— ¡Hermano mío! ¡Veo la luuuz!
Desperté muy animada esa mañana, a diferencia de Willy, que amaneció con cara de pocos amigos.
— Julieta, no grites —musitó llevándose una mano a la frente, mientras rebuscaba en los estantes ingredientes para el desayuno.
— ¿Mala noche? —pregunté, arrastrando la silla. A mis espaldas, un sujeto que no era el ACAB, se rascaba con pereza la piojera, al tiempo que daba un bostezo.
— Nada de eso... —contestó malicioso Willy, extendiendo al desconocido una taza humeante de café.
Con ojos desmesuradamente abiertos por la sorpresa contemplé la escena. Abrí la boca para agregar algo más, pero nada coherente se me vino a la mente.
— ¿Es tu hermana? —preguntó el desconocido barbudo, tomando asiento a mi lado. Asentí, cerrando la boca, pero con una cara de asombro que no podía disimular.
— Espero, no hayamos sido muy ruidosos anoche —el barbudo lanzó una carcajada. Willy, lo acompañó con forzadas risas que denotaban su incomodidad.
— Ah, no hay fijón... —hice un ademán despreocupado con la mano y entrecerré los ojos con desconfianza.
Desde tiempos inmemoriales, habíamos vivido en casas pequeñas con paredes de cartón. En mi barrio de infancia, las calles se habían vuelto mi patio de juegos, hasta bien entrada la noche. Y actualmente, contaba con mis audífonos y mi Spotyfi pirata para capear momentos incómodos...
Además, gracias a Alá, Buda y Jebús, mi hermano no era una actriz porno asiática, ni una tortuga, de modo que no había nada que tuviera que ocultar con urgencia. Salvo el crujido de la cama, que anoche parecía a punto de colapsar...
Willy me dio granola y leche de almendras al desayuno, mientras charlaba animadamente con el desconocido. Era el baterista de una banda de new metal, que había tocado en un bar de mala muerte al que mi hermano había ido a parar —luego de una discusión con el ACAB— agregué para mis adentros.
Me zampé, mi nada llenador desayuno, que luego compensaría con un hot dog al almuerzo y me despedí del agradable desconocido.
Los radiantes y escasos rayos de sol, se colaban por la ventana, haciendo que mi mente viajara a esos felices días en los que me rostizaba como un pollo a las brasas, en mi ciudad natal.
Entonces, una idea cruzó mi mente. Al fondo del armario, al acecho de las polillas, estaba mi bonito vestido con mangas. Enarqué una ceja, mientras una sonrisa me estiraba las mejillas.
Hoy me sentía diosa, poderosa, potra y Edward iba a saberlo.
Cerré con un ruidoso portazo, mi destartalado Suzi-chan, cuando no vi el flamante Volvo del muchacho ojos color miel. — Me lleva... —mascullé entre dientes.
Hoy que tanto me había esforzado en disimular mis ojeras y mi cara de zombi, no venía. Luego, recordé el implícito tratado de paz, que consistía en no molestarlo y me desanimé. El esfuerzo que habíamos puesto Willy y yo, se veía desperdiciado en atraer la atención de simples mortales... y personas de escaso nivel cognitivo...
— ¡Hola Julieta! —saludó Tyler acercándose por un costado y caminando a mi ritmo para dirigirse al edificio principal.
Me saqué los audífonos interrumpiendo la obra de arte que estaba escuchando, para prestarle atención. Esperaba que fuera algo importante y no me entretuviera con una charla trivial. No estaba de ánimos para una conversación sobre el clima o el baile.
— ¡Tyler! —su nombre me había quedado grabado en caso de tener que declarar en el caso puré Swan. Alguien más tenía que caer conmigo.
— ¿Qué tal?
— Bien, bien —hizo una pausa y fijó la vista en sus manos. Palpé los bolsillos de mi abrigo color crema, entallado, como ninguno en mi armario y busqué mi móvil. Iba a atender las notificaciones de la pantalla, cuando Tyler se dignó a hablar.
— Me preguntaba... si sabes con quién irá Bella al baile... —puse los ojos en blanco y apreté los labios en una línea recta.
— No sé y no me interesa ¿Por qué no vas tú y le preguntas directamente pedazo de caca insensible? —lo último se lo solté en español, por lo que no logró captarlo del todo. Se quedó pasmado un momento que yo aproveché para acelerar el paso y salir huyendo de allí.
Por primera vez iba a llegar puntual a una clase de trigonometría.
El muy hijo de su santa madre, me alcanzó de inmediato, porque en ese lugar y en todas partes tenían piernas más largas que las mías... No digo que sea una enana, pero... supongo que la altura promedio de un norteamericano es mayor a la de un latino... y... como dato inútil, soy más baja que una mujer latina promedio.
— Si, bueno, supongo que irá con Cullen —agregó más para sí mismo, sin embargo, su superflua frase, fue una estocada en el orgullo... y en mi estrujado corazón de mandril.
— Bueno... tú tampoco estás nada mal... ¿Quieres ir al baile conmigo?
Me giré para mirarlo fijo a los ojos e incinerarlo con la mirada. Tenía muchas ganas de cometer un crimen de odio y el estúpido no cooperaba. Luego, de instantes que se me hicieron eternos, soltó una carcajada.
— Hoy te ves bastante bonita... pareces una chica. —Entrecerré los ojos. — Vale... que tampoco se me ha olvidado que eres una chica...
— Voy a hacer como que no hemos tenido esta conversación ¿sí? —espeté con toda la paciencia que me fue posible reunir. Definitivamente el clima me tenía de muy buen humor. — De otra forma te cago a trompadas y tú no quieres eso... ¿o sí? —lo tomé del cuello de la chaqueta y acerqué mi cara a la suya, de manera amenazante, escasos segundos, porque me tenía que parar de puntitas y era bastante incómodo... y humillante.
Tyler se limitó a asentir y yo seguí mi camino hasta la clase de literatura.
No obstante, cuando estaba por llegar recordé que me correspondía trigonometría de modo que tuve que dar media vuelta y correr hasta el salón, para que el profesor Barney —un viejo dinosaurio, que vive bajo un puente, fuma mariguana y... —no me dejara puertas afuera.
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Editado: 03.07.2022