Camina por la calle. Sin auriculares, ni música o dinero. Sólo con la capucha cubriendo su delirante mente, y su pequeño cuerpo destruido. Las marcas la persiguen, y sus actos están apareciendo de repente frente a sus ojos. Siente la vista nublosa, y su cuerpo entumecido, así que no se mueve cuando sus rodillas ceden y se chocan contra el suelo mojado por la lluvia. Escucha unos ladridos, y alguien tirando de su sudadera ancha. Observa a un perro, de pelaje negro y ojos marrones, que está intentando llevarla con él. Le da las gracias en voz baja al animal, alejándolo de ella, pero se sorprende cuando siente unos brazos alrededor de sus rodillas y espalda. Esta vez no podía estar equivocada.
Ese perro era del chico de ojos inocentes, quien la estaba cargando bajo la lluvia infernal, creyendo que está haciendo bien en llevarla con él.