Habían pasado varios meses, y las cosas habían ido extrañamente bien. No ha vuelto a ver a la víctima de su acto atroz, y los chicos que lo acompañaban, ni siquiera la miraban. Cualquiera en su posición se sentiría un rey o una reina, pero ella jamás podría sentirse así. No se arrepentía de nada de lo que había hecho, sólo sentía lástima por a ver cedido tan rápido a sus impulsos, heredados de aquel día que la destruyó. Su cuerpo fue destruido de la peor forma, y aunque quiso soportarlo, no pudo. Estaba equivocada, de nuevo.
Creyó que sería normal, pero la sangre en las paredes y los cuerpos inerte de los secuestradores le decían que era un puto monstruo.