—Madre, ¿qué haré con ese jóven? —inquirió Rosella siguiendo a su madre, la muchacha había visto un carruaje con las banderas del reino de Alkarya.
—Ro, el joven Eriol necesita tu ayuda para controlar su energía demoníaca, se que tú y Aurora han escapado de sus lecciones para ver quienes venían al templo. —La elegante mujer con hábitos blancos guiaba a la muchacha a una de las celdas del templo al entrar a la habitación Rosella vió a un joven sentado en medio de está; el muchacho se veía concentrado en el libro, en sus manos que, en la presencia de ambas mujeres, ella le había visto al llegar pero ahora que estaban en la misma habitación sintió una extraña energía que no había experimentado antes.
—Joven Eriol. —llamo la mujer mayor haciendo que el muchacho quitase su atención del libro que leía.
—Si Señora Arella. —Rrespondió el chico con voz serena alzando el rostro.
—Traje a quien te ayudará aquí en el templo muchacho —dijo la mujer sacerdotisa con una sonrisa, dando una palmadita en el hombro de la muchacha, para animarla a que se acercase más al muchacho—, ella es Rosella.
Eriol se puso de pie hizo una reverencia, ante la muchacha frente a él, tomó su mano con delicadeza y depositar un beso, en los tersos nudillos de Rosella —si lo que dice usted es realmente cierto, le estaré eternamente agradecido con usted señorita. —El joven posaba sus ojos grises en la muchacha, haciéndole sonrojar con tanta atención.
La pelinegra de verde mirada, sentía un calor concentrarse en sus mejillas, con el atrevido gesto del muchacho. Rosella en sus trece años de vida nunca había salido de las murallas del templo de Howl, nunca había experimentado algo así, su destino según su madre era ser la guía de aquel lugar pues sus virtudes como hada la hacían la elegida para aquella labor, aunque con la llegada del hijo de los duques de Azair, aquella rigurosa preparación había pasado a un segundo plano.
.........
Ya han pasado algunos meses y Rosella, como todas las noches iba a la celda de Eriol a purificarlo como se le ordenó, a pesar de parecerle un chico extraño resultó ser un buen amigo, era un joven muy culto sabía de todo y a ella le gustaba oír de sus viajes, era como si mediante las historias de Eriol era ella quien estuviese viajando y conociendo, todo aquello que aquel noble contó en sus historias.
Al entrar vió al muchacho acostado, sus mejillas pálidas teñidas de rojo carmín por las altas temperaturas. Rosella presurosa, se acercó al joven en su lecho —¡Eriol estás ardiendo en fiebre! —la muchacha se disponía salir, pero Eriol la detuvo tomando su mano.
—¿A dónde vas? —preguntaba el joven albino, su voz apenas se escuchó estaba muy débil.
-—Debo ir por agua para atender esa fiebre, también debo avisar a mi madre que estás enfermo. —Reprendió Rosella como una madre a su pequeño hijo.
—Ro, no te vayas quédate, aquí a mi lado y toca tu ocarina para mi por favor. —Pedíó el muchacho en un hilo de voz, con sus orejas peludas de zorro gachas.
—¡Pero Eriol estás ardiendo! —gritó molesta Rosella volviendo a intentar soltarse.
—Solo necesito estar a tu lado y escucharte tocar, así mi fiebre acabará pequeña. —Eriol acariciaba con delicadeza la mano de la muchacha, pero Rosella la retiró discretamente.
—Pero Eriol...
—Por favor Ro toca para mí. —Pidió Eriol en un tono suplicante.
Rosella suspiró cansada, sacó su ocarina del bolsillo de su vestido y comenzó a tocar, su cuerpo se iluminó lentamente, sus alas surgieron hermosas en su espalda y de la misma forma que la muchacha emanaba luz de Eriol salía energía oscura, el amuleto que descansaba en su pecho, brillaba con la misma intensidad con la que brillaba Rosella, la música se detuvo Rosella respiraba agitada recuperando el aire por haber tocado la ocarina por tanto tiempo.
—Tú eres única Ro. —Dijo Eriol sentándose en la cama, en un ágil movimiento, tomó la mano de la muchacha y es que para Eriol, Rosella era más que una guía, para él se convirtió en alguien muy importante, en muy poco tiempo.
—Eriol ya debo irme.
—Ro debo decirte algo yo te quiero...
—Lord Eriol ya debo irme.
—Rosella se soltó del agarre del muchacho, apresurada salió de la habitación corrió a sus aposentos, allí la esperaba Aurora su prima y compañera de alcoba.
Aurora al ver a su prima fue tras ella, pues entró de una manera extraña —Ro ¿Estás bien? —Aurora se sentó a su lado acariciando sus largos cabellos de ebano.
—Es Arnaid. —Dijo está tomando asiento frente a su prima, para recuperar el aire y lo que había pasado con el hijo de los duques la tenía aún muy enajenada.
La pelinegra abrazó fuertemente, un almohadón en su pecho emocionada.
—¡Mira! —entregó la muchacha un sobre a su prima.
Aurora sacó la misiva dentro de aquel sobre, el sello de lacre ya estaba roto, al leer el contenido de aquella carta sus azules ojos se abrieron como platos —¡¿Arnaid pedirá tu mano?! —gritó la rubia asombrada, por lo dicho en esa misiva de declaración. No era fácil de creer Arnaid era uno de sus guardias reales estaba; en el templo por orden del rey Aaron su padre, sin saber que su prima Rosella y el hijo del capitán Anouk compartían sentimientos.
—Pero Ro aún no tienes edad apenas cumplirás catorce. —Dijo Aurora como si con eso su prima testaruda, fuera a cambiar de opinión.
—Obvio aún no me casaré esperaré princesa, Arnaid solo pedirá mi mano a mi madre, cuando sea el momento si nos casaremos. —Rosella miró a su prima Aurora con un brillo especial.
Aurora sabía cuales eran los planes de la tía Arella para Rosella y lastimosamente, allí no había cabida para matrimonio, o no con un soldado al menos.
La posición de Arnaid no estaba mal, pero dudaba que pudiera pagar la dote de Rosella, que a pesar de no ser princesa era parte de la familia real y una. Posible sucesora al trono.
Aurora no quería menguar la felicidad de su prima, pero ella si tenía los pies en la tierra.
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Editado: 22.01.2024