Miré a mí alrededor, era mediados de un otoño cruel y muy frío. Y las hojas de la arboleda donde me encontraba caían en el suelo con la gramilla de color casi amarillenta. Las hojas de colores naranjas, amarillas y marrones, hacían un breve crujido al pisarlas y era algo digno de escuchar para aquellos a los que le fascinaba esta estación como a mí. El otoño era sin lugar a dudas, mi estación favorita, sin embargo, algo de este ambiente era denso, pesado.
Logré caminar solo un poco más, hasta llegar a ver a lo lejos, un lago, un gran y caudaloso lago. Estaba casi helado por las heladas que estaban cayendo últimamente en la ciudad. Estaba apreciando el lugar, cuando el viento comenzó a hacerse notar, haciendo que sintiese al fin el frío del lugar en mi cuerpo. Detrás de mi espalda había un galpón, abandonado, estaba oxidado, deteriorado. Y a unos pocos metros, unas maderas caían en el piso, parecían haber sido chiqueros para animales. Quizás esto había sido una granja hermosa hace años, pero por razones desconocidas ya no lo era.
Deje el enorme galpón detrás y camine a la parte trasera de esté, donde solo había un descampado con pastos secos y a lo lejos se podía ver la arboleda del inmenso bosque en el que parecía encontrarme. Pero no muy lejos pude distinguir, al fondo del lugar, una figura que salía del bosque, era algo oscuro de gran tamaño, se acercaba a donde me encontraba. Comencé a caminar hacía eso, aunque mis instintos más básicos me dijesen que no lo hiciera, lo hice. La adrenalina se apoderó de mi cuerpo, por si debía escapar en algún momento, pero a medida que más me acercaba, mis pies se iban petrificando en aquel lugar, sin dejarme llegar a ello, pero no era necesario caminar, porque lo que fuese aquello, se acercaba a mí con gran determinación. Comencé a intentar despegar mis pies del suelo, pero no pude, algo más allá de mí me mantenía en aquel lugar estancando mis pies. Estaba congelada en aquel bosque, sin poder mover ni un músculo de mi cuerpo, viendo a aquella oscuridad acercarse a mí.
Cuando estuvo a pocos metros, tuve una visión más clara de lo que estaba frente a mí. Parecía una nube color negro, que flotaba levemente rozando el suelo con su manto de oscuridad. Miré incrédula aquella imagen y atiné a intentar tocar lo que fuese, pero mi mano solo pasaba a través sin tocar nada. Estaba comenzando a desesperarme cuando vi una mano humana salir de entre las sombras, y no fue exactamente eso lo que me horrorizó si no el hecho de que entre su mano tenía un arma. Aquella mano era larga, grande, huesuda y sostenía con fuerza una guadaña, su cuchilla estaba filosa, era color plateado y brillaba tanto que pude ver mi reflejo en ella. La punta de la enorme y filosa cuchilla fue puesta sobre mi frente y pude sentir lo fría que estaba.
—¿Qué eres? —Pregunté casi en un murmullo que no lograba salir del todo de mi boca, pero eso entendió perfectamente mi pregunta.
—Lo que soy escapa del entendimiento de un humano, está fuera de tu alcancé. —Respondió una voz suave que no dejaba que pudiese determinar del todo si era femenina o masculina, sin embargo, tenía más tintes masculinos. La voz resonó por todo el campo, era como si no viniese solo de aquel manto de oscuridad, sino de todos lados, como si fuese un eco simplemente. Y por alguna extraña razón aquella voz, resonaba familiar ante mis oídos.
—¡Recuerda! —Ordenó y mis ojos se cerraron instantáneamente.
Muchas imágenes pasaron frente a mí, pero no pude verlas a todas. Desperté transpirada, con falta de oxigeno y casi al borde del llanto. Toqué mi frente instintivamente, pero todo estaba bien. Tenía un dolor de cabeza agudo, pero nada fuera de lo normal.
Gatee hasta la ventana de mi habitación y apoye mi cabeza suavemente en el filo, observando las montañas a lo lejos.
La primavera acababa de empezar y era la primera vez en mi vida que no quería que se terminase.
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Editado: 22.01.2021