Tom está empacando. En unas horas estará en un avión. Ya es hora de descubrir y vivir por su cuenta. Bueno, sólo el tiempo de sus vacaciones. Sus padres (específicamente su padre) lo acostumbraron a conseguir todo a través de ellos. No podía experimentar lo que era conseguir su propio dinero, por ejemplo. Aquello le molestaba, pues su espíritu aventurero le exigía cosas nuevas. Su padre lo está ayudando, o eso intenta.
- Papá, ¿De qué sirve que dobles mi ropa, si al final lo vas a amontonar con todo eso? - Carcajea señalando la torre desordenada que cubre una de sus maletas.
- No es para tanto, hijo. - Dice - Además, cuando llegues, vas a sacar todo otra vez. - Termina riendo.
Ambos carcajean. Pero esa risa se esfuma cuando su madre, una mujer con un cuerpo delgado con prendas que cubre hasta sus brazos y piernas, se para en el marco de la puerta de su habitación. Con una cara seria.
- Thomas, el auto ya está abajo. - Dice sin emoción alguna en sus palabras. - Apúrate. Bruce, no lo distraigas.
Ambos asienten y hacen lo que Clarise, la mujer, dijo que hagan. Cuando termina, baja hasta la salida. Y cuando ya estaba abajo, su padre lo observa con ojos llorosos.
- Cuídate mucho, hijo. - Lo abraza y luego lo separa para verlo a la cara - No te olvides y visítanos de vez en cuando ¿De acuerdo?
- Sí papá... - Dice - No te preocupes, los visitaré. - Ve a su padre limpiarse unas cuantas lágrimas que se escaparon.
Terminan su despedida con un último abrazo y Tom se dirige al auto.
Su madre, por otro lado, se limita a observar la situación desde la ventana de su oficina. Ella es una mujer fuerte e independiente, pero cree que para seguir siendo así, no tiene que ser sentimental. Se perdió muchas etapas y cosas de su hijo, se arrepiente enormemente de eso en silencio. Pero ya no hay vuelta atrás.
...
Tom ya llegó a su destino. Bueno, casi, ya que para llegar, tiene que ir en otro auto. El pequeño pueblo, el lugar a donde se dirige, está absolutamente rodeado de naturaleza y alejado de la ciudad. Por lo que un avión no cabría allí.
Por fin llega. Le paga al chofer, baja sus maletas y se dirige al departamento que ya había comprado con anticipación. Guarda su ropa, ordena su cama y sale a explorar el lugar.
Ya estando afuera, mira por los alrededores, muere de hambre por culpa de todo el viaje y mudanza. Afortunadamente encuentra una cafetería. Entra y se sienta en una mesa. Parece que no es una muy buena época, pues está casi vacía.
- ¿Qué desea, joven? - Una señora le sonríe.
- Ehhh.... - Tom mira la carta - Unas tostadas y un café. - Por fin se decide.
La señora asiente y se aleja aún con la sonrisa. Tom mira y examina el lugar. Le recuerda la casa de su abuela, acogedora. Mientras seguía examinando, siente que alguien le toca el brazo.
- Hola - Dice algo nervioso - ¿Puedo hacerte algunas preguntas? - Tom lo mira arrugando su entrecejo algo extraño - No te preocupes, son sencillas. - Termina con una risa nerviosa.
Es un chico castaño y tiene el cuerpo de un atleta profesional. Aunque su expresión no diga lo mismo. Parece que está a punto de explotar por los nervios.
- Pues... - Lo piensa un poco - Sí. Sí claro. - Le hace una seña para que se siente.
- Gracias. - Dice sentándose en la silla que le indicó. - Las preguntas son sobre el parque principal. ¿Estás de acuerdo con que se agrande el parque, sabiendo que acortarán las...
- Oh... Lo siento, pero no conozco ese lugar. - Le interrumpe - Acabo de llegar.
El castaño pone su cara roja de la vergüenza. Ahora sí que parecía que iba a explotar. Se quedó boquiabierto.
- Ah. No sabía. - Dice un poco nervioso mientras acomoda los papeles en la que tenía sus preguntas. Bueno, muy nervioso - Lo siento por incomodarte. Ya me voy.
Mientras se preparaba para levantarse, la señora llega hasta ellos con lo que pidió Tom.
- Su pedido, joven. - Sonríe y luego se dirige hacia el castaño - ¡Sebastián! ¡Tiempo sin verte! - Grita aún con esa sonrisa.
- Bu. Bue. Buenas tardes, señora O'Neill. - Dice con dificultad mientras se prepara para salir. - Lo lamento mucho, pero estoy algo apurado. Adiós. - Se despide y sale lo más rápido que puede.
Cuando el castaño ya está fuera de la vista de la señora, ésta suspira.
- Es un lindo chico... - Dice para sí misma en voz alta - Es un muy buen partido para mi Emily...
Tom actúa como si no la hubiera escuchado. La señora se aleja de él con la misma sonrisa. Tom come tranquilo. Un poco sorprendido, pero tranquilo de que por fin pueda comer en paz.
Cuando termina de comer, sale del local y camina hacia su departamento sin ningún apuro para disfrutar el atardecer. Mientras camina, ve al mismo castaño, sólo que éste no lo ha visto. Se acerca para poder hablar con él más tranquilo.
- Hola otra vez. - Dice con una pequeña risa.
- Ah. Hola. - Dice aún nervioso.
- Perdón por lo de la cafetería... - Trata de animarlo.
- No te preocupes. - El castaño le dice - Es que la señora O'Neill cree que su hija y yo debemos estar juntos... - Mira hacia todo manos.
- Y... ¿Tan malo es eso? - Dice levantando una ceja.
- No. No es eso. Ella es muy hermosa. - Dice de golpe - Es que tiene un carácter un poco rudo... - Suspira - Y yo soy alguien más sensible, creo...
Editado: 17.03.2020