Deidad Cupido

Capítulo 18

~ D-14 ~


Hanna.

—Deja de morderte las uñas, te arrancarás algo y va a sangrar —me regaña la señora Anderson con cariño mientras abre una caja con libros encima del mostrador. Yo tengo la computadora lista para hacer el registro y ver que el inventario esté como debe.

La señora Anderson se ocupa del orden y yo de la parte tecnológica. Hacemos un buen equipo juntas.

Quito la mano de mi boca y le ofrezco una pequeña sonrisa de disculpa. Ella ríe por lo bajo sin dejar de romper la cinta que mantiene muy bien cerrada la caja. Espero todo venga en orden y sin rasguño. Una vez nos entregaron una caja con varios libros revueltos dentro de la caja, como si hubiese pasado por una lavadora antes de llegar a nosotros. Desde ese momento cambiamos de agencia para nuestros pedidos y envíos.

—No iba a decir nada porque creí que serías tú quien lo haría. Luego pareció como si no te importara y que no fue la gran cosa así que no pregunté. Pero hoy te veo ansiosa, distraída... ¿Pasó algo con el chico ese con el que saliste y por el cual casi me ruegas para que te diera tu pago por adelantado?

No puedo evitar hacer un sonido de quejido y cerrar los ojos, queriendo que la tierra me trague en estos momentos.

—Maddison te contó —No es una pregunta, lo afirmo.

—Maddison me contó —asiente con la cabeza. Sonreímos cómplices al saber que su hija pocas veces puede guardarse algo por mucho tiempo cuando el tema le encanta.

Y las citas la entusiasman de sobremanera. Esa mujer vive por el romance. Espero algún día pueda encontrar a alguien que le corresponda de la misma manera, que la trate como se merece y la acepte tal cual es. Ella merece ser muy feliz, sin tener que esconderse o fingir ser quien no es por miedo. Pero la entiendo de cierta manera.

Esto me hace recordar la primera vez que vi a D4. Su misión era flechar a Maddison y yo me interpuse en su camino. No debí hacerlo. Puede que yo odie lo de el amor predestinado y todo eso pero tampoco tengo derecho a decidir sobre la vida de otros, incluso si lo hice para tratar de protegerla de sufrir. He visto de primera mano el sufrimiento que puede causar el que te guste la persona que debería pero no puedes estar con esa persona. Pero tampoco debo por qué imponer mis ideas y miedos sobre los demás. Conozco lo suficiente a Maddison para creer que si le contara todo sobre los hilos de seguro se arriesgaría con tal de encontrar a su "otra mitad".

¿Será demasiado tarde para ella? D4 no logró flecharla por mi culpa pero no sé si lo intentará de nuevo o ya desistió o algo. Debería preguntarle... Cuando se digne a aparecer.

—¿Entonces? —me pregunta la señora Anderson. Salgo de mis pensamientos con un respingo y me pongo a registrar en la computadora los libros que ella va sacando de la caja. Ella verifica que estén en buen estado, sin rasguño u hojas salidas y yo luego los registro en la computadora.

—¿Entonces, qué?

—El chico. Quiero saber sobre él. Edad, trabajo, cómo se conocieron y cómo les fue en la cita. Solo eso —me interroga con una sonrisa de esas que te daría una amiga cómplice que te ayudaría a escaparte por la ventana de tu habitación para irte a una fiesta en la noche sin el permiso de tu padre.

No es como que yo haya tenido que hacer eso y ella me haya ayudado. Para nada.

—Ya, solo eso —digo divertida.

Al final le termino contando todo sobre la cita, lo que hicimos y lo bien que la pasamos, sin contarle que yo tuve que pagar todo porque él no tiene dinero humano. Le invento que él tiene unos 25 años porque en realidad no sé su edad o si siquiera tiene una o es como los vampiros y tiene siglos existiendo, además, él me parece más joven que yo. También le invento que nos conocimos de casualidad en una cafetería cuando fui a comprar una comida ligera mientras iba de camino a casa y terminamos manteniendo conversaciones informales por varias semanas hasta que al fin me atreví a invitarlo a salir. Lo último no es mentira, yo lo invité a él.

Agradezco profundamente que no me haya preguntado por su nombre porque ahí si no sabría qué responder o inventar.

—¿Y luego qué ha pasado? —me pregunta entusiasmada y yo la miro confundida.

—¿A qué se refiere?

—Que si se han encontrado de nuevo luego de la cita, si se han escrito, ¿Te ha dado alguna excusa tonta para verte de nuevo? —me quedo pasmada y siento las ganas de volver a meterme los dedos a la boca para morder mis uñas. Ya sé que es desagradable y está mal morderse las uñas, pero desagrado es como me siento al escuchar sus palabras.

—La verdad es que no —Admito y me sabe mal el decirlo en voz alta. —Incluso ya han pasado tres días con hoy desde lo de la cita —respondo con vergüenza.

No es como que esté echándole la culpa a D4 por no venir a verme inmediatamente a la mañana siguiente de nuestra cita, pero tampoco creí que no recibiría ni una señal de su parte por tanto tiempo luego de haberlo pasado tan bien juntos el domingo.

Me siento indecisa, preocupada e insegura. Me incomoda y lo odio.

—Yo aquí ilusionándome y estando feliz por ti, pero mira qué clase de hombre resultó ser ese tipo. Ni un mísero mensaje te deja, que desgraciado —exclama indignada la señora Anderson y yo me apresuro a aclarar la situación.

—No hemos intercambiado nuestros números de teléfono. Él no es muy bueno con la tecnología asi que... —digo como excusa pero me callo al ver la mirada molesta de la señora Anderson.

—¡Esas son excusas, Hanna! Hay algo que se llama teléfono público en la calle, correos electrónicos –que dudo mucho que no tenga–, autobuses o taxis. Si hubiera querido venir a verte o decirte lo que sea, ya lo hubiera hecho —Discute.

Justo cuando voy a debatirle para defender a D4, por alguna extraña razón que prefiero no profundizar, el sonido de la campana encima de la puerta resuena por toda la pequeña librería al ser abierta.




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