La acompañé de vuelta al hotel después de eso, y aunque continuamos hablando como si nada hubiera pasado, los dos temas anteriores habían cortado toda la atmosfera romántica que habíamos tenido.
Mi mente no podía dejar de divagar en el hecho de que ella había vivido con Brian, y a pesar de que sabía que era pasado, los celos no me dejaban olvidarlo.
Amalia también parecía incómoda, pero no estaba seguro si la razón era el tema de su padre, o que se había dado cuenta que estaba incómodo desde que mencionó aquello de “cuando viví con Brian”.
—¿Estás bien? —me preguntó al fin, cuando ya habíamos entrado a la habitación.
—Sí —respondí a secas.
—No, no es cierto. ¿Qué sucede? ¿Es por lo de Brian?
Hice un mohín antes de intentar contestar, pero ella respondió primero.
»¡Lo sabía! ¿Vas a torturarme por eso verdad?
—No, es solo que me incomoda el hecho de pensar que viviste con él.
Amalia tomó mi mano y se sentó en la cama, jalándome el brazo para que me sentara con ella.
—No puedo negarte que fue alguien importante en mi vida, pero ahora ya no significa nada. Tienes que entender que yo jamás pensaba volver a América. Mi padre era el 90 por ciento del motivo en realidad. Además no vas a decirme que tú no saliste con nadie en cinco años.
La mujer era astuta. Tenía esa extraña forma de convertir las cosas siempre a su favor. Tenía razón, yo también había estado con otras mujeres en ese tiempo, e incluso llegué a vivir con Sharon, aunque de forma involuntaria, pues era ella quien se la pasaba metida en mi departamento. Vivía allí, pero nunca fue oficial.
—Sí, salí con chicas, pero nunca fue nada oficial, nada formal.
Amalia enarcó una ceja en señal de incredulidad.
—¿De verdad? Voy a preguntarle a Daniel si es necesario.
—Yo nunca dejé de pensar en ti. Y tenía la esperanza de volver a verte. La verdad es que nunca saliste de mi cabeza, ni de mi corazón.
—Entonces, si te pregunto ahora si es para siempre, ¿qué me dirías?
—Te diría que, definitivamente, es para siempre.
De forma automática una sonrisa enorme se formó en su rostro, y el aura de romance y felicidad volvió como si de encender una vela se tratase, o más bien, todo un incendio, pues la cosa se calentó muy rápido luego de eso.
La besé de mil formas posibles esa noche; al final tuve la satisfacción de quitarle el vestido púrpura que me traía loco, y aunque no debí quedarme, no pude evitar pasar la noche con ella de nuevo.
A la mañana siguiente debía volver a la rutina de entrenamiento, así que me fui muy temprano y le dejé una nota sobre la cama junto a una de las rosas que le había traído la noche anterior.
Esa misma tarde empezaríamos a buscar un sitio donde vivir, porque después de haber probado dormir a su lado y despertar con ella en las mañanas; eso se había convertido en mi nueva droga.
***
Era la primera vez que había deseado que una práctica terminara tan rápido. Amalia iría al departamento de Daniel donde me esperaría, para comenzar nuestra búsqueda.
Will había encontrado buenos lugares, pero todos eran para una sola persona, y yo deseaba tener un buen espacio donde pudiéramos vivir cómodos.
Cuando llegué Amalia y Daniel estaban conversando muy animados, casi como viejas chismosas, sobre mí.
—¡Uy! Lo hubieras visto, todo el tiempo me tenía mareado hablando de ti, “Amalia, Amalia, Amalia” —le escuché decir a Daniel.
Ella soltó una carcajada y me miró en cuanto salí del cuarto con los ojos rebosantes de brillo.
—Eres demasiado tierno, ¿de verdad dejaste a otra tipa cuando supiste que me verías en la boda? —preguntó emocionada.
—¡Te voy a matar! —le advertí a Daniel quien no dejaba de reírse.
—¿Es verdad? —volvió a preguntar Amalia.
—No la dejé porque fuera a verte a ti. —No quise admitirlo porque me daba vergüenza, no obstante, la razón principal si había sido ella.
—¿No? ¡Me amas! —respondió ella con tono cantarín, de esos que usábamos cuando éramos niños y queríamos burlarnos del amor.
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Editado: 03.11.2019