Iré contigo.
Ryan.
Aún sigo sin entender el repentino cambio de humor de Deimon, en un momento se comportaba retadora conmigo y de pronto se molestó a tal punto que pateó a la pobre bolsa de boxeo con una fuerza extraordinaria, lo último que vi fue como salió volando detrás de ella. Ha pasado una hora y no ha regresado, he tratado de no seguirla porque de la forma en la que me miraba esta mañana y a como mandó a volar esa bolsa de boxeo, me queda bastante claro que de acercarme romperme un hueso sería demasiada cortesía.
Al carajo, iré a buscarla, esto no es normal.
Avanzo en dirección al bosque, pero como si el mundo estuviera en mi contra veo a Roma subirse a una roca y empezar a llamar la atención con un llanto dramático, al igual que una extraña sensación de sacudón, como si alguien o algo me haya empujado solo un poco. Sacudo la cabeza ignorando esa sensación, pero por tristeza los llantos dramáticos de la pelo azulado no parecen querer ser ignorados, cosa que consigue a la perfección porque todos los presentes la observan sin entender nada.
Me cruzo de brazos con el ceño fruncido.
¿Qué estás tramando?
—Oh querida manada, no me van a creer esto pero tengo que advertirles que…— llora dramáticamente, eso es demasiado incluso para mí— la señorita Deimon Ruth es una persona peligrosa, esta mañana me a amenazado a muerte, ella viene de una familia de asesinos en serie y... hay lo siento es que no puedo con esto—
Bufo sin entender su dramatismo.
¿Deimon hija de asesinos en serie? Si como no, y yo soy Johnny Depp en los noventa.
Niego con la cabeza por lo estúpido que suena eso, sin embargo algunos de la manada se le acercan y la abrazan intentando calmarla, eso me hace fruncir el ceño de lo extraño que se siente la situación.
Pero no tengo mucho tiempo para pensarlo porque un ruido se escucha detrás de mí, todos nos giramos y la vemos apoyada en un árbol mientras aplaude con una sonrisa. Una que me resulta extraña, le frunzo el ceño, conozco esa sonrisa. Está tramando algo, eso es seguro.
Detiene los aplausos y mira a todos con la sonrisa intacta.
—Guau Roma, eres una impresionante actriz pero ni tú te la crees, así que deja esas lágrimas de cocodrilo para otro momento, ¿quieres?—
—No estoy mintiendo, tú eres la mentirosa por fingir y hacer que te aceptemos en nuestra manada, maldita perra—
La castaña se lleva una mano al pecho y la mira con tristeza fingida.
—Oye no es necesario que te insultes de esa manera querida—
Las lágrimas de Roma se secan y su rostro se vuelve rojo de furia, a paso rápido se acerca a Deimon con intención de abofetearla pero la atraviesa como si nada. Parpadeo sorprendido por lo que acabo de ver, ¿cómo acaba de hacer eso? ¿Habrá desarrollado otro poder?
—¿En dónde estás?— Roma gira sobre su eje enojada.
—¿Me buscabas?— responde sentada sobre la roca, abro los ojos sin entender cómo apareció.
Miro a todos con extrañeza, ¿acaso soy el único que le resulta extraña esta situación? Ninguno a mi alrededor parece sorprenderse, pero aquellas dos no parecen querer darme tiempo de pensar en lo que sucede, miro a donde están y siento marearme al ver a Deimon aparecer y desaparecer de un lado a otro. Sacudo la cabeza y centro la vista en la de pelo azul.
Veo que Roma la persiguió, pero no conseguía ni siquiera estar a dos pasos de distancia, porque cada vez que creía que llegaba a tan solo tocarla Deimon se desvanecía y aparecía en otro lado. Estuvo así por unos minutos hasta que escucho un bostezo detrás mío, miro sobre mi hombro y la veo sonreírme mientras levanta una ceja y mira al frente.
Sigo su mirada y antes de poder teletransportarme Roma choca contra mí tirándome al suelo, consigo quitármela de encima y veo algo atado a mis tobillos, frunzo el ceño al ver que es una cuerda. Pero mis ojos se abren en sorpresa cuando esa cosa se extiende y me arrastra por el suelo hasta levantarme, y dejarme de cabeza a unos centímetros del suelo. Para que al final sienta ese mismo y extraño sacudón de hace unos minutos. Pero decido ignorarlo porque creo que incluso llegué a golpearme con algo.
Giro la cabeza y a mi lado está Roma en las mismas circunstancias, parpadeo sin poder creer lo que acaba de pasarme, pero el ruido de algo siendo afilado hace que dirija mi vista al frente distrayendome de mis pensamientos, solo para verla sentada con las piernas cruzadas como indio afilando uno de sus cuchillos sin ninguna preocupación. Intento teletransportarme pero no hay caso, miro mis manos sin poder creerlo, hago el intento pero vuelvo a fracasar una y otra vez.
—Ni siquiera lo intentes, no va a funcionar—
—¿De qué hablas? ¿Por qué no puedo teletransportarme?—
La miro más confuso con cada segundo.
—Te di un tranquilizante, por eso no puedes usar tus poderes— explica como si nada.
Suelto balbuceo, sigo sin poder creer nada de lo que está pasando. En especial con ella.
—¿E-en qué momento?— la chica a mi lado se ríe como burro, miro a la castaña frente a mí— ¿La drogaste?—