Deidad dragon de agua

El Juramento en el Shinsei no Ōkuden

El viento arrastraba perfumes de incienso y tierra mojada cuando Ryujin, acompañado de la joven Miko, se acercó al corazón sellado de la aldea: el Shinsei no Ōkuden.

La estructura emergía de la niebla como una isla perdida entre mundos. Cada piedra del sendero parecía haber sido colocada por manos olvidadas, y las linternas colgantes parpadeaban como estrellas ahogadas en la bruma.

—Es aquí — susurró la Miko, su voz quebrada entre la emoción y el miedo.
—Aquí donde los pactos atan no solo la carne… sino el alma.

Ryujin apenas asintió. Sus ojos, normalmente duros como obsidiana, ahora parecían absorber cada detalle, como si en esa noche pudiera perderse para siempre.

la Miko se adelantó unos pasos, su cabello ondeando como un estandarte de nieve. Se detuvo ante el umbral, donde una puerta de madera ennegrecida por siglos de rezos cerraba el paso.

—Antes de entrar, debo decirle algo, Ai — dijo ella, bajando la mirada en un gesto de profunda reverencia.

La brisa trajo el murmullo de hojas secas arrastrándose.

—Mis palabras antes fueron… — tragó saliva, luchando contra la costumbre y el respeto que la constreñían — impertinentes.
—Olvidé quién eres, y quién soy.
—Nuestra sangre nació para servir a tu Tane. No merezco alzar la voz ante ti.

El silencio se adueñó del instante, espeso como un manto.

Ryujin, por un momento, cerró los ojos. Cuando los abrió, había en ellos una sombra distinta: la sombra de quien carga memorias que no pidió, pero que juró honrar.

Se acercó a ella, lo suficiente como para que su voz, cuando habló, rozara sus sentidos como un eco profundo:

—Yorutsuki.
(Luna de la Noche.)

Así la nombró. Así la ató y la liberó a la vez.

—Ese será tu nombre — añadió Ryujin, su tono grave como un juramento olvidado —
—No como carga… sino como promesa.

la Miko —ahora llamada Yorutsuki por el Kami— alzó la vista, sorprendida.
Él ladeó apenas la cabeza, una mueca fantasma en sus labios.

—Ven.
—Sellaremos este juramento. No como amo y sirviente. Sino como destinos entrelazados.

La puerta crujió cuando Ryujin empujó hacia el interior.
Más allá, el Shinsei no Ōkuden los esperaba:
una cúpula de piedra viva, estatuas de seres olvidados cubiertas de líquenes, y en el centro…
un círculo de agua negra donde la luna, rota en mil fragmentos, parecía querer huir.

Allí, ante el altar sellado, cada uno debería ofrecer un juramento, y un fragmento de su propio destino.

La noche apenas comenzaba. Y sus nombres serían inscritos en las venas del tiempo.



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En el texto hay: misterio, magia, deidades

Editado: 12.05.2025

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