Dejo escrito lo que mi alma llora como lágrimas

Inevitable

Te vi sentado en la vereda de tu casa una tarde de invierno, en el que el frío calaba hasta los dientes. Estabas tan lejos de ese momento en tus pensamientos que me dio la oportunidad de poder observarte a mis anchas.

No sé cuánto tiempo pasó ni cuando fue que te percataste de mi presencia, pero cuando me observaste y nuestras miradas se encontraron. No sé cómo explicarlo, pero fue como si de repente hubiese sido transportada al paraíso y vuelto de nuevo en un sopetón.

Y por más que quise apartar la mirada, fue como si hubiese quedado prendada de la tuya y tú de la mía y nos fue imposible dejar de observarnos. Estuvimos así, no sé cuánto tiempo, pero pareció una eternidad.

Cuando por fin logramos dejar de vernos, sentí como si un vacío se instalará en mi pecho y me consumiera de una forma tal, que pensé que moriría en ese instante.

Creo que a ti te sucedió lo mismo, ya que vi un gesto de desconcierto en tu rostro y en ese momento me observaste de nuevo como si haciéndolo encontrarías las respuestas a lo que te estaba sucediendo.

Entonces, te acercaste lentamente como si un imán te arrastrará hasta mí y quedaste a un paso de distancia uno del otro, sin quitarme la mirada ni un segundo.

Intentaste decirme algo, pero las palabras no salieron. Yo a su vez hice lo mismo y tampoco pude hablar. Fue como si decir algo sobrara y sólo con el hecho de vernos dijéramos todo.

Sin despegar la mirada de la mía fuiste poco a poco acortando la poca distancia que nos separaban y sin siquiera pensarlo un segundo agarraste y acariciaste mi mejilla suavemente con la mano. Y con ese simple acto, una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo y por lo que pude percatarme de la tuya también.

Y así, de la nada como si fuese inevitable, fuiste acercando tu boca poco a poco a la mía, hasta estar a sólo un roce de que se unan. Me miraste una vez más como pidiendo permiso y después sin pensarlo un segundo más, me besaste.

Fue el beso más hermoso que he recibido en mi vida. Pareciese que nuestras bocas encajaban a la perfección. Y no paramos hasta que nuestra respiración se entrecortaba buscando oxígeno, pero no queríamos separarnos, debido a que daba la sensación de que si lo hacíamos se perdería la magia del momento.

Cuando ya no pudimos más, despegamos nuestros labios lentamente y al contrario de lo que pudimos pensar en su momento, quedamos prendados uno del otro y ahí nos dimos cuenta de que, no nos podríamos volver a separar por más que quisiéramos.

Me invitaste a pasar a tu casa y desde ese instante hasta el día de hoy no nos volvimos a alejar jamás. Debido a que no podíamos vivir uno sin el otro y emprendimos un largo camino lleno de felicidad hasta el fin de nuestros tiempos.

 



#31721 en Otros

En el texto hay: poesia romantica, poesias

Editado: 02.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.