En esos tres meses Nam Joon había tratado de localizar a su mejor amigo, pero no lo conseguía. Parecía como si el muchacho había sido digerido por la tierra. Como si hubiese muerto. Se sentía agobiado al pensar en ello y no podía hacer nada al respecto.
Suspiró pesadamente, incorporándose de su asiento en la sala de espera. El padre de Ho Seok estaba inquieto a un costado de los asientos, removiendo su pie nervioso. El doctor se colocó frente a ellos y los miró acomodándose los lentes sobre su ancha nariz.
—Señor, Jung...— empezó el doctor, moviendo los papeles sobre la tablilla metálica. —Quiero informarle que su hijo está estable. A despertado, pero debimos dormirlo inmediatamente. Cómo ya sabe su cuerpo sigue débil por los golpes. Pero tengo una noticia un poco más delicada.— Nam Joon se quedó expectante ante las palabras del doctor. —Es posible que tenga pérdida de memoria. Recibió un golpe fuerte en la cabeza que pudo haber provocado un trauma. Esta perdida puede ser indefinida, incluso hasta permanente.
Nam Joon inhaló y exhaló aliviado. Su corazón sentía un regocijo y una libertad después de tanto tiempo. Su amigo había despertado. Su amigo no había muerto. Las lágrimas llegaron a la comisura de sus labios inconcientemente. Eran lágrimas de gozo, de felicidad. Ho Seok estaba vivo. Estaba vivo realmente. Ya no sentía su corazón oprimido en el pecho. Dirigió su mirada al hombre mayor que agradecía al médico y contempló en sus ojos el brillo de las lágrimas a punto de brotar. El hombre luego de ser localizado por el castaño, se había dirigido de inmediato a Daegu para ver a su hijo; sin embargo Nam Joon había visto en el hombre los estragos de su adicción y la ansiedad en su cuerpo. Eso le preocupaba sobremanera.
Una sonrisa se escapó de sus labios, atiborrado de tristeza y felicidad a la vez. Quería compartir esta noticia con Yoon Gi, pero recordaba que no tenía comunicación con él. Su corazón se reprimió levemente al cavilar en la idea de que Ho Seok no lo recordaría. Apartó ese doloroso pensamiento y
salió del hospital, discúlpandose con el padre del mayor.
Miró el cielo especialmente azul. El sol estaba encantadoramente brillante y no había nubes ocultando la atmósfera. Ese día no lo olvidaría nunca. Eran ciertas las palabras que después de la tormenta siempre llegaba la calma.
Él estaba agradecido ante Dios por haberle dado las esperanzas que abandonó. Por haberle devuelto a una de las personas más importantes en su vida.
Caminó por las calles en dirección al departamento de Yoon Gi. Cuando estuvo allí, marcó el número de seguridad y entró en la estancia, buscando a su compañero. El lugar se veía alborotado. En la pequeña cocina habían envases de ramyeon, el fregadero con unos cuantos platos y vasos sin lavar. En la sala una cuántas ropas esparcidas, la cama conjunta desecha, parecía como si su amigo hacía tiempo no habitaba en el lugar. Olía bastante a humedad.
Dejó caer sus hombros y volvió a marcar el número. El Necesitaba encontrar a Yoon Gi para darle la noticia. Se pensó varias veces la idea de volver a aquel lugar al que una vez fueron juntos, pero no sabía cómo lo recibiría su padre. No quería irrumpir en el lugar y ser golpeado o reprendido por el mayor, sin embargo el hablar con su mejor amigo era lo más importante. Así que, animado, salió del complejo, conduciéndose a la casa donde se encontraba Yeong Hwan.
***
Levantó la mano hasta el hombro del menor que parecía nervioso. Este alzó su rostro con suavidad, para encontrarse con su Hyeong.
—Ten calma, Jungkook. Todo saldrá bien.— expresó positivo, mostrándole una sonrisa amable que le reconfortaba.
—No estoy muy seguro de que me quiera escuchar.— el menor sabía perfectamente que el hombre al otro lado de la habitación no estaba en el mejor estado y que en el momento que despertase intentaría matarlo. Pero valía todo, valía la pena si era lo mejor para los clanes, para Seok Jin, para sí mismo, para él. Cruzó el umbral, observando cómo el pelinegro se estremecía ante él dolor en su nuca y se llevaba una mano apresada por grilletes a esta. El pelirrojo se colocó a unos metros del susodicho.
Yoon Gi estaba adolorido. Balbuceo algunas palabras con enojo. Donde carajos estaba?, y porque rayos sus manos estaban apresadas? Hizo una mueca y gruñó por lo bajo, alzando luego sus ojos para encontrar al menor que lo había derribado horas antes.
Ese muchachito impertinente...
Jungkook tragó saliva sonoramente, se relamió los labios dispuesto a empezar con la conversación.
—Se que no tienes idea de porque te capturamos, pero solo quiero que sepas que es por un bien mayor.— expresó este, luego se aclaró la garganta. El pelinegro alzó la ceja, notoriamente divertido ante el discurso que iniciaba. No podía creer que para esto lo habían capturado, para que un niñito de pacotilla le diera un sermón de no sabía que desgracia. Bufó, resoplando, haciendo que el cabello sobre sus ojos se moviera un poco y rodó los ojos con fastidio. —Yoon Gi. Durante mucho tiempo he esperado la oportunidad de estar de pie delante tuyo. Se que posiblemente tomes esto a mal, pero siempre te he admirado.— el mayor sonrió con ironía. ¿Que quería decir eso? —Antes pensaba que mi vida no valía la pena. Que solamente estaba en este mundo para sufrir... Luego conocí a estas personas con las que estoy ahora que son mi familia, pero jamás imaginé que en este mundo tendría la esperanza de conocer a uno de mi propia sangre.— Jungkook tomó aire para continuar, mesando su cabello hacia atrás varias veces, mientras que Yoon Gi fruncía el ceño ante las palabras que ya no le parecían tan divertidas. —Se que te encuentras en un estado de negación ante todo lo que ha sucedido. También se que el Yoon Gi real está en una parte de tu cabeza y me escucha. Hyeong...— El joven se acercó al mayor con unas cuantas zancadas y lo miró fijo a los ojos. —Yo soy tu hermano. Qui-quizá no entiendas ahora. Pero lo soy y...— los ojos del pelirrojo derramaron dos espesas lágrimas, viendo al mayor delante de él que retiraba su mirada.