No pudo más, los sueños se borraron, las letras se acabaron, las hojas en blanco, eso era todo para el escritor.
Miró a su alrededor y descubrió un pueblo gris y sin misterios, en ese momento supo lo que le faltaba.
Tomó sus maletas y las cargó con miles de hojas, vio su escritorio y sacó su tintero y plumilla, un escritor sólo necesita eso para vivir, se dijo.
Sin nada más en las manos salió de su pueblo natal y comenzó un viaje en busca de sus sueños en los bosques de las ilusiones y para cazar nuevas letras en la selva de la literatura.