Debajo de un árbol de espinas, me enamoré

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Todos los sábados, la princesa daba un recorrido por el pueblo a caballo, está vez sus compañeros la acompañaron ya que Desmond no quería dejarla sola, si Red Moon iba por la princesa no iba a dejárselos tan fácil.

Adelaide iba tranquila en todo el camino, no quería perderse en su mente porque sabía que sería difícil salir de ahí y no quería recordar nada, sólo quería vivir el momento como cualquier día paseando por el pueblo que ama, no iba a permitirse vivir preocupada siempre, además todo el reino estaba protegido y ella también, no tenía porque temer.

Fue una tarde normal entre juegos y bromas entre todos, adelaide era feliz con sólo eso, al llegar al palacio observó el limite donde había visto la sombra la última vez y como lo esperaba, no había nada ahí, suspiro y se dirigió a los establos.

Al salir noto una esfera verde atravesando el cielo y chocando con la barrera, sus caballeros la rodearon para protegerla, esta vez eran más esferas las que golpeaban contra Milenio pero la barrera era fuerte y con un ataque como ese no podría derrumbarse.

Frente a la barrera estaban cuatro chicos, se veían como unos adolescentes, pero podía sentir su odió hacía ella por lo que se preguntaba ¿que es lo que pudo haberles hecho para que la odiarán?
Al mirarla le mostraron una sonrisa tétrica que tuvo que ocultarse detrás de Desmond.

-¿Entonces esa es la princesa?- dijo una chica rubia.

-Es más hermosa de lo que nos imaginamos- dijo el pelinegro de ojos verdes.

-Basta, la asustan- dijo en tono burlón la castaña detrás del pelinegro.

-¿Quienes son?- preguntó Heros.

-¿Nosotros?- parecía que todo a su alrededor le divertía- Somos Red Moon, al Señor de las tinieblas le dará gusto saber que sigue aquí.

Un escalofrío recorrió a Adelaide cuando se dio cuenta que su visión se estaba haciendo realidad, los rebeldes estaban ahí por ella para entregársela al Rey Oscuro, aunque no pudieran derribar la barrera sabía que harían lo imposible por lograr su objetivo.

-Largo!- Uriel estaba frente a ellos- No pueden pasar la barrera, no podrán hacer nada, así que largo- dijo burlón, lo cual a los rebeldes no les gusto saber que no tenían ventaja ahí.

-Muy bien niño bonito pero regresaremos por ella- apunto la castaña a la princesa- y ese día se te borrará la sonrisa arrogante de tu cara.- dijo para después retirarse y desaparecer en el bosque.

Uriel observó a la princesa y le estiro los brazos a lo que no se negó y lo abrazó para estar tranquila, Uriel siempre sabía que hacer para que estuviera tranquila.

Todos sabían lo que los rebeldes eran capaces de hacer por lo que tenían que preparar un plan, en caso de que intentaran llegar a la princesa de otra forma.

Mientras tanto, los rebeldes hacían rabietas, ya que el señor de las tinieblas se los había advertido y cuando se enterase de lo sucedido la iban a pasar muy mal, la castaña estaba al borde de lágrimas por haber desobedecido gracias a que el la rubia tuvo la excelente idea de ir por la princesa y acabar con ella lo antes posible.

Al llegar fueron llamados y al estar frente a señor de la oscuridad se arrodillaron con la cabeza inclinada hacía abajo en señal de sumisión.

-¿Y bien?- habló en tono autoritario- Veo que no traen consigo a la princesa ¿donde está?- dijo mirando la sala.

-Señor, intentamos derribar la barrera pero es muy fuerte y...

-Silencio!! ¿Acaso no les dije que esperaran!?- los cuatro temblaron ante el tono furioso del señor de las tinieblas.- ahora se esfumó la sorpresa, más les vale a los cuatro traerla ante mí, esperaremos a tener la suficiente oscuridad para derribar la barrera.

-Si señor- dijeron al unísono.




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