Mi cuarto volvía a su silencio cotidiano mientras yo me moría de los nervios. Encontrarme sola en estas cuatro paredes después de saber que Bruno estuvo justo aquí, a mi lado, me desesperaba inmensamente. Tenía miedo de que no volviera o de que tuviera que esperar otros ochos años más.
Sara había llegado hace pocos minutos de la escuela trayendo con ella una deliciosa comida de la cual aún no podía probar bocado. Estaba segura de que, si comía algo, no sería capaz de digerirlo y lo terminaría por desperdiciar en el baño.
Luego de toda la demostración de felicidad por mi parte, Bruno dijo que saldríamos hoy mismo en la noche ya que deseaba comprobar algo, y que en el día no era preferible. Después se fue recordándome que no debía salir sin él y que vendría por mí al anochecer. Pero aún faltaban unas cuantas horas para que oscureciera. Además, tenia tantas preguntas que hacerle que realmente no sabía si aguantaría hasta su regreso.
Caminando de un lado a otro fue como me pasé lo que quedaba de la tarde. Estaba aseada y lista para salir en cualquier momento…
Un golpeteo en la ventana llamó mi atención. Era Bruno que con toda calma iba entrando. Me acerqué y apenas hubo tocado tierra me abalancé sobre él. No podía creer como en menos de un día me volví tan dependiente de una persona, sólo que esta no era una persona común y corriente, pues era Bruno. Podía dejar mi torpe orgullo de lado si se trataba de él.
Puso en mis manos un bolso negro algo pesado. Lo llevé a la cama y lo abrí mientras Bruno se sentaba justo al lado. Era ropa nueva que aún tenía sus etiquetas, un par de zapatillas y un par de botines para el frío.
Hacía tiempo que no me probaba ropa nueva. A veces Sara me traía algunas cosas, pero, a decir verdad, nada tan lindo como lo que me traía Bruno.
Le agradecí y me cambié. Cuando salí del cuarto de baño, él estaba a un costado de la ventana viendo llegar a Diana. Me mantuve alejada de él hasta que escuché la puerta de entrada cerrarse y a Sara dándole la bienvenida a esa mujer.
Miré el piso recordando todas las veces que me vio como una loca, en especial cuando intentó drogarme, pero más que enfadada, me sentí decepcionada.
Escuché sus pasos acercándose hasta que pude ver sus zapatos frente a mí. Levantó mi barbilla suavemente con sus dedos e hizo que lo mirara.
No supe qué decir, con la llegada de Bruno sentí que aún quedaba algo del cariño que sentía por Diana. Un montón de sensaciones que creí olvidadas comenzaban a salir de mi interior una tras otra.
Me tomó en sus brazos y sin previo aviso saltó por la ventana como si nada. En menos de dos segundos estábamos fuera de casa, pisando el pavimento con total naturalidad. No tuve tiempo para pensar en nada, a pesar de que sentía que un recuerdo amenazaba con aparecer frente a mis ojos, mi mente fue completamente ocupada por Bruno.
Corríamos en medio de las calles desiertas con solo nuestros pasos escuchándose, la mayoría de las luces hogareñas permanecían apagadas y ni un alma caminaba fuera esa noche. Sólo éramos Bruno y yo.
Recorrimos un largo trecho antes de llegar a una clase de lugar abandonado que se extendía por toda una cuadra. Estaba mal cuidado y cerrado con mallas de metal que prohibían el paso. Tuvimos que pasar por una abertura que estaba escondida para lograr entrar. Dentro no era muy diferente a lo poco que se lograba ver de fuera. Barriles oxidados, palos tirados por aquí y por allá, y absolutamente nada de vegetación. Aquello tenía toda la pinta de ser un basurero. Y de seguro, eso era.
¿Perfecto?
No era como si me hubiera imaginado algo especial cuando dijo saldríamos, pero esto definitivamente estaba fuera de todo razonamiento. ¿Qué tenía de perfecto un basurero?
Bruno comenzó a recorrer el lugar conmigo siguiendo sus pasos. Él asentía con satisfacción de vez en cuando, pero a pesar de que realmente deseaba saber qué era lo que le veía al lugar, mantuve mi boca cerrada.