"Estoy recordando la manera en que nos conocimos y sonrío.
La vida no me ha tratado bien,
pero me premió contigo"
Aquel fragmento de aquel autor anónimo ronda en mi cabeza cada vez que tu recuerdo viene a mis pensamientos.
Tan cierto pero a la vez tan incierto...
Como la vida misma, tan injustamente justa.
Sin vida.
Es como describo mi cabello en este preciso momento mientras lo trenzo.
El suave toque que se siente, el roce, me hace recordar todo por lo que he tenido que pasar.
Miro al suelo, está obscuro debido a la prometedora fría noche que se asoma. Me pongo a pensar y alzo la cabeza. Miro al frente y sé que en la habitación de en frente está mi mamá.
Aquella persona que conmigo, ha sabido tratar de sobrellevar todo esto.
Regreso mi rostro a la ventana, logro sentir aquel aire fresco chocar contra mi rostro, reconfortándome en mis propios pensamientos de que, algún día, estaré sintiendo aquella brisa que tanto anhelo, respirando aquel aire lleno de vida y mirando aquel mar que llenará mi alma de gozo al saber que, por primera vez en mi vida, soy feliz, libre y yo misma. Estaré donde realmente quiero estar. Y quiero que estés ahí, conmigo.
Es totalmente absurdo pensar en ello.
Hace poco tiempo que ya me rendí ante ti, o, a decir verdad, la segunda vez. La primera, fue cuando choqué con esa mirada, esa que ha sido la más profunda que he visto pese a las milésimas de segundos que pude contemplarla. Desde ese momento, supe que sería tuya. Anhelaba que así fuera.
Pero, mírame ahora. Son las 12:46 am y sigo pensando en ti, cuando seguramente tú estás durmiendo o haciendo cualquier otra cosa con relevancia a ti, pero por ni un instante paso yo por tus pensamientos como tú los rondas en los míos.
Estoy cansada, ¿sabes?; cansada de siempre dar más cuando la que lo necesita soy yo. No sé de dónde saco tanto para dar, cuando la realidad es que yo estoy aún más vacía. Quisiera que pudieras ver eso, que pudieras ver cuán esfuerzo me toma el poder demostrarte lo importante que eres para mí y así, tú pudieras, quizá, interesarte un poco en mí. Pero no pasará porque, recuerdo mi rostro ante el espejo, recuerdo mi personalidad y mis pésimos gustos.
Recuerdo el cambio que todos los medicamentos, las hospitalizaciones, las recaídas han hecho en mí y lo último que puede salir de mi boca es: ¡Oh vamos!, ¿quién en su sano juicio te escogería?