Hoy debe ser el día más feliz de su vida, el césped está cubierto de rosas blancas, cortinas de seda adornan el lugar, el romanticismo de la decoración es lo que toda mujer sueña, en terapia había aprendido a controlar los nervios en base a su respiración, inhala, exhala, pero, Vanesa no logra calmarse, desde un balcón observa como poco a poco los invitados empiezan a llegar, el ramo de rosas rojas casi se cae de sus sudorosas manos, sus hermanas cuchichean a su alrededor pero Vanesa está tan nerviosa que no entiende el tema de conversación.
—Es hora — dice la mayor de las hermanas con una enorme sonrisa en el rostro, Vanesa le devuelve la sonrisa con mucho esfuerzo.
Abajo está su padre esperándola, luce tan guapo y feliz, su madre la saluda al borde de las lágrimas, hoy debe ser el día más feliz de su vida, piensa, mientras toma del brazo a su padre, la música suena, Vanesa casi no se percata del momento en el que ha empezado a caminar, un paso, otro y otro más, levanta la mirada, cariño, la voz de su padre la saca de su trance nervioso, ni siquiera se había dado cuenta de que caminaba mirando sus zapatos, entonces levanta la mirada y ahí frente al altar está él esperándola, con una enorme sonrisa en el rostro, se ve realmente guapo, Vanesa sonríe mientras un nudo de nervios crece en su estómago, al llegar su padre le da dos besos, todo el mundo está viéndola, él tiende su mano y Vanesa la toma, su piel es tan cálida, hoy debe ser el día más feliz de su vida.
El tiempo pasa, palabras van y vienen, todos la miran y sabe que ha llegado el momento.
—Yo Vanesa Gonzales— empieza hablando pausadamente, el nudo de nervios sigue creciendo — te quiero a ti … — entonces no puede seguir hablando, toda su vida se ha detenido en una oración y no puede articular palabras, los consejos de su terapeuta llegan a su mente, hoy debe ser el día más feliz de su vida, pero, ¿acaso es esta la felicidad que desea?