CAPÍTULO UNO.
—. ¿Qué? —. Pregunté por su extraña e inusual orden.
—. ¡Llegamos! —. Exclamó.
—. Ah, yo…
—. Vamos, baja del auto. —. Dijo abriendo las puertas y bajando.
Me bajé y cerré la puerta detrás de mí.
Ella tenía mis dos maletas y tomé una.
—. Te llevaré a la dirección y ahí te asignarán a un guía. —. Dijo ella caminando junto a mi o bueno, yo junto a ella.
—. ¿Cómo se llama el lugar?—. Pregunté observando a todos lados.
—. Es el reformatorio Pearl Rose. —. Dijo.
—. Mmm, no le veo nada de perlas ni rosas, se ve muy… aburrido. —. Dije aún estudiando,.por cierto, ya habíamos entrado.
Afuera se veían tres enormes edificios, alineados, tenían pasto afuera, algunas bancas y flores y arbustos mal cuidados, claro, no olvidemos las rocas que guían a las entradas, en medio de estás rocas es cemento, los tres pasillos hacía las ventanas te llevan a, creo, la.banqueta principal.
Adentro en el edificio del medio, era un pasillo muy ancho, con algunas bancas blancas, vitrinas con diplomas, fotografías, trofeos, etc.
Llegamos a un lugar en el que el pasillo se abría a los costados y seguía enfrente.
Giramos a la derecha, habían muchas puertas con carteles, como: señorita Monroe, profesor Hanks, directora Johansson, y así.
Entramos en la de la directora, era muy amplia, un enorme escritorio en el medio, algunos sillones, cajoneras, documentos, fotografías, algo viejas y… una mujer joven que me observa enarcando una ceja sentada frente al escritorio. La directora.
—. Hola. —. Saludé haciendo una seña de amor y paz.
—. Buen día, senorita Turner. —. Saludó.
No me dí cuenta cuando arcoiris se fue, pero ya no estaba.
—... Te mostrará todo. —. Dijo y yo centré mi atención en ella.
—. Ah, ¿Genial?—. Cuestioné mi propio comentario.
—. Y éste… —. Tomó un documento. —... Es tu horario. —. Me lo tendió y yo lo tomé.
—. De nada... ¡Digo, gracias! ¡Gracias!… Gracias. —. Corregí mi error.
La directora iba a hablar, pero la puerta se abrió dejando ver a una chica, delgada, pálida, cabello blanco, con una perforación, shorts, tela de red en las piernas, blusa blanca, maquillaje oscuro, se veía rebelde. Mala.
—. ¿Ella?—. Preguntó a la directora señalándome parada algo encorvada.
La directora asintió. Yo estaba confundida.
La tipa salió.
La puerta se vuelve a abrir.
—. ¿Te quedarás ahí, zanahoria? —. Me preguntó esa chica.
Yo salí detrás de ella.
—. ¿Cómo te llamas?—. Preguntó analizandome de pies a cabeza.
—. Parker.
—. Soy Max. —. Se presentó. —. Joder, chica, tienes cara de que no tienes ni puta idea de qué mierda hago aquí. —. Dijo divertida. —. Soy tu estúpida guía.
—. Ah, ya entiendo. —. Dije.
—. Vamos, salgamos de este puto lugar. —. Dijo caminando.
Yo la seguí.
—. Te explicaré algunas cosas, que aunque no te importen ni un carajo yo tengo la jodida obligación de decirte.
—. ¿Por qué?—. Me atreví a preguntar.
—. La pendeja de la directora piensa que soy una mierda con la puta conducta, este es mi estúpido castigo.
—. Ah, entiendo.
—. No debes decir "Ah, entiendo" a todo, es algo estresante, la verdad no, pero me da por mentir.
—. Eres rara. —. Le dije.
—. No, tú... Bueno, sí. Pero al carajo eso, ¿A quién le importa?
Salimos de ese edificio y caminamos por el pasto hacia el de la derecha.
—. Nunca vayas a ese edificio. —. Señaló la izquierda.
—. Ah…¿Por qué?—. Cuestioné algo preocupada e intrigada.
—. Se ocultan los más imbéciles, idiotas, estúpidos y repugnantes seres de este planeta. Los putos hombres. —. Dijo con algo de disgusto.
—. ¿Me explicas?—. Fue una pregunta/petición.
Se detuvo.
—. Putos, —. Señaló el de la izquierda. — autoridades —. Señaló el del medio. — y lo mejor, Las perras. —. Señaló al último. —. Ahí es a donde vas.
—. Se dividen en hombres, mujeres y superiores, ¿No?
—. Tú dices mayonesa, yo digo estúpida mezcla espesa, tú dices mamá, yo digo puta, tú dices superiores, yo digo idiotas, sí, así son las cosas, linda. —. Dijo para seguir caminando.
¡Mis maletas!
—. No, olvidé mis maletas… —. Me golpeé la frente.
—. Cálmate, tipa, ¿En dónde las dejaste?
—. En la oficina de la directora.
Max silbó. Una chica morena de cabello hermoso se nos acercó.
—. Morgan, ella es Parker, Parker, ella es Morgan. —. Nos presentó.
—. Hola. —. Saludó agradable.
—. Hola. —. Devolví el saludo.
—. Sus maletas están con doña sé todo, ve a por ellas. —. Dijo Max.
—. Luego se las llevo. —. La chica, Morgan, se alejó.
Seguimos caminando.
Llegamos al edificio de mujeres y entramos, muchas puertas, demasiadas. Todas en el mismo pasillo.
Morgan llegó con mis maletas.
—. Gracias. —. Le sonreí tomándolas.
—. Bueno, debemos darle el recorrido. —. Dijo Max a Morgan. —. Salones, salones, baños, cocina, enfermería, así. —. Me "explicó".
—. Ahora lo bueno. —. Dijo Morgan. —. Para sobrevivir aquí, debemos darte advertencias y algunos datos.
—. No seas estúpida. No tanto. —. Habló Max. —. Okey, ella. —. Señaló a una chica. —. Es Corinne Duncan, chismosa, todo el día, todos los días, conoce cada novedad antes que todos, se la vive pegada a su celular, Monique Thompson, su esclava, dueña de la página que nos informa de cada pequeño detalle en este reformatorio.
—. Por allá. —. Señaló Morgan. —. Chantal Forest, la más tonta, feliz, y extranjera de todas, ama la moda y lo rosa.
—. Demasiado rosa y feliz para mí. —. Opinó Max. —. Willow Green, una loca, cínica, no piensa, sólo habla, ama bailar, todo el tiempo. Es jodidamente estresante.
—. Francis Callahan, —. Morgan señala a otra chica. —. Cada día tiene una nueva pareja.
—. Es una zorra. —. Escupió Max.
—. ¿Visita a los hombres?—. Pregunté.
Editado: 26.07.2020