El impulso de salir corriendo directo al aeropuerto de nuevo era incontrolable en mí. A pesar de que había comprado un pasaje de ida y vuelta para dentro de un mes, no me importaba. Gastaría lo que fuera necesario porque no toleraba quedarme un minuto más en ese lugar, ni siquiera toleraba la idea de estar en el mismo país o en el mismo continente.
Tomé el primer taxi que encontré y me subí. Le indiqué de mala gana a donde debía llevarme y me sentí como un completo idiota. Sentía mi sangre hervir de la ira, y entre más avanzaba el auto, más fuertes se volvían las ganas de golpear algo y yo más débil al intentar evitarlo.
Al final no pude aguantar más, y le di un golpe más fuerte de lo que había pensado al asiento de enfrente.
El taxista me echó una mirada por el retrovisor, no me había dado cuenta, pero realmente debía verme mal. Intenté ignorar su mirada curiosa y ladeé la cabeza, mirando el paisaje de Inglaterra.
Tenía unas inmensas ganas de escribirle a Víctor, llamarlo e insultarlo hasta decirle del mal que se iba morir, iba a maldecirlo tanto que hasta su décima generación se acordaría de ello.
Sentí que el trayecto de vuelta al aeropuerto había sido más corto que cuando iba.
Me bajé como un torbellino, llevándome a la gente por el frente. No me importaba, la necesidad de irme de la humillación por la que había pasado me apremiaba.
—Buenas tardes señor, necesito un vuelo de vuelta a Estados Unidos ahora. —Mis palabras salieron apresuradas, el hombre me echó una mirada curiosa, parecía de mal humor.
—Mmm, lo lamento señor, pero no tengo vuelos disponibles para Estados Unidos en este momento, ¿le interesaría otro destino?
¡Maldición!
Respiré y tomé aire antes de volverle a hablar al tipo de mediana edad, calvo y con lentes, que me miraba con impaciencia. Detrás de mí había una fila y estaba empezando a alargarse cada vez más mientras yo no me decidía.
—¿Cuál es la fecha más próxima que tiene? —pregunté.
—Déjeme ver…
El hombre parecía tomarse las cosas con calma, como si supiera lo mucho que eso me irritaba.
Empecé a tamborilear con los dedos sobre el mostrador mientras el tipo incluso tarareaba, apreté el puño con fuerza para intentar calmarme, lo que menos me convenía en ese momento era que me arrestaran por golpearlo.
—¿Y bien? —pregunté de nuevo.
El tipo levantó la vista por encima de sus lentes y la dirigió de nuevo a la pantalla.
—El próximo vuelo disponible para Estados Unidos sale dentro de dos semanas, es temporada vacacional y todo está lleno.
—¡Usted tiene que estar bromeando! —levanté mi tono de voz tres octavas y el sujeto se echó instintivamente hacia atrás.
—Lo lamento señor, ¿va a comprar algún boleto?
La mujer que estaba detrás de mí, me miraba con impaciencia también.
—No. Gracias.
Salí de la fila agotado y más enojado que antes. ¿Qué carajos iba a hacer un mes en Inglaterra? ¿Ver cómo era feliz con alguien más?
Lancé mi cuerpo como un bulto contra las sillas del aeropuerto, resoplé y me estrujé la cabeza con las manos.
No tenía opción, debía ir a algún hotel, ya mañana intentaría irme de alguna otra manera o quizá por otra aerolínea, pero hoy estaba agotado, las emociones y el viaje habían sido demasiado para mí.
El dinero no era gran problema, me había venido con una buena reserva, así que tomé otro taxi hasta un hotel. No quería estar ni siquiera en la misma ciudad que ella, mas, casualmente, el taxista me sugirió un hotel que estaba a unas quince cuadras de su edificio.
—¿No hay otro, uno que esté más lejos?
—Este es uno de los mejores, super visitado por turistas —me explicaba el hombre.
Me cansé de batallar así que acepté que me llevara con resignación.
El servicio fue rápido y cómodo, en menos de veinte minutos ya estaba instalado en una de las suites del hotel con vista al Támesis.
La tarde estaba por caer, y no podía negar que era un atardecer espectacular, igual a los que me gustaba ver en California con Sharon.
Me sorprendí a mí mismo pensando en ella y fue raro, como si mi cerebro intentara sacar a Amalia de cualquier forma, aunque eso significara tener que meter a cualquier otra en mi cabeza.
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Editado: 03.11.2019