Iraide se despertó temprano al día siguiente, como lo hacía siempre, antes de que el sol se alzara completamente. En el aire había una sensación de calma, un silencio profundo que se mezclaba con las primeras luces del amanecer. No había ruido en la calle, solo el crujir de la madera de la librería a medida que sus pies tocaban el suelo. Pero dentro de ella, todo estaba agitado. Las palabras de Asher seguían resonando en su mente, y la incertidumbre de su futuro parecía más densa que nunca.
Se preparó una taza de café, la bebida que siempre le daba un respiro, aunque no fuera suficiente para despejar los pensamientos que la atormentaban. Mientras la tomaba, se sentó frente al mostrador, observando las estanterías llenas de libros que habían sido su refugio durante tantos años. Pero ahora, la librería no solo era un refugio: también representaba un peso, una carga que temía no poder soportar. Los días de lucha para mantenerla abierta, las preocupaciones constantes sobre el futuro… todo se intensificaba con la presencia de Asher.
De repente, un sonido rompió su ensimismamiento. La puerta se abrió suavemente y, al instante, una familiar fragancia de colonia masculina y cuero llegó a sus sentidos. Iraide levantó la mirada, y ahí estaba él, de nuevo: Asher.
Él la miró por un instante, evaluando su expresión. Sabía que algo había cambiado, pero no era el momento de preguntar. En lugar de eso, dio un paso dentro de la librería, quitándose la chaqueta y colgándola sobre el respaldo de una silla cercana.
—¿Puedo hablar contigo? —dijo, sus ojos fijos en ella, pero sin presionar.
Iraide asintió con una sonrisa, aunque sabía que no podía continuar posponiendo la conversación que ya se estaba gestando en su interior. Estaba clara en una cosa: no podía seguir viviendo en este limbo, donde la duda era lo único seguro.
—Claro. Toma asiento —respondió, señalando una de las sillas cercanas al escritorio.
Asher se acomodó, y por un momento, ambos permanecieron en silencio, como si ambos estuvieran esperando que el otro hablara primero. Iraide sintió un nudo en el estómago, pero al mismo tiempo, un deseo de poner fin a esa tensión que había estado creciendo entre ellos.
—Sé que he estado evitando hablar de esto —comenzó ella, finalmente. Su voz sonaba más firme de lo que se sentía. —Pero no puedo seguir ignorando lo que está pasando entre nosotros. Ni puedo seguir dejando que esto se quede en el aire.
Asher la observó con atención, sin decir una palabra, como si la escuchara en cada sílaba, en cada pausa.
—La librería es mi vida. He puesto todo en ella, cada gramo de esfuerzo, cada sacrificio. Y ahora, con todo lo que está pasando… me siento como si estuviera perdiendo el control de todo. Pero también… —hizo una pausa, respirando hondo—. También hay algo en ti que me hace pensar que tal vez, solo tal vez, valdría la pena tomar ese riesgo.
Asher sonrió levemente, pero la sonrisa no ocultaba la intensidad en sus ojos. Había escuchado cada palabra de Iraide, y aunque sabía que ella estaba luchando contra sus propios sentimientos, también entendía la profundidad de su lucha.
—No quiero que tomes ninguna decisión que no quieras tomar, Iraide. —Dijo, su tono tranquilo, pero cargado de una sinceridad que solo él sabía transmitir—. Sé que la librería es importante, y si tu vida está aquí, no quiero ser yo quien te haga sentir que tienes que elegir. Pero también quiero que sepas que estoy dispuesto a estar aquí contigo, en cualquier circunstancia. Si decides seguir adelante con la librería y no conmigo, lo aceptaré. Si decides que hay algo más entre nosotros, también lo aceptaré.
Iraide lo miró, sorprendida por la honestidad de sus palabras. Algo en su interior se relajó al saber que no estaba siendo presionada. A lo largo de toda la conversación, Asher nunca le había exigido nada. Todo lo que había hecho era ofrecerle su apoyo incondicional.
Sin embargo, la confusión seguía allí, anclada en su pecho como una piedra pesada. No podía seguir ignorando lo que sentía por él, ni lo que su presencia significaba para ella. Pero tampoco quería tomar una decisión apresurada, ni poner en riesgo lo que había trabajado tanto por conseguir.
—No sé qué quiero, Asher. —Su voz se quebró, y por primera vez en mucho tiempo, Iraide sintió una vulnerabilidad que había estado enterrando. —Me asusta la idea de perderlo todo. Y más me asusta la idea de que mis decisiones… mis sentimientos… puedan poner en peligro lo que más quiero.
Asher la miró con ternura, y por un momento, se acercó un poco más, pero sin cruzar la distancia que los separaba. Era como si no quisiera presionarla, solo estar cerca de ella.
—No te estoy pidiendo que elijas ahora mismo. Y entiendo lo que sientes. La librería es tu vida. Pero, Iraide… —sus palabras se alzaron con un susurro, como si las compartiera solo con ella—. Tal vez el riesgo más grande no es perderlo todo. Tal vez el riesgo más grande es no intentar vivir algo más allá de lo que ya conoces. A veces, lo que más miedo da es justamente lo que necesitamos.
Iraide se quedó en silencio, sus ojos fijos en los suyos. Por un momento, el mundo a su alrededor desapareció. No había librería, ni clientes, ni preocupaciones. Solo estaban ellos dos, de pie en medio de esa librería que había sido su refugio, pero que ahora parecía estar cambiando ante sus ojos.
**¿Estaba lista para arriesgarlo todo? **
Sabía que la respuesta no podía llegar de inmediato, pero las palabras de Asher calaron hondo en su corazón. Tal vez no tenía que decidir todo de inmediato, pero tal vez, solo tal vez, había algo entre ellos que merecía ser explorado.
—No sé lo que el futuro tiene para nosotros, Asher —dijo, finalmente, con una sonrisa triste en sus labios—. Pero tal vez… tal vez sea hora de arriesgarse un poco.
Asher la miró, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y alivio. No necesitaba más respuestas en ese momento. Lo único que necesitaba era saber que había un futuro en el que ambos pudieran caminar juntos.
Editado: 01.06.2025