Después de mi conversación con Katherine, me dirigí a casa con un nudo en el estómago. Sabía que mi tía probablemente no estaría muy emocionada con la idea de que pasara tiempo con mis amigos después de todo lo que había sucedido, pero sentía que necesitaba este escape.
Al llegar a casa, el aroma reconfortante de la cena se mezclaba con la tensión que flotaba en el aire. Encontré a mi tía en la cocina, con una expresión seria pero no tan severa como esperaba.
—¿Qué tal fue el día en el instituto? —preguntó con un tono neutral mientras removía la salsa en la olla.
Mi corazón latía con fuerza mientras decidía cómo plantear mi solicitud.
—Fue... interesante. Almorcé con Katherine y sus amigos, y me invitaron a pasar las vacaciones en una casa de campo.
Mi tía dejó escapar un suspiro y se giró hacia mí, apoyando las manos en la encimera.
—No, lo siento —dijo con firmeza.
Mis esperanzas se desvanecieron al instante, y un sentimiento de frustración se apoderó de mí.
—Pero, tía... Por favor, es la primera vez que hago amistad con otras personas que no sean Jess. Si es por lo del otro día, discúlpame, pero por favor, déjame ir —supliqué, juntando mis manos en un gesto de súplica.
—No, Ava —repitió, con una determinación que no admitía discusión.
Entendí que no había forma de hacerla cambiar de opinión. Con un suspiro resignado, di media vuelta y me dirigí a mi habitación.
Una vez ahí, me dejé caer sobre la cama, sintiendo la decepción pesar sobre mis hombros. Era frustrante ver cómo una oportunidad para pasar tiempo con Klaus y los demás se desvanecía ante mis ojos.
Tomé mi celular y decidí comunicarle la noticia a Katherine, sabiendo que entendería mi situación.
"Mi tía no me dejará ir, lo siento", escribí, dejando que mi frustración se reflejara en las palabras.
Pocos minutos después, una respuesta urgente de Katherine iluminó la pantalla de mi teléfono.
"¿Qué?", fue su breve pero contundente respuesta.
"Debes ir, Avie", insistió.
La determinación en sus palabras me hizo reflexionar. ¿Debería rendirme tan fácilmente? Aunque mi tía había sido clara en su negativa, sentí que aún había una posibilidad de cambiar su opinión.
El agua de la ducha caía con un susurro constante, envolviéndome en su frescura mientras mi mente divagaba en pensamientos dispersos. El sonido del timbre cortó el silencio, y me quedé quieta por un momento, preguntándome quién podría estar llamando a estas horas de la noche. Con pasos vacilantes, salí de la ducha y me envolví en una toalla antes de dirigirme hacia la puerta.
El tiempo pareció estirarse en una eternidad mientras esperaba a que la persona del otro lado respondiera. Finalmente, el sonido de pasos se acercó, y mi corazón dio un brinco cuando abrí la puerta y me encontré con Katherine, acompañada por mi tía.
—¿Qué... qué haces aquí? —mi voz temblaba con la sorpresa mientras trataba de procesar la inesperada visita.
—Necesitaba hablar con tu tía, Ava. Señora Mary, ¿si la va a dejar? —Katherine miró a mi tía con una expresión suplicante, y sentí un nudo en el estómago al darme cuenta de que algo importante estaba ocurriendo.
Mi tía me observó con una sonrisa enigmática antes de dirigirse a Katherine.
—Tú y tu hermano quieren mucho a Ava, ¿no? La vez pasada, él me suplicó para que no me enojara con Ava y ahora tú vienes a pedir permiso por ella.
La mención de Klaus hizo que mi corazón se acelerara.
—Está bien, Ava puede ir, siempre y cuando me llame antes de ir a dormir —la voz de mi tía rompió el silencio, y un suspiro de alivio escapó de mis labios.
—¡¿En serio?! —la emoción inundó mis palabras mientras corría hacia mi tía y la abrazaba con fuerza— muchas, muchas gracias, tía.
—Deberías agradecerle a tu amiga, no a mí —la voz de mi tía llevaba un tono juguetón mientras me apartaba de su abrazo y me dirigía hacia Katherine.
—Claro —mis palabras fueron un susurro, pero mi abrazo hacia Katherine fue lleno de gratitud y cariño.
Después de un largo intercambio de palabras, las tres nos sentamos a cenar juntas. La conversación fluyó entre risas y confidencias, y poco a poco fui sintiendo cómo la tensión que había rodeado la visita de Katherine se disipaba, dejando un sentimiento de calidez y complicidad en su lugar.
Los días pasaron rápido, cada uno marcado por la anticipación creciente de las vacaciones que se acercaban. A medida que el tiempo avanzaba, me encontré sumergida en una mezcla de emociones, desde la emoción por pasar tiempo con mis amigos hasta la ansiedad por lo desconocido que me esperaba en el horizonte. Pero a pesar de todas las incertidumbres, había una sensación de optimismo y esperanza que se aferraba a mi corazón, recordándome que, incluso en los momentos más difíciles, siempre había personas dispuestas a estar a mi lado.
13 de diciembre de 2022.
Sentí unos pasos detrás de mí, un suave murmullo que interrumpió el silencio cargado de tensiones que siempre rodeaba nuestros encuentros. Al voltear, me encontré con Katherine, su mirada impasible como una máscara que apenas ocultaba la preocupación que la consumía. Era una escena que se repetía con frecuencia cada vez que ella y yo nos encontrábamos a solas, cuando el peso de nuestras conversaciones se volvía casi tangible.
—¿Qué ha pasado? —preguntó con una calma que contrastaba con el tumulto de emociones que yo sentía en mi interior.
—El mismo problema de siempre —respondí con un susurro apenas audible, apartando la vista hacia algún punto fijo en la distancia, tratando de escapar por un instante de la intensidad de su mirada.
Escuché el suspiro profundo que escapaba de los labios de Katherine, un sonido cargado de preocupación y frustración.
—Estoy preocupada por ti, Ava. Todos lo están —confesó, su voz llena de un anhelo por encontrar una solución a los problemas que nos acosaban.