De pequeños y grandes problemas

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Capítulo cinco: Mi amigo limón y el si tan solo de mi mente

 

Luis:

Apenas salimos de la casa nos pusimos a parlotear, más que nada gracias a los niños, quienes parecían no detenerse ni para tomar aire algo poco habitual en ellos. Aunque yo más bien iba algo perdido nuevamente en mis pensamientos, luego de la discusión en el balcón con Lucas, me había puesto algo más pensativo que de costumbre, y mi amigo más o menos igual, siendo él algo más comunicativo con sus hermanos, pero aún así extraño. Me acerqué más a él entonces, porque pensé, al ver que me miraba también, que probablemente sería lo mejor tratar de ser un mejor amigo para él. No podría llamarlo a eso disimular, o quizás si, realmente no estaba teniendo muy claras las cosas. Él me encantaba y quizás esto de la adolescencia me esté poniendo algo más intenso, o sólo sea que últimamente también me la pasaba pensando y pensando, pero de lo que tenía certeza era que se me dificultaba una vez más ponerme en el papel que debía tener con él: el de su amigo. ¿Estaba fingiendo acaso cuando actúo de esta manera? Y es que me liaba de nuevo pues él era mi amigo, joder, lo sabía, y lo apreciaba como un amigo, hasta como un hermano, pero de repente con todo esto, mis padres, mi propia cabeza y mis sentimientos... Quizás realmente sólo sea cosa mía, y aquella incomodidad sea solo algo estúpido y momentáneo que podría ignorar con facilidad.

En fin que me acerqué a él aún con Lis agarrándome la mano, ahora la derecha, para yo poder ir al lado de mi amigo más cómodamente y me ocupé de sonreírle un poco, la expresividad no era lo mío, odiaba mi sonrisa, mis ojos y mis mejillas, podría decirse que no me agradaba tampoco mi rostro. Aunque tenía momentos también dónde podía encontrar cosas bonitas en el, ahora no era para nada uno de aquellos ya que sentí vergüenza incluso de sonreírle. Pero él no se mostró incómodo ni nada, como era de esperarse también, sólo era mi lado supersticioso el que me hacía pensar tonterías, él me sonrió también y me sentí satisfecho de ello al instante.

Algo incómodo por la mezcla de sensaciones me aclaré la garganta, intentando que también con ese gesto, mi mente también se aclare un poquito.

—Me siento algo extraño después de lo de hace rato —solté, no fue la mejor manera de comenzar a charlar, él me miró algo confuso y los niños callaron para oír mejor, sin ser muy sutiles, realmente no me importaba mucho que oyeran -lo siento en serio, sé que me disculpo demasiado pero en serio no puedo evitar sentirme así —fue más que nada un vómito verbal que tenía demasiadas ganas de soltar desde hace rato, no me sentí aliviado como esperaba porque realmente desde eso me había sentido algo agobiado por mi mente y aunque no estaba esperando sentir más alivio después de eso, el no sentirlo me hizo tragar saliva de forma seca. Me sentía culpable estando así, pero nuevamente me pregunté: ¿De qué tanto me serviría?

Es obvio que de nada.

Claro. Solamente tenía que intentar no pensar demasiado en cosas así y acomodarme como pudiese para ser un buen amigo. Si lo pensaba y lo pensaba de nuevo, más obvio era que estaba siendo un tonto.

Qué tedioso y asfixiante es estar en mi cabeza.

Él negó repetidas veces con la cabeza y me dió una palmadita en el hombro riendo de forma nerviosa: —Sabes que no importa, ya te dije. Olvidemos de esa conversación por ahora, no sirve de nada disculparnos si ya estamos bien ¿verdad? Mira, ya estamos cerca de llegar y todo y la discusión fue una boludez, así que... Distraigamonos un rato, nos hace falta —. Me dió un empujoncito juguetón al terminar la frase, como zanjando el tema. Me pareció correcto y se lo devolví, por supuesto, más fuerte y la nena se quejó del otro lado al sentir a su hermano chocar con ella.

Una pequeña guerra de empujones empezó y terminamos perdiendo como era de esperarse, Lisandro y yo. Terminamos riéndonos como buenos y debiluchos perdedores, más que nada yo, ya que aunque era unos meses mayor que Lucas, aún así era más pequeño que él. Luego de la pequeña tontería mi mejor amigo se puso a mi lado nuevamente, los dos riendo un poco por lo bajo y mientras nos adentramos al bonito parque agarré una pequeña parte de su holgada remera color gris con la mano que aún tenía desocupada.

Luego me di cuenta de lo estúpido de todo y me decidí a tener una actitud algo más relajada y, en pocas palabras, un poco más independiente. De lo que sea. Porque estaba perdidísimo en mi cabeza y lo único que quería era una emancipación de ella definitivamente, o de mi mejor amigo, si estoy aquí es porque extrañaba un montón salir con los chicos, pero la idea de que él también esté aquí era un poquito molesta para mí corazón, aunque también había aceptado sólo porque él me lo había ofrecido.

¿Ya ven porque quiero una emancipación de mi mente? Me lío por nada.

A mí no me metas en tus homosexualidades. Yo no tengo culpa de nada.

Cállate, joder, no estoy de humor ahorra para oírte ¿No puedes callarte por un segundo?

Dame alcohol y me callo todo lo que quieras. O en su defecto, una buena siesta, hace días que no descanso correctamente.

—¡¿QUÉ ONDA PERRIS?! —exclamaron desde algún lugar entre los árboles, aunque creo que el único que estaba entre los árboles era yo, más que nada, entre las ramas, ya me estaba divagando demasiado. Vi la gran sonrisa en el rostro de Lucas al ver a Ezequiel sentado sobre la banca del parque, de chinito. A su lado estaba Ale, haciendo trenzas en el cabello largo y enrulado del chico y luego también estaba Sebastián quien sonreía a medias mientras nos miraba llegar también de forma vaga. Me acerqué primero a él y luego a Ale para saludar, chocando las manos como de costumbre y acabé haciendo lo mismo con Ezequiel al final quien me miraba con algo de curiosidad. Y normal porque.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, lgbt

Editado: 17.06.2020

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