—Tan difícil es entender que no se me da la gana casarme con una princesa, la cual no conozco. —Espetó golpeando el escritorio de su padre, haciendo tambalear algunas cosas.
Darius estaba furioso por la negativa de su hijo a no casarse, cuando ya todo estaba en marcha —¡Es tu deber y eso deberías entenderlo! —replicaba las palabras el rey que estaba desesperado, la princesa Alya estaba en camino, las invitaciones para la celebración de su baile de bienvenida entregadas y ahora su hijo sale con que quiere a otra chica.
—Padre podemos hacer alianzas con Altamyr de otra manera libre comercio, exportación sin impuestos, apoyo militar hay tantas cosas. —No sabía ya que más explicar a su padre para detener este matrimonio.
—Damián se que estás nervioso ante el rechazo de la princesa, también se que aún sientes que no estás listo para ser rey, pero hijo ante todo está tu pueblo y tu deber...
—¡Con un demonio Daríus intenté ser razonable, pensé que me entenderías, pero ya veo que no! —estaba ofuscado, aunque muy seguro de la decisión que tomaría, sabía que su padre no aceptaría pero no daría un paso atrás ya estaba decidido quería a su gitanilla y no quería aceptarlo pero ya no podía negarlo y aunque al inició solo la veía como su salvación la realidad era que lo que estaba sintiendo era más fuerte cada vez—. Yo encontré a alguien que me acepta a pesar de lo que soy, que no me juzga y si a ti lo que te importa es que no sea princesa, pues renuncio a mi título. Daríus, Odette será una buena reina en su momento. —Se levantó dispuesto a retirarse ya nada tenía que hacer allí su majestad no entendía razones.
—¿Qué has dicho muchacho?, ¡¿cómo renunciar a lo que eres por nacimiento, Damián?! —alzó la voz el monarca molesto levantándose de su asiento, no concebía la idea de que su hijo renunciara, a ser rey por una mujer y por lo que había dicho su hijo una simple plebeya.
—Lo que has escuchado padre y mira ya tomé la decisión, intenté explicarte y no entiendes bueno ya tú decidiste, yo también seguiré protegiendo a mi pueblo pero no con una corona, si no como un soldado más, a fin de cuentas así lo he hecho hasta ahora. —No quería llegar a esto, tenía buenas ideas cuando fuese rey y le empezaba a emocionar los cambios para mejorar y retomar las ideas de su difunta madre creía había cosas que se podía mejorar, hacer escuelas incluso en las provincias más retiradas del reino y más, con Melodía junto a él sentía que a pesar de ser lo que era, podia cumplir su deber y cuidar de Alkarya.
—Hijo podemos llegar a un acuerdo con Altamyr, pero no puedes dejar la corona y menos por una mujer es solo una plebeya no vale la pena. —Decía el rey tratando de calmar los ánimos.
—La amo —confesó—. ¿Y que más da si no es princesa, o noble?, la amo y es lo que importa —quería que su progenitor lo entendiera, aunque era un caso perdido.
El rey Darius estaba a punto de seguir objetando la decisión de su hijo, pero alguien tocaba a las puertas, al parecer la futura soberana proveniente de la nación de Altamyr, ya había llegado al palacio Alkaryo.
Fueron a la entrada del palacio a recibir a la princesa y su comitiva; en medio del rey y el principe estaba la pequeña Odette, con un ramo de girasoles blancos, flor típica y simbólica de la nación de las dos lunas y algunas rosas, los soberanos Alkaryos bajaron las escalinatas del palacio, para recibir a la princesa Alya.
El cochero se detuvo frente a la imponente estructura, los guardias se posaron a los lados del carruaje y un paje abrió la puerta, el primero en salir fue un hombre alto de tes clara portaba un uniforme militar de gala color vinotinto, luego bajaron dos damas, una con uniforme militar también color vino y otra con un vestido azul cielo, su elegante cabello castaño suelto; por último la princesa Alya, una muchacha de suma belleza de cabellera larga lacia negra, mirada celeste, traía un hanfu verde claro muy elegante el símbolo de su realeza una pequeña tiara de plata con incrustaciones de zafiro en forma de flores de lirio.
La princesa y su comitiva caminaban hasta sus anfitriones, está hizo una reverencia y ofreció un cofre al rey Darius, como muestra de agradecimiento por aceptar dicha alianza.
—Bienvenida alteza espero y su estadía, en el reino de Alkarya sea grata.
—Estoy segura que así será su majestad. —La princesa hizo una agraciada reverencia y ofreció al rey el cofre que traía en sus manos.
—Mi madre la emperatriz Nubia como muestra de gratitud con el pueblo de Alkarya, le hace entrega de las estrellas de Altamyr. —La princesa destapó el cofre, dentro habían tres dagas plateadas muy brillantes, con el mango decorado con incrustaciones de esmeraldas, zafiros y rubies.
—Son réplicas de las dagas de Sarina, la ninfa que liberó Altamyr del yugo de los gigantes. —Relataba la princesa ofreciendo el presente al monarca Alkaryo.
Odette hacía una agraciada reverencia recitando el habitual saludo de la princesa costumbre de la familia real y tarea propia de las mujeres, la niña se sonrojo ante la elegante princesa frente a ella, ofreciéndole el ramo de flores para darle una grata bienvenida Alkarya—, Sea usted bienvenida alteza espero la estadía sea de su agrado. —La pequeña rubia derrochaba gracia, belleza y elegancia digna joya de Alkarya.
Alya enternecida por el gesto tan adorable de la princesita aceptó el coqueto ramo, de las manos de la niña y correspondió a su reverencia, pero al momento de erguirse una flecha iba certera hacía su hombro izquierdo atravesandolo. Todos los guardias alertas, buscaban de dónde había provenido esa flecha, Annia la dama que portaba el uniforme, desenvainó su espada defendiendo a la princesa, Irina la otra acompañante de la heredera de Altamyr gritó horrorizada por la escena, aún así sostenía a la muchacha herida, el impecable hanfu verde ahora tenía una mancha carmesí que se hacía más grande y oscura.
#780 en Fantasía
#3363 en Novela romántica
fantasia drama y amor, fantasia amistad romance odio, princesa reinos
Editado: 22.01.2024