El sol entraba por la ventana cuando el escritor finalmente despertó, lentamente se levantó de su cama y se puso la ropa, todavía adormilado salió de su recamara y se dirigió al comedor donde ya lo esperaba la más bella y perfecta mujer para desayunar. En silencio ambos tomaron sus alimentos y una vez que acabaron decidió salir a caminar por el tranquilo y armonico pueblo.
Al caer la tarde regresó a su hogar donde comió y fue a su estudio a escribir el final de su última aventura. Al terminar sus labores y disponerse a descansar, el escritor reflexionó sobre lo perfecto del día y una vez recostado junto a su bella mujer se alegró ya que finalmente se dirigía a su mundo real, por lo que con una gran sonrisa cerró los ojos.