¿Dejarla fue lo mejor?
No sé, esa pregunta me la he hecho un millón de veces durante las ciento sesenta y ocho horas que tiene una semana.
Su cabello castaño oscuro, su estatura alta, su tonta personalidad, sus ojos marrones como el café, y su mirada destellante de brillitos color dorados, ¿extrañaré todo eso?
En este preciso instante, la respuesta me parece algo incierta. Aunque si me preguntasen, me parece imposible olvidar a alguien con quien he estado aferrado durante tantos años.
Sabíamos de sobra, que el cambio radical de secundaria por el cual lamentablemente tuvimos que separarnos en nuestro camino escolar, nos iba a traer no solo alejamientos sino la pérdida de lo que nosotros considerábamos "un lazo especial".
El ser humano está hecho de momentos felices, momentos tristes; todos constituyen un complemento anónimo que componen las partes importantes de nuestras vidas, es decir, nuestros recuerdos.
Es bueno recordar.
Recuerdo aún el primer día en que la vi. Parecía perdida entre la multitud de escolares que entraban y salían del salón en que impartíamos clases. Eras una niña aún, corrijo: éramos.
Soñábamos con estudiar en la misma Universidad, vivir juntos y apoyarnos en cada momento. Parecíamos pequeños queriendo tocar el cielo con las manos, e imaginando cosas que en el fondo sabíamos que serían imposibles.
Después crecimos.
Nuestro último año de primaria fue el más corto pero el que más disfrutamos. Acostumbrabamos a salir todos los viernes junto a nuestros amigos, y siempre nos reíamos de los chistes malos que ellos soltaban en cualquier momento.
Pero todo cambio.....cuando empecé a mirarte con ojos diferentes.
Dejaste de ser esa amiga que al principio no soportaba y que no quería que se sentara al lado mío, y terminaste convirtiendote en algo más que eso.
Solía matar con la mirada a cualquiera que hiciera insinuaciones sobre nosotros, aunque a pesar de todo lo que decía y aparentaba por fuera, por dentro moría de vergüenza que tú te enteraras de lo que sentía por ti.
Llegó la graduación escolar y tomamos caminos diferentes, pero aún nos frecuentábamos.
El cumpleaños de uno de nuestros amigos ya estaba tocando puerta y evidentemente nosotros no podíamos faltar. Yo ya no podía dejar escapar un segundo más sin decirte lo que sentía, era algo que me quemaba por dentro y necesitaba expulsar.
Empezamos a salir esa misma noche, estaba muy feliz que me correspondieras.
La secundaria comenzó al cabo de dos meses, y dejamos de ser niños y nos convertimos en adolescentes en proceso de preparación.
Los primeros meses todo estaba bien, pero....comenzamos a distanciarnos.
Algo llamado "celos" y "nuevas compañías" destruyeron lo que nosotros considerábamos perfecto.
Al paso de los días nuestra distancia aumentaba. Ya estábamos tan distanciados que parecía el mismo infinito intentando encontrar su supuesto final.
Ya fue sufuciente.
Suficiente de continuar con algo que ya no funciona.
Suficiente de fingir lo que sentí en algún momento.
Suficiente de....lastimarnos.
Un mes después de nuestra ruptura me escribiste, diciendome que querías que fuesemos amigos como antes. Eso es imposible ya que nuestra amistad no tiene vuelta atrás, la distancia es la barrera que nos impide acercarnos.
[......]
Ahora me encuentro sentado a un lado excluído del resto del grupo, ya que Pedro se fue con las nuevas amistades que conoció recién, siempre ha tenido el talento para llevarse bien con todo el mundo, a diferencia de mi que soy como una nube gris: solitaria, sombría y excluída del grupo de las demás nubes blancas.
Estoy pensando si responder tu mensaje, ya ha pasado un día desde que lo recibí y no sé que debería decirte, no encuentro las palabras correctas para no herirte.
Alzo la vista tras haber sido golpeado por un balón de basket y me encontré con el rostro de un chico.
Tez blanca, ojos marrones y cabello rubio oscuro. Estatura promedio, se veía amigable.
-Alcánzame ahí. -dijo señalando el balón. Y eso hice- ¿Juegas con nosotros?
-Emm....no soy tan bueno. -me tomó desprevenido por la muñeca de mi mano derecha- O-Oye...
-Ven y diviértete imbécil. -sonrió- ¿Quieres ser mi amigo? -dijo-
-Con gusto. -respondí- Me llamo Diago, ¿y tú?
-Ángel.
Ángel......en ese momento nunca pensé que ese nombre se convertiría en lo más importante en mi vida.
Ya lo olvidé todo.
Tu mirada.
Tu cabello.
El sabor de tus labios.
El mensaje de disculpas que debía de escribir.
Mi vida sigue, y te tengo que dejar a ti seguir la tuya.