De Él

II

      En mi ciudad siempre el clima es tan cambiante, puedes estar muriendo y padeciendo un golpe de calor y un segundo después, te puede estar dando hipotermia. Mi casa era lo más modesta que podía existir en este mundo. Cada una de las divisiones de ella son tan pequeñas que si alguien quisiera entrar a la cocina y estaba otra persona más, tenía que salirse para dar paso. Casi casi poníamos papelitos para tomar turnos en la sala para ver la televisión. Cabe recalcar que soy hija única. No me quiero imaginar teniendo veinte hermanos latosos gritando y volviéndome loca. Por lo menos eso si supieron planificar mis padres.

-¡Maca espéranos!-Mis amigas de antemano sabían que odiaba ese sobrenombre y se empecinaban en decírmelo cada día de mi vida-¿Por qué vas tan deprisa? Casi no te alcanzamos.-Era Grecia la que me hacía los reclamos, ya que Irlanda me temía y prefería guardar su distancia en temas de discusiones.

-Pues las esperé pero tardaron milenios en salir y ya saben que a mí eso de la espera simplemente no se me da.

-¿Bueno, que plan tenemos?-Respondió de inmediato Irlanda porque se percataba que cuando Grecia y yo discutíamos era como cuando un huracán arrasa con un país entero. A pesar de darme cuenta de sus intenciones de cambiar de tema, no le di importancia y preferí seguirle el juego puesto que no tenía ganas de peleas, sólo quería distraerme de un día tan cansado de escuela.

     Las tres nos dirigíamos al atascadero. En realidad no sabíamos cómo se llamaba el lugar, pero nosotras decidimos llamarlo de esa manera, porque eso es lo que hacíamos ahí: atascarnos de comida hasta que nuestro estómago decía basta.

-Se han dado cuenta del manoseo que tuvieron Erick y Serena en la clase de señor Vidal-Comenta Grecia

-Si. De verdad que son unos descarados, sabían que todos nos estábamos dando cuenta de sus marranadas y no les importó-Le dio replica Irlanda

-A mi me parece que son unos exhibicionistas-apunto Grecia con la cara de morbosidad que muy pocas veces le había visto hacer.

-Será-Irlanda le seguía el juego.

-Bueno ya basta, no venimos a hablar de esas tonterías-Perdí los estribos mientras todas las personas de mesas aledañas nos volteaban a ver, sobre todo a mí, que grité como una psicótica que acaba de escaparse del psiquiátrico.

     A Grecia no le cayó nada en gracia la manera en que les había gritado-¿Qué te pasa?-Me preguntó de la manera más displicente que podía y yo no sabía que responderle.

-Nada-Mentí y seguí dándole vueltas a mi cabeza para ver que me inventaba-simplemente que hablaron de la clase del señor Vidal y ya saben lo que pasó ahí-Creo que había salido bien de esa.

-Pero sabías que esa tarea era importante ¿Por qué no la hiciste? No era tan difícil-Yo la voltee a ver con mi mirada matadora, pues prácticamente me dejo ver que era una buena para nada.

     Siempre era lo mismo, mi vida ya se había vuelto una verdadera rutina, estaba harta, cansada, desanimada, deprimida y no sé qué tantas cosas más. ¿Por qué no podía ser feliz como Serena? ¿Por qué Dios se empecinaba en hacerme tan miserable? Yo sólo quería ser rica y que Erick me amara. Acaso es mucho pedir eso.

     Me la pasé llorando toda la noche. Traté de hacer el menor ruido posible, ya que en mi casa cualquier ruido por pequeño que fuera era escuchado por mis padres y no quería tenerlos ahí al pie de mi cama preguntándome que era lo que me pasaba. Quien me escuchara pensaría que soy una pesada, pero no es así. Sólo soy una chica con aspiraciones de salir adelante y de ser feliz. Sueño con un mundo perfecto para mí, con la llegada del príncipe azul, con unos hijos maravillosos y una casa grande y lujosa ¿A caso estoy pidiendo mucho con eso? ¿A caso no toda mujer sueña con lo mismo que yo?

 



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En el texto hay: miedo, romance, terror

Editado: 18.10.2023

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