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Era curioso. La vida de Odette había peligrado desde el primer día en que pisó la comisaría número 44 y, a pesar de este hecho, nunca tuvo que experimentar algo como lo que estaba presenciando en esos momentos; el tiempo se había ralentizado, pareciéndole que llevaban horas intentando salir del Cipriani. La situación era precaria, la belleza del recinto que se había elegido para aquella noche especial ya había desaparecido; ahora, tanto el vampiro como la detective se encontraban en un lugar corrompido por la sangre derramada de seres inocentes.
Odette intentaba localizar a los atacantes dentro de la aterrada muchedumbre y a pesar de que poseían máscaras bastante llamativas, era difícil vislumbrarlos, especialmente después de que las luces del Cipriani se apagasen por completo, dejándolos a merced de la oscuridad. Sin embargo, los seres como Illya no reparaban en ello pues eran, después de todo, criaturas de la noche.
La detective podía ver el shock en el rostro de su acompañante. Illya era unos treinta centímetros más alto que ella, además de que poseía una complexión fuerte—sin mencionar que era un maldito vampiro— y sin embargo, Gimondi no se estaba oponiendo a la fuerza de la mujer, quien le sostenía por su antebrazo con fuerza mientras lo guiaba entre los oscuros pasillos del lugar. Odette se detuvo por unos segundos y también él lo hizo; de vez en cuando eran empujados por la gran cantidad de gente que corría por los pasillos, y la detective prácticamente se sostuvo de los antebrazos del vampiro para no ser arrastrada por la multitud.
— ¡Hey! —gritó ella, intentando llamar la atención de Illya, sacudiéndolo un poco y palmeándole con violencia el pecho. El vampiro por fin la miró y la mujer continuó gritándole por sobre los sonidos de la muchedumbre. —Necesito que me guíes ¿está bien? Tu familia consiguió este lugar, debes saber cómo mierda podemos salir de aquí.
Su manzana de Adán bajó y subió, la cabeza del muchacho se volteó hacia el inicio del pasillo donde se encontraban. Había un grupo de personas de rodillas en el piso, mirando el pequeño cuerpo de una niña que yacía sobre el regazo de quien parecía ser su padre. Toda esa zona ahora estaba casi desierta, Odette no comprendía a donde se había ido la multitud que casi los arrastra con ellos pero aún podían escuchar el sonido de gritos, disparos y, de vez en cuando todo el edificio cimbraba con la fuerza de lo que parecían ser explosivos en los pisos superiores del Cipriani. Súbitamente, Illya se soltó del agarre de la detective y caminó con rapidez hacia la familia a unos cuantos metros de ellos.
Odette observó como señalaba hacia un oscuro pasillo a la derecha y les gritaba algo. La familia comenzó a ponerse de pie, el padre de la pequeña se aferraba al cuerpo de su hija como si le fuera la vida en ello; Illya miró a la detective y le hizo señas para que se acercara a ellos lo cual ella hizo sin rechistar. El vampiro los guió por el largo, frio y sinuoso pasillo oscuro; de vez en cuando, debían detenerse y cubrirse la cabeza puesto que, las explosiones provocaban que pedacitos de techo cayesen sobre sus cabezas, pero después de unos minutos la familia se encontró a salvo fuera del Cipriani.
Cuando la detective comenzaba a enfundar su revólver en su cinturón, la fría mano del vampiro se posó sobre la suya y la detuvo. Los ojos de la muchacha se encontraron con los de él, alzando una ceja en confusión: —Voy a regresar.
La expresión de sorpresa en el rostro de la muchacha no se hizo esperar: — ¿Cómo dijiste? —Illya suspiró y desvió la mirada, Odette asomó la cabeza para observar a la familia desaparecer al final del callejón detrás del Cipriani.
—Necesito verlo. —siseó. —No puede estar muerto.
—Illya…
—Fue sólo un disparo, detective —Continuó el vampiro—, nosotros no podemos morir así.
Odette no quiso reprocharle o intentar convencerlo de volver, podía ver el fuego detrás de los ojos aceitunados del vampiro, la determinación que se había acentuado en él no desaparecería así como así. La detective se mordió el labio mientras pensaba, pero no sabía por qué fingía pensárselo; Realmente no se veía siguiendo otra opción: —Voy contigo. —Illya frunció el ceño y, perplejo, miró como la mujer checaba las balas en su revólver para después colocarlas de nuevo y entrar otra vez al pasillo del Cipriani. — Pero vas a tener que guiarme porque no veo una mierda.
—Detective, no.
—Detective, sí. —corrigió la muchacha, caminando con lentitud delante de él, insegura de lo que había frente a ella y no podía ver. — ¿Te moverás o no? —cuestionó irritada al notar que el vampiro parecía no seguirla; Illya abrió la boca para intentar convencerla de salir de ahí, pero tuvo la inmediata impresión de que Odette era bastante obstinada, así que la dejó ser y se prometió que velaría por ella hasta que ambos estuviesen a salvo.