Tomo la grabadora plateada y la acerco a mis labios.
—Excavación al norte de Sohag, en la aldea de Kom Shakau, Egipto —empiezo diciendo—. El diecisiete de diciembre del 2017, trabajadores encontraron estas ruinas por accidente. En la excavación del lugar encontramos veinticuatro momias en perfecto estado y tres que presentaban algunos daños. Hasta lo que hemos podido determinar, creemos que tiene que ver con rey Ergamenes, quien en aquella época había abandonado Meroe para trasladarse a Napata.
Hago una nota para pedir una exploración sobre el perímetro del que era el Reino de Kush, que es actualmente Sudan, ya que estos dos lugares entran en estas limitaciones y debemos determinar si no hay algún otro hallazgo que confirmen aquella hipótesis sobre que, en efecto, lo que hemos hallado hasta ahora pertenece a Ergamenes.
—A continuación, procedo a decir los objetos encontrados…
Enumero uno a uno los objetos mientras voy mirando los que tengo frente a mí, antes de continuar con los de la lista que se encuentran en la bodega del área egipcia, aquí en el museo. Necesito catalogar todo lo que encontramos en aquellas ruinas y después de eso, realizar mi informe sobre los objetos y su valor para determinar a donde van a ir. Porque no todos los objetos, esculturas, cuadros o sarcófagos que llegan aquí al museo, se quedan aquí. La mayoría solo se quedan para ser estudiados y después van al museo que le corresponda según su importancia historia.
Tomo el jarrón que se ha encontrado en perfecto estado y lo coloco contra la luz mientras paso mis dedos por sus bordes.
—Supuse que todavía estabas aquí —dice Leo, mi amigo, desde la puerta de mi oficina —¿Sabes lo que hacen las personas normales cuando termina su horario de trabajo? Se van a casa a descansar.
Dejo el jarrón y le sonrió a Leo.
—¿No te has dado cuenta todavía? Yo no soy una persona normal.
Él resopla mientras se recuesta en el marco de la puerta y se cruza de brazos.
—Sé que no eres normal, pero eres humana y necesitas descansar, así que vamos. Iremos por algo de comida y te dejaré en tu casa para que intentes dormir un poco.
Leo se acerca a mí y me ayuda a ponerme mi abrigo, yo le digo que aún tengo mucho trabajo que hacer, pero él no acepta una negativa como respuesta y me obliga a tomar mis cosas para poder irme a casa.
Cuando estamos en su auto camino a comprar algo de comida, le pregunto cómo le fue en la conferencia que tuvo en Boston.
—Ya tengo cita para la boda de Tracy.
Leo no oculta su asombro ante lo que le acabo de decir, y no lo culpo, yo no salgo mucho y él mejor que nadie sabe que solo paso de mi trabajo a mi apartamento y viceversa. Por el momento mi vida social es nula.
—¿Quién es el afortunado galán? Por cierto, me ofende un poco que no me hayas invitado a mí.
—Tú eres mi amigo y tienes novia. Voy a ir con Raymond Larson, es sexy. Lo invité la semana pasada, es quien está a cargo del laboratorio de antropología.
Él enarca una ceja en mi dirección.
—Sé quién es, también sé que antropólogo, y pensé que no te gustaban, siempre dices que son egocéntricos y te estresa que siempre quieren tener a última palabra en todo.
—Leo, relájate, solo me va acompañar a la boda, no me voy a casar con él.
—Bueno, así empiezan, y cuando menos te des cuentan ¡Bang! Ya eres tú quien se va a casar y yo tengo que estar a tu lado ayudando a que no entres en pánico y viendo que te veas perfecta en tu boda y que tu familia no te estrese. Mira, ese día aun no llega y ya me estoy estresando.
Me rio ante lo que él dice.
Conozco a Leo desde la universidad, él se ha especializado en arqueología medieval y trabaja en esa área en el museo. Ambos nos separamos después de la universidad, pero nos volvimos a encontrar hace año y medio, cuando empezó a trabajar en el museo. Antes de su llegada, yo tenía solo un par de meses trabajando ahí.
Él me invita la cena y cuando me deja en mi casa, me pide que intente dormir y que no me olvide de desayunar antes de ir al trabajo mañana.
Cuando llego a mi apartamento me quito el abrigo y mis zapatos, antes de encender la luz del pasillo.
—Cariño, estoy en casa —digo con ironía mientras camino por mi solitario y silencioso apartamento hasta mi habitación.
No me molesta llegar a un apartamento sin que nadie me esté esperando, creo que me he acostumbrado a eso y ya lo veo como algo normal, en realidad a veces me pongo a pensar en cómo será volver a compartir vivienda con alguien o como será volver a tener novio, porque llevo ya mucho tiempo sin estar en una relación, que ya ni recuerdo como es. No recuerdo la dinámica a seguir o el tiempo que uno se debe tomar entre etapas.
A veces hay momentos en que estoy sola un domingo en la noche viendo una película romántica donde me gustaría tener una relación, estar compartiendo o contar con alguien cuando he tenido un mal día, pero al mismo tiempo, a veces no quiero hablar de nada con nadie y no tengo tiempo para otra persona, porque mi tiempo es exclusivo para los objetos que pertenecían a faraones, reinas y princesas un imperio que ya no existe.
Cuando reviso mi teléfono veo que tengo un par de llamadas perdidas de Miguel y un correo de mi mamá. Yo decido hablar primero con mi hermano antes de abrir el correo de mi mamá.
—¿Mamá te escribió? —me pregunta él apenas contesta el teléfono.
Entiendo que será una de esas llamadas.
—Hola, hermano, yo estoy bien gracias por preguntar. ¿Tú como estas? ¿Qué tal Perú?
Puedo imaginarlo aplastando el puente de su nariz para reprimir la frustración que debe estar sintiendo ahora. Pero yo he tenido un día largo y no estoy de humor para ser su saco de boxeo.
—Ate, deja el sarcasmo. ¿Por qué me escribió mamá? Te dije que le digas que no quiero que lo haga, que no me interesa lo que tenga que decir o lo que está haciendo. No me interesa nada que venga de ella.
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Editado: 20.12.2021