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EN BUSCA DEL TESORO DE JENNY
Dos novios buscando un tesoro bajo el mar…
Los siguientes días Jenny no tuvo mucho tiempo para ir a verme. El señor Flowers había iniciado con su negocio de gastronomía y ella se ofreció de inmediato a ayudarlo. Esto me obligó a ir a visitarles, sabiendo que si Jenny se hacía cargo del negocio, era difícil que se tratara de algo bueno.
–Bienvenidos a nuestro restaurante– saludó Jenny a una familia –¿Gustan ver el menú?
–Sí, por favor.
–¿Gusta que pasemos a sus hijos al área infantil?
–No sé– respondió el señor Smiley, burócrata del ayuntamiento –¿Tú qué dices, querida?
–No. Venimos en familia.
–Los niños se la pasarán más a gusto en el área infantil, rodeados de otros niños.
–Está bien– dijo la señora, y Jenny escoltó a los niños al interior de una habitación.
–¿Hay juegos en el área infantil, señora?
La chica se irritó cuando la llamaron señora.
–¡Hay muchos niños para jugar!– les respondió.
Antes de que los infantes pudieran preguntar algo más, se vieron encerrados en un cuarto vacío rodeados de otros niños.
–Lo siento, pero los niños suelen ser muy ruidosos y eso habla mal de un buen restaurante. Así que se quedarán aquí hasta que sus padres vengan a recogerlos.
–¿Nos traerá juguetes?– preguntó uno de los niños que habían entrado primero, que estaba cansado de jugar a picar una mancha en la pared.
–¡Por supuesto!– respondió la chica, mientras ponía el tercer candado a la puerta. Después regresó con los padres, y se horrorizó al ver que estos estaban hablando con su propio papá.
–Díganos, cuál es el mejor plato de la casa.
–Lo siento, ¿podría repetirme la pregunta? Mi farlandiano es algo lento.
–El mejor plato de la casa– repitió el señor.
–Pues por el momento no he podido ordenar ingrediente para el plato principal, pero me gustaría presumirles que mi mejor plato es el especial de pav…
–¡Coco ahumado!– interrumpió Jenny, saltando repentinamente. –¡Nuestro mejor plato es el especial de coco ahumado y está disponible! Les serviré un plato ahora mismo. Papi, ven, hay algo que quiero decirte.
Jenny pensó que su padre era una persona inteligente. A él le podría informar que los farlandianos no eran muy aficionados a comer animales en peligro de extinción, y darle una larga lista de los animales que estaban prohibidos en la isla. Sin embargo, aquello requeriría muchas palabras y aún había muchos clientes esperando, por lo que encontró más fácil llevarlo a otro cuarto y encerrarlo con más candados.
En ese momento llegué yo. La saludé con toda la amabilidad que pude y le pregunté qué estaba haciendo.
–¡Hola, querido Jaime!– respondió al saludo –Estoy atendiendo el restaurante, por eso no he tenido tiempo de ir a verte. Lo siento mucho.
–No te preocupes, lo entiendo– respondí –El primer mes en Farland fue muy difícil para nosotros también.
Observé la mesa, y descubrí que Jenny había subrayado un anuncio del periódico donde solicitaban corredores para un evento de Go Karts[1], y discretamente tiré el periódico a la basura.
–¿Recuerdas a mi amigo Abraham?– le pregunté.
–¿El del cabello azul? Vagamente. Vino ayer, junto con su mamá, para darnos la bienvenida a la isla.
–¿En serio?
–Sí. Le hice la pregunta del vaso a la mitad. ¿Sabes qué respondió?
–Abraham es el tipo de personas que ve el vaso medio lleno.
–No exactamente– respondió, amasando la harina para una crepa –Dijo que no le gustan las conversaciones filosóficas, que él simplemente se tomaría el contenido del vaso para evitarlas.
–Abraham es algo especial– opiné, recordando las aventuras que habíamos vivido en tan poco tiempo.
–¿Es una manera sutil de decir que es tonto?
–No– respondí secamente –Abraham es mi mejor amigo, y también quiere ser tu amigo. Nos invitó a pasar el día en la playa con él, con Lily, JL y el resto de nuestros amigos. Ellos quieren conocerte.
–El restaurante me necesita– respondió, lanzando un par de fideos al sartén cubierto de aceite –Tendría que pedirle permiso a mi papá.
–¡Por mí no te preocupes, hija! ¡Ve y diviértete!– contestó una voz proveniente del armario de alimentos, que estaba cerrado con cuatro candados. Al ver esto, me estremecí.
Jenny lo pensó seriamente.
–Mejor atenderé a los clientes que faltan y después cerraré el restaurante.
–Te ayudaré– le ofrecí.
–No quiero molestarte– dijo, sacando un mandil –Pero ya que insistes, ¿por qué no volteas esta carne mientras le tomo las órdenes a los clientes?