Sus pulmones estaban al tope. Nunca corrió tanto. Ni siquiera en su niñez, pero no le importaba si estos le gritaban por aire o sus piernas le flaqueaban. Necesitaba estar allí, comprobar que Nam Joon estaba a salvo y bien.
Ya había pasado una hora en la que corría como loco. Detuvo el paso un segundo y continuó, divisando la entrada de la mansión. Allí se encontraban unos guardias a los que pidió que le abrieran y lo dejaran pasar, pues Yoon Gi estaba allí.
Corrió nuevamente hasta la entrada y abrió la puerta principal con un empujón. Unos gritos se asomaron, haciéndole sentir un escalofrío y a la misma vez, un deseo intenso por ver sangre correr y una en especial. No le importaba haber olvidado sus armas o lo que sea. Si tan solo Nam Joon tenía un rasguño, haría que Yeong Hwan pagara.
Caminó hasta la puerta el despacho y abrió, descubriendo al hombre con una navaja entres los dedos manchada de sangre. El rostro de Nam Joon estaba tendido obre su torso y de este brotaba sangre, haciéndolo irreconocible.
Su cuerpo se tensó, sus venas se acumularon e hincharon bajo la ropa y su corazón frenético le pedía justicia. Cuando iba a atacar, una daga se clavó directamente en su mano izquierda. Justo en el centro.
—Crees que te voy a permitir salvarlo?— empezó el hombre, agitando su mano en un ademán y sonriendo al muchacho. —Pensé que eras lo que quería, Yoon Gi. Pero me he dado cuenta que no has servido para nada. Tú hermano lo haría más.
Yoon Gi abrió los ojos como platos ante aquellas palabras. Él sabía de Jungkook? El pelinegro iba a hablar, pero el hombre lo interrumpió.
—Sinceramente tú y tú madre fueron cortados con el mismo cuchillo. Unos traicioneros, inútiles e inservibles que solo merecían la muerte. Pero fue mejor mi plan de haberla matado a ella y dejarte vivo.
Yoon Gi apretó la mandíbula. Se sacó el cuchillo de la mano y lo lanzó en dirección al hombre que lo esquivó. Se acercó a él sin meditar en las posibilidades y atacó con su puño libre.
Ambos en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Donde ni las armas iban de por medio. Yoon Gi solo quería molerlo a golpes, dejarlo sin aire, inconsciente o quizá muerto. La rabia y el dolor brotaba por sus venas mientras las palabras de ese miserable se repetían innumerables veces en su cabeza.
—¡Eres un perverso!— gritó continuando con los movimientos.
—Tu también lo eres, Yoon Gi. No puedes escapar de tu realidad. Te has vuelto idéntico a mi, a pesar de que no llevas mi sangre.
El pelinegro se congeló en ese preciso instante, dejando que Yeong Hwan lo lanzara al suelo y se golpeara fuerte en la espalda.
—¿Q-que?— sus labios temblaban ante la reciente confesión y su corazón punzaba a punto de salir de su pecho. El dolor en su cuerpo no se comparaba con el que llevaba en su corazón.
—¿Creías que eras mi hijo?— tiró el mayor con una mirada burlezca. —¿La zorra de tu madre nunca te dijo la verdad?— alzó las cejas divertido —Bueno, pues te contaré la emocionante historia.
Yoon Gi no podía moverse. El dolor en la mano y el cuerpo le mantenían en esa posición anclado al piso bajo él. Sentía que su mente iba a fallarle en cualquier momento y no se reconocería. El arduo ataque a su conciencia lo estaba llevando a un punto, que sabía, era peligro para cualquiera que lo tocara.
—Tu madre, tú mujer y bella madre me enamoro como un idiota. Era demasiado hermosa y encantaba a todos con esa boca de cielo. Pero yo fui el "afortunado" en casarme con ella.
>>El punto es que, después de varios años me di cuenta de sus andanzas de horas largas en las que me decía que iría a visitar a alguna amiga. Yo le creía, porque ella no era de mucho salir. Tú habías nacido y nosotros estábamos en una crisis matrimonial. Pasaron tus primeros años y allí fue cuando todo se perdió. Ella me había traicionado con otro hombre y tú eras su hijo. Pasé mucho tiempo creyendo que lo eras. Luego quedó embarazada de tu hermano. Lo ocultó, yéndose de viaje cuando había cumplido los cuatro meses, para cuidar a su madre enferma.— el hombre tenía una mirada vacía, dura, que mostraba su desgarrado y maligno intrerior. Mirada que fijaba al menor, mientras continuaba. —Entonces decidí hacerlo sin importar qué. Todo fue demasiado fácil. Discutimos y le conté todo lo que había descubierto, pero ella no respondió a nada y solo decía esa palabra que tanto odio. "Lo siento" "Lo siento" Eso no era suficiente para reparar el daño. Tú eras el próximo que sufriría por su causa, porque para mi no era bueno dejarte morir al igual que ella. Alguien debía pagar por sus pecados. Así que decidí meterme en el tema de los Assasin y utilizarte como esclavo, hasta que apareciera mi verdadero hijo. Él me ayudaría con el mando mientras tú serías su sirviente y ahora lo voy a lograr por completo.— su risa era perturbadora, escalofriante y digna de un maniaco.
Yoon Gi no podía más con lo que escuchaba.