Del amanecer al ocaso (fanfic de Crepúsculo)

Esto va a terminar feo

Para mi mala suerte desperté entre jadeos, en el interior un auto, en mitad de la nada, camino no sé a dónde.

Con la mano en el pecho, ralenticé mi respiración errática y mis latidos igualmente desenfrenados.

A pesar de la oscuridad, pude distinguir la silueta de Alice a escasa distancia de mí.

Di un suspiro de alivio.

Que sí, era terrible que me persiguiera un vampiro psicópata y todo el asunto, sin embargo, tenía el apoyo de los Cullen.

Este era su auto y estaba en el asiento trasero con Alice, mientras Jasper conducía.

No era el portaequipaje de un vampiro serial.

— ¿Estás bien? —La voz de Alice tenía un efecto anestesiante.

¿Era su voz la que lograba relajarme? ¿O.... tal vez alguien estaba haciendo de las suyas con su súper poder?...

Entrecerré los ojos mirando el espejo retrovisor acusatoriamente.

— Síp. —La respuesta fue automática. Alice miró en dirección a Jasper con el ceño fruncido.

Relajada, desvié la vista a la ventana, cuando sentí mi celular vibrar.

La pantalla acusaba al remitente como "Doña Chepa".

Di un salto y me aclaré la garganta antes de contestar.

— ¿Sí doña?

— ¡¿Dónde estás que no apareces?!

¡Mierda!

Cierto que hoy me correspondía turno.

¿Cómo le explico que estoy huyendo de la parca sin entrar en detalles?

— Ehhh... Bueno... yo... este...

— El Rojas va a tomar tu turno hoy. —Hice una mueca de disgusto. Ese baboso en lugar de cambiarme otro turno me iba a cobrar el día y encima las propinas.

— No queda de otra. —Mascullé molesta.

— ¿Cómo? —Inquirió la doña al otro lado de la línea.

— Muchas gracias doña Chepa. —Corregí sonriendo como idiota.

Luego recordé que no era una videollamada y puse los ojos en blanco.

— Sí, sí, ya vamos a conversar nosotras dos...

— Nos vemos pronto. —Finalicé cortando la llamada.

<<En el infierno>>. Agregué para mis adentros.

Solté un bufido y me crucé de brazos enfurruñada.

Alice siguió con la vista al frente y Jasper concentrado en la carretera, como dos gárgolas parisinas que no se enteraban de nada.

— Espero no volver a encontrarme con ese rubio psicópata... cómo que se llama...

— ¿James? —El precioso rostro de Alice me miraba con compasión.

— Sí ese mismo. —Hablé rápido y sin pausas— Acabo de perder dos días de trabajo por su culpa. Encima doña Chepa me dijo "tenemos que hablar" ¡Imagínate me echa! ¿Qué se cree el rubio? ¿Qué cago plata?

Alice me consoló alegando que lo importante era que me mantuviera con vida y ese tipo de cosas. La miré con recelo. "Para ti es fácil decirlo. Tú te comes a los contribuyentes". Iba a replicar.

O lo hubiera hecho de haber sido el caso. Como buena vampira vegetariana los humanos no formábamos parte de su dieta.

¿Por qué no eran todos así?

Temerosa ante un eventual despido, comencé a tejer mil y un escenarios en mi cabeza, hasta que comencé a cabecear.

Dormí plácidamente en el regazo de Alice, gracias al don de Jasper, el cual logró volver mi desesperación y angustia en una apacible calma.

Me entregué a un sueño profundo, todo lo que duró el trayecto, de modo que esperaba no haber roncado —o no mucho por lo menos— ni haberle babeado la blusa.

***

En Seattle, nos alojamos en un hotel a pasos del aeropuerto.

Apenas llegamos a la estancia, me encargué de cubrir todas mis necesidades humanas.

Después de una ducha de esas que te reinician la vida, me dirigí hasta la antesala que oficiaba de salita de estar, con el objeto de pedir servicio a la habitación.

Dubitativa, caminé con paso lento, pensando en la posibilidad de que allí no contaran con el servicio, dado que se trataba de una estancia anticuada y sencilla, sin mucho que ofrecer.

En la habitación, Alice con la mirada perdida sentada sobre un raído sofá, bosquejaba un dibujo que no logré descifrar, dado que mi atención se fue directo al frigobar de la esquina.

Jasper a su lado, la miraba con preocupación.

Silenciosa me senté entre ambos, con una bebida cola en la mano, para apaciguar el nudo en mi estómago.

El rubio se incorporó apenas me senté y se dirigió hasta la puerta.

Intercambio un par de palabras con una mucama y regresó con una bandeja.

Abrí la boca con sorpresa, cuando puso comida sobre la mesita de centro frente al sofá.

— Edward nos dijo que comes más seguido que nuestra especie.

Esbocé una sonrisa y cogí con entusiasmo la pasta instantánea de la bandeja.

— ¡Gracias Jazz! —Dije antes de llevarme el primer bocado a la boca.

Se limitó a asentir y a desviar la mirada.

Con suficientes carbohidratos, para que mis neuronas hicieran sinapsis, caí en cuenta de lo confianzuda que estaba siendo.

El chico de cabello rubio y cara de que le dolía algo, estaba alejado todo lo que le permitía la habitación.

Mi presencia le incomodaba. Y yo había tenido la brillante idea de llamarlo por un apodo.

Olvidando el cuidar de mis modales, me devoré rápidamente la cena, víctima de una ansiedad que me provocaba infinitas ganas de comer. Apenas terminé, comencé a pensar en algo dulce a modo de postre.

Iba a reparar mi exceso de confianza, cuando recibí una llamada.

El tono de voz angustiado al otro lado de la línea hizo que calor abandonara mi cuerpo y un frío pesado se instalara en mi estómago.

— ¡Julieta! —Chillaba mi madre con tono desesperado. — Julieta ¡qué hago!

— ¿Nancy? —Me incorporé y comencé a dar vueltas por la habitación a la espera de los detalles. — ¿Nancy? ¡Qué pasa! —Mi voz se entrecortaba debido a la sequedad en mi garganta. Cesé de caminar en círculos y carraspeé. — ¡Nancy!

La llamada se cortó abruptamente, dejándome en la más horrible incertidumbre. Ni siquiera el súper poder de Jasper fue capaz de apaciguar la angustia que me apretaba el pecho.




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