Cargó la glock con las balas correspondientes y salió del vehículo apresurado. Necesitaba encontrar la forma de escabullirse por el edificio y encontrar lo pedido sin ser visto.
—¿Estás listo, Yoon Gi?— preguntó una voz por el intercomunicador. Quedó en silencio, subiendo las escaleras. Sacudió su cabeza y fijó su visión, tratando de recordar los planos que había memorizado por esos días.
Unos cuantos pasos más y estaría en la puerta que conducía al vestíbulo.
La adrenalina corría por sus venas, como cada vez que sostenía en sus manos un arma, como cada vez que descargaba una bala. Era una sensación extraña y al mismo tiempo placentera. Realmente no comprendía para nada aquellas sensaciones que su propio cuerpo producía. Le hacían sentir ajeno y más que nada adolorido porque sabía que todo lo que experimentaba era sólo por obediencia. Por el miedo que siempre lo agitaba cada que veía los ojos oscuros y depravados de su padre. Cada que su sonrisa macabra se vislumbraba en su agulosa cara.
Sacudió su cabeza y emitió unos pasos lentos. Distrayendose de los pensamientos para concentrarse, realizando un movimiento de brazo que apuntaba en dirección hacia arriba y hacia abajo consecutivamente. Maldijo en sus adentros al escuchar unas voces, y enroscó apresurado el silenciador. Disparó con rapidez en el preciso instante en que las dos cabezas se asomaron, pero para su desgracia, los sujetos lo vieron y no entendía cómo. Él era lo bastante precavido como para dar aviso de sí. Pero claro, el estúpido que le servía de acompañante no había avisado sobre sus enemigos.
Imposible.
Accionó el gatillo nuevamente y trató de evadir a los contrarios, entrando por la puerta que conducía a unos pasillos.
¡Mierda! No tenía salida. Corrió velozmente, deslizándose por el suelo y cruzando una división de pasillos para entrar en una espaciosa habitación.
—Yoongi, ya no tengo dominio de las cámaras. Al parecer nos descubrieron.
¿Que desgracia era esa? ¿Es que queria que los mataran o que? ¿Cómo a su padre se le ocurría poner de encargado a un inepto como ese? Respiró profundo para clamar el inicio de su enojo, recordándole de la puerta un segundo. Una solución, debía encontrar una jodida ruta de escape o terminaría en manos del Clan Kim. Cerró los ojos nuevamente tratando de recordar una escapatoria. La mayoría de los espacios tenían cámaras, cosa que les permitiría capturarlo más rápido. Abrió los ojos y miró por todos lados. Su única salida era la ventana, estaba a unos tres pisos de altura. Así que ese pensamiento era descartable.
Mientras pensaba, la puerta recibió un golpe, abriéndose súbitamente y lanzándolo a unos metros de esta. Los individuos que había disparado, ahora estaban en frente suyo con dos pistolas calibre cuarenta y cinco. Uno de ellos con mirada seria y cabello rubio le apuntaba directo a la cabeza y el otro más bajo que el primero, solo mantenía una cara risueña de abultados cachetes y una mirada sombría mientras le apuntaba con el arma.
—Levántate.— ordenó el más alto, que tenía una mirada profunda. Yoon Gi estaba meditando en sus posibilidades. Si hacía lo que imaginaba en ese momento, de todas formas terminaría perdiendo. Pero calculando que solo ellos serían los únicos que lo perseguirían, no dudaría en hacer una acción arriesgada.
Se incorporó como le mandarón.
—La pistola.— señaló el menor con un movimiento de cabeza. El pelinegro la lanzó. El joven más alto se acercó para tomarlo por las muñecas, pero lo que no esperaba era la accion de su contrincante.
Y
oon Gi lanzó una patada potente, pegando en el pecho del más alto. Este cayó en una esquina de la habitación, tratando de incorporarse. A la misma vez, el pelinegro apartó con rapidez el arma de las manos del menor. Haciendo que ambos se encontraran en el inicio de una pelea.
El chico le lanzó varios puñetazos y patadas al aire, mientras que Yoon Gi los esquivaba. Era un tanto débil para él, pero el chico no se rendía, dando de inmediato un golpe sonoro en la cara de este. Era muy hábil.
La pelea se intensificó en el momento en que el otro rubio apareció detrás suyo, y ambos, le propinaban golpes sin piedad, sin meditar en sus acciones. Yoon Gi con toda la fuerza que le brindaba su cuerpo se defendía. Recibía los embistes de sus opresores y soltaba uno que otro gruñido de dolor. Lanzando a uno y otro por toda la habitación, destrozando los muebles.
Cayó sin más sobre la cama de la misma, el pequeño se lanzó sobre él con una sonrisa triunfante, pero Yoon Gi le sostuvo el puño que conducía a su cara. Ya estaba agotado de tanto esfuerzo físico empleado; sin embargo no se detenía.
Tubo un momento desprevenido. En el que el rubio mayor tomó una tela larga y la enrolló en el cuello de Yoon Gi, provocándole asfixia. Trataba de quitarse a los dos menores de encima, repartiendo manotazos. No podía respirar. Le ardía la garganta y el pecho por el esfuerzo de encontrar oxígeno.