de patinar sobre hielo preferí vagar entre los puestos de artesanías cercanos, cosa que agradezco pues ahí conocí a alguien que hoy sigue siendo un gran amigo.
—Espera –me detiene al bajar, se agacha y mi corazón deja de latir cuando comienza a atarme los cordones de uno de mis tenis; estaba tan concentrada en mis miedos que no me había dado cuenta de esto –listo, Cenicienta, empecemos -siento mis mejillas arder, pero él se levanta como si nada y me guía por el lugar.
Con la patineta una vez en el suelo, dudosa subo primero mi pie derecho, quisiera ocultar mi miedo, pero estoy consciente de que mis acciones me delatan, más cuando me aferro a su mano; sin embargo, Kaelum, sonríe tratando de tranquilizarme y me brinda palabras de apoyo para darme seguridad.
—No te he quitado los ojos de encima desde que te conocí, ahora menos que nunca lo haré -un escalofrío me recorre entera.
—Más te vale -aunque quiera decir algo lindo, ahora solo pienso en salir viva de aquí.
—Lo más importante es la seguridad, empecemos por ir lento y recto –su voz es amable y comprensiva, su presencia siempre me genera una calidez inexplicable, ahora parece como una pequeña luz al final del tunel.
Kaelum trata de distraerme con sus pláticas mientras avanza conmigo trepada en la patineta, me dice que en primera instancia había pensado en proponerme compartir la patineta, pero pensó que de alguna forma me sentiría presionada y, en segundo lugar, sería más complicado explicarme. Y no se equivocaba, siempre me he considerado una persona que llegaba a ser muy servicial y accesible, pero si notaba algún deje de presión u orden dejaba de serlo. Siempre he buscado sentirme libre y a la única que obedezco es a mi madre, nadie más, sin importar de quien se tratara; incluso en una ocasión dejé botado un trabajo porque mi jefe se portaba arrogante delante de los clientes. Sé que muchos me tacharán de inmadura e irresponsable, pero si de algo estoy orgullosa, es de ser siempre fiel a mis creencias y nadie cambiaría eso.
—Eso es, ya lo tienes –grita sonriente mientras logro andar por mi cuenta en todo el espacio que tenemos y la emoción mezclada con orgullo me embarga –ok, ahora el truco que todo skater debe hacer, el Ollie -dice cuando llego hasta él y toda emoción desaparece.
—Acabo de volver a aprender a andar sobre una patineta en movimiento ¿y ahora me quieres hacer saltar?
—Vamos, no es tan complicado.
—Solo te diré una cosa, Kinnaird –lo amenazo con el dedo –si el dolor de mi rodilla aumenta cuando haga frío, agarraré esta linda patineta y la estrellaré en tu bonita cabeza.
—¿Piensas que mi cabeza es bonita?
—¡Ese no era el punto!
—Lo sé –se ríe –no te preocupes, no te dejaré caer.
—¿Tienes súper poderes o algo así?
—No, pero sí unos reflejos impresionantes.
—Claro, más te vale.
—¿Cómo es posible que en alguien tan pequeño haya tanto mal carácter?
—Pregúntale a Diosito -escucho que se ríe e interiormente lo hago también.
Sé que le hace gracia el verme tan bajita y reclamando, varias personas me han dicho que más que miedo les provoco risa.
No sé cuánto tiempo pasa, pero estoy segura que son horas, pues el sol se ha ocultado casi por completo, me siento rendida, pero muy orgullosa de haber logrado el Ollie. Sigo sin creer que a mis veinticinco años haya hecho lo que no hice en mi pre adolescencia.
—¿Alguna vez te han roto el corazón? –pregunta de repente, obligándome a bajar la papita que estaba a punto de comer. Como recompensa Kaelum compró la cena en mi carrito de hamburguesas favorito y ahora nos encontramos cenando bajo un árbol en medio de un parque.
—No, –hablo después de analizarlo –no realmente. He tenido novio y todo eso, pero creo que nunca me enamoré realmente como para decir que me rompieron el corazón, un amigo que tuve lo hizo, pero por amor no. Los quise mucho, pero ahora, analizándolo fríamente no creo que eso haya sido amor, ya sabes, en la adolescencia creemos estar enamorados y al crecer nos damos cuenta de que es algo distinto, o eso creo yo. De igual forma me llevo muy bien con uno de mis ex, somos muy buenos amigos.
—Eres la primera persona que escucho que se lleva bien con su ex –se ríe y hago lo mismo.
—Bueno, nos dimos cuenta de que nos llevábamos mejor como amigos, creo que el haber durado solo tres semanas hace que nos llevemos bien.