Había escapado, pero no estaba salvo del todo, pues llegando a casa los hombres de su padre le habían interferido el camino y estaba en esos precisos momentos frente a este, que mantenía el ceño fruncido.
—¿Como diablos es posible que tú...— señaló a Yoon Gi —no hayas cumplido con la misión cómo se te dijo? ¿Es que no entiendes? Cuando yo ordeno, debe hacerse al pie de la letra. ¡No me importa que vaya de por medio!
El pelinegro bajó la cabeza después de presenciar la mirada fría del hombre que apretaba sus dientes. La sacudió un poco, tratando de apaciguar el doloroso estado de trance y temor que siempre le recorría cuando estaba cerca de ese hombre. Un escalofrío le recorrió la espalda. —¿Es que mis palabras no son suficientemente claras?— preguntó, mirando luego al sujeto al lado izquierdo de Yoon Gi.
—No... Si, Señor.— respondió este en un titubeo.
—Pues no lo parece.— dijo con un alzado de cabeza hacia Yoon Gi.
El pelinegro automáticamente tomó un arma que reposaba en la mesa a su derecha y con un leve temblor en los dedos, disparó a su cabeza del hombre a su costado. El padre se quedó mirándolo unos segundos. —Quiero que me digas, ¿cómo fue que los descubrieron?
—Al parecer las cámaras no estaban completamente manipuladas, Señor. Alguien me vió y...
—Bien.— interrumpió. —Al menos escapaste de las manos de Seok Jin. No quiero que te fíes de ellos.— advirtió, para luego mesar su cabello.
Yoon Gi asintió, sientiendose aturdido por un momento. Y abandonó nuevamente los ojos del mayor que lo analizaba con su retórica mirada de depredador.
—Ahora...— inició el padre, acercándose a él. Le mostró una sonrisa ladina con nada de sentimiento y luego le propinó un puñetazo que lo hizo caer al suelo. Pateó sus costillas y estómago con ira acumulada.
Fos hombres lo levantaron del suelo, guiándonos por el suelo hasta sentarlo en una silla de madera. El pelinegro trató de incorporarse sin éxito, el dolor en sus costillas era ardiente y la nublazon de su vista no le permitía ver con claridad. Su cabeza fue lanzada abruptamente hasta chocar con el espaldar.
—Quiero que escuches mis órdenes atentamente, bastardo.— señaló Yeong Hwan, tomando una pistola de electrochoques, que estaba en la misma mesa de la que Yoon Gi había tomado con la que disparó anteriormente. —Lo que yo digo, eso debes hacer. ¿Entendido?
El padre disparó la pistola al pelinegro y este adolorido por la accion, más los golpes anteriores, se quejó y restregó su cuerpo con violencia. El mayor hizo una señal a uno de sus hombres, cuál entendió el pedido e insertó una pastilla en los labios de Yoon Gi; obligándolo a tragarla con movimientos bruscos.
Este se negaba a tomarla, recibiendo rudos golpes en el rostro y abdomen.
Allí estaba una de sus pesadillas.
***
—Papá, por favor. Lo siento. No quise cometer un error.— suplicó el niño con los ojos llorosos, mientras el padre le pegaba una cachetada. A aquel hombre no le importaban las súplicas. Necesitaba que el muchacho hiciera lo que le pedía. Que hiciera sus mandatos como diera lugar.
Tronó los dedos y uno de sus hombres apareció con una píldora blanca. Esto era lo único que mantendría al niño quieto, aunque sabía que tenía efectos secundarios, lo que más le importaba era que el jovencito estuviese atento y que recordara sus palabras. Lo obligaría a olvidarse del dolor y su memoria grabaría cada palabra dicha.
La pastilla estaba haciendo efecto. De inmediato les pidió que lo levantaran y llevaran al chico a la piscina.
Tomó a Yoon Gi de la cabeza e hizo que lo mirara.
—Recuerdas lo que te dije antes, ¿verdad?— El niño parecía estar por un momento en vilo. Así que Yeong Hwan le sacudió, haciendo que el niño lo enfocase bien. Y luego asintiera un poco. —Muy bien.— respondió, y sin más, metió la cabeza del niño en el agua.
Yoongi sentía que no podía aguantar más la respiración, que el agua empezaba a colarse por sus fosas hasta los pulmones. Le ardían demasiado. ¡Necesitaba aire! Tragó un poco de líquido, mientras se sacudía violentamente para zafarse del agarre, sin conseguirlo.
Yeong Hwan lo sacó.
Con mirada fría analizaba al muchacho que tosía y escupía sin control. Su cabello oscuro se pegaba a sus ojos y frente. Su torso subía y bajaba, haciendo esfuerzo por tomar aire.
—Escucha a tu padre. Todo lo que diga debes hacerlo sin importar que.— le dijo autoritario y volvió a sumergirlo en la piscina. —Debes matar a quien yo te diga. El dolor no es importante, si no hacer lo que te ordeno.— continuó expresando el hombre, que luego de cada frase, metía la cabeza del niño en el agua al punto de casi matarlo.
Era la última zambullida y Yoon Gi estaba mareado. Sus ojos estaban rojos por el alcohol en la superficie y Su cuerpo temblaba impotente.