Capítulo 8:
[Ben]
Pasado...
Me acomodo en el asiento y observo por la ventana las calles repletas de la ciudad. Se notaba que era un día entre semana normal, había el movimiento habitual de siempre. Sonreí ante eso, amaba la ciudad. Creo que no podría vivir lejos de esto, del ruido, de la gente y más que nada de esta cafetería. Es donde me encuentro en este momento, esperando por Savannah, mi novia.
Me ha enviado un mensaje diciendo que necesitaba hablar conmigo y que era muy importante. Supongo que sé adónde quiere llegar con la conversación, tarde o temprano sucedería. Al final los chicos tenían razón sobre ella y me tocaría dárselas. ¿Pero que más daba? Era inevitable.
¿Estaba triste? Por supuesto que sí. ¿La amo? ¡Maldición si! ¿Pero debería obligarla a quedarse junto a alguien que no quiere? Pues no, no podría hacerlo. Así quedé hecho mierda con su partida, debía aceptar que no me amaba y que sólo estuvo conmigo porque pensó que sería alguien importante en el mundo de la música. ¿Qué si es interesada? Al comienzo no lo veía, pero pronto mis amigos me hicieron ver que si era de ese modo. Vale, me negué al comienzo. Pero ahora sabía que ellos habían acertado y que fui un ciego. ¡Peor que eso! Joder.
—Ben —dice su voz y es cuando dejo de observar por la ventana, se sienta frente a mí.
Respiro con profundidad y me hago de todo mi autocontrol para no derramar una lágrima. Lo sé, estoy siendo patético. Más que patético, estoy siendo un marica. Si James me viera, me daría la golpiza de mi vida.
—¿Vas a dejarme cierto? —más que a una pregunta, lo estoy afirmando. Porque sé que será así.
Savannah no lo niega, sino que aparta la vista algo avergonzada. Ja, suena ridículo que este así. Vamos me va a dejar y con seguridad será porque tiene otro con mejor futuro.
—Lo siento Ben, pero no puedo estar con un perdedor —duelen, sus palabras duelen. Pero me sorprende que las diga así, sin remordimiento alguno—. No hay futuro para nosotros, conocí a alguien más —lo sabía.
Solté una risa sarcástica y eso le sorprendió. ¡Basta Ben! Eres mejor que esto y si ella no puede verlo, entonces no es para ti. No pienso derramar una lágrima y menos darle el gustó de verme mal.
—Savannah vete al carajo —le espeto y sonrío—. Yo seré alguien importante en la música y cuando regreses porque será así, no estaré para ti —suelto divertido, me levanto de mi lugar y caminó hacia la salida del establecimiento.
Pero su voz detiene mi andar: —¡ERES UN JODIDO IMBÉCIL SI CREES QUE TRIUNFARAS! ¡ERES Y SERÁS UN MALDITO PERDEDOR! —gritó dejándose en evidencia y no pude evitar reír.
Volteo un momento para verle y regalarle mi mejor sonrisa, para luego decir: —No soy ningún perdedor y lo sabes —digo—. Pero gracias por al fin mostrar quien eres realmente, los chicos no se equivocaron contigo. Eres una perra sin duda alguna — suelto y retomó mi camino hacia la salida.
¿Estaba destruido ante sus palabras? Pues si, ¿quién no lo estaría? Tampoco me hará menos hombre soltar un par de lágrimas, aunque intentaré que los demás no me vean. Quizá deseaba realmente creer en mis palabras anteriores, esas de que no soy un perdedor. ¿Pero eran ciertas? ¿O Savannah tenía razón al decirlas? Pues no lo sabía con exactitud, pero debía descubrir cual era mi lugar en el mundo. ¿La música lo era? Pues creía que si o intentaba pensar que no me equivocaba al elegir ese camino.
Presente...
Aprieto el volante, hasta que mis nudillos quedan blanquecinos. No podía creer aquello, había escuchado con atención la historia de la castaña. ¿Cómo alguien podía ser capaz de hacer tal daño sólo por un rechazo? Tal parece que ese idiota de Joey West y pensaba hacerle una agradable visita en algún momento. Supongo que Sean no lo sabía o al menos esa pequeña parte de la historia. Porque puedo asegurar que no seguiría con vida y si Sam lo supiera, no quiero imaginar de lo que sería capaz.
Sus sollozos retumban en el pequeño espacio y me siento miserable al tener que verle en aquel estado. No merecía haber pasado por ello, de verdad no lo merecía.
Respire con bastante profundidad antes de hablar: —Debería buscarle y partirle su cara —mascullo dejando en evidencia mi molestia—. ¡Es un jodido enfermo! ¿Cómo se atrevió a algo así? ¿Cuán hijo de puta se puede ser? —pregunté, sabiendo que ninguno tenía las respuestas. Pero esto era demasiado, ese tío era un imbécil. Peor que eso y no cabía ninguna duda de ello. No estaba en sus cabales, era un maldito loco.
—Eres de los pocos que lo saben —admitió entre sollozos—. No he podido contárselo a mi hermano, temo que le busqué y cometa una locura. Has visto como se puso al ver a James —me recordó el incidente de hace un rato.