El Cuartel General de los Defensores de Havenfield es más grande de lo que imaginé. Está construido en un extenso valle humanamente moldeado, bordeado por dos colinas bajas que las imagino con sus suelos tapados por gamelotes adornados con capín melao y gran variedad de árboles, y protegido, luego, por una inmensa cordillera que se eleva hasta el cielo, en el que logro divisar los esqueletos de árboles que perecieron con el desastre ambiental y la notoria presencia de pocas plantas vivas, propias de la reforestación hecha por la mano de los hombres y mujeres de este cuartel.
Sus jardines tienen el pasto bien podado, tanto que parece alfombrado y adornado con mangos, cedros, robles y alguno que otro samán bien preservados a pesar de la Gran Devastación, y sus ríos y canales que corren por toda la superficie del valle, nacen y mueren en un sistema de tuberías y bombas subterráneas. La función de su hidrografía es meramente decorativa, pues el sistema de aguas limpias y drenaje es una red aparte.
Increíblemente, reconstruyeron sus calles, algunos edificios, galpones, hangares e incluso jardines en tiempo record. Lejos, lo suficientemente retirado de los edificios y en una zona despejada, pueden observarse luces de colores en líneas rectas y paralelas por una extensión de casi dos kilómetros. Es el Aeropuerto Charlotte, y está bajo control y cuidado de los Defensores.
Sin duda, una obra magnífica cuya reconstrucción avanza a pasos exponenciales. Con algo de suerte, cuando llegamos, quedaba algo de luz solar que nos permitió admirar la grandeza de este complejo militar que se pierde de vista.
Mi cara mantiene una expresión de incredulidad.
Todos los del convoy número tres vamos en filas, caminando hasta un autobús que nos llevará hasta el dormitorio. Logro contar cuantos venían en mi convoy; somos catorce. Damián lidera y Kate va, como nos formamos al llegar, delante de mí.
En el autobús, Kate se sienta en la ventana izquierda de la segunda fila de asientos y yo, en el pasillo, junto a ella.
- No debí decirte eso –susurro–, pensé que lo habías escuchado cuando Damián lo dijo.
- Sí lo escuché –responde–. ¿Por qué no estás seguro, Jordi? Estabas seguro cuando decidiste abandonar a tu familia para venir aquí a arriesgar tu vida. ¿No puedes estar seguro con algo tan sencillo como eso?
- No es sencillo, Kate. Resulta ser más complejo de lo que parece.
- ¿Ves? Sientes algo por ella, también. Y lo entiendo, la conoces desde hace años. A mí, en cambio, me acabas de conocer.
- Ese no es el problema.
- ¿No? Entonces, ¿cuál?
- Que eres un gran apoyo. Que si te pierdo, Kate Smith, no queda nada, se acabó, adiós. ¿Entiendes?
- Pero si no me vas a perder –dice en tono consolador–, no me iré de tu lado mientras estemos aquí.
- Tú no, pero una bala en el lugar correcto te arrancaría la vida… y no quiero eso… eres… genial –las palabras me salen a cuentagotas mientras me doy cuenta de que era mi corazón el que hablaba. Me muerdo el interior de la mejilla para obligarme a callar.
Kate baja su mirada y guarda silencio durante todo el camino.
Realmente, lo que no soportaría es fallarle, no poderla regresar con vida del combate, no me lo perdonaría. En mi conciencia estaría la muerte de otra persona más por la que no pude hacer nada para salvarla. Perdí a un gran segundo padre, como lo era el Sr. Sears.
Nuestro dormitorio es un galpón de tamaño regular, con un cartel que tiene un número 3 escrito colgando en su puerta. Tiene alrededor de treinta literas, algunas ya ocupadas. Puesto sobre cada cama, hay un sobre amarillo con la planilla de registro dentro.
- Ubíquense desde la litera 23 hasta la 30 –nos dice Damián–, desempaquen sus pertenencias y colóquenlas en el baúl que se encuentra frente a su litera. Cada baúl tiene dos compartimientos, uno para cada uno. Luego, llenen sus planillas y, dentro del sobre, las colocan encima del baúl de su litera. Tienen diez minutos, para luego salir y formar para ir al comedor.
- ¿Y nuestro uniforme, Distinguido? –pregunta un chico blanco, de cabello rojizo.
- Su uniforme no lo tendrán aún –contesta Damián–, pues se están cambiando a color gris urbano. Por ahora, tendrán el deportivo para los entrenamientos, que comenzarán en dos días.
Hay un leve murmuro en el dormitorio. Yo sólo atino a preguntarme por qué están cambiando el tradicional uniforme de los Defensores, este camuflaje entre verde oliva y oscuro que se usó por tantas décadas y que en la historia antigua también se usó.
Editado: 02.10.2018