—Si fuera por mí... volvería a ser el de antes y no sólo hablaría con libertad, sino que quizás... si no hubiera cometido el error fatal que desencadenó que me convirtiera en el desperdicio que soy ahora, te podría haber conocido y te podría haber amado como te lo mereces, porque Daphne... eres mi primer amor.
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Es realmente irónico que, después de todo lo que hice, hayas aparecido ahora en mi existencia. Quizás si te hubiera conocido antes... no habría tomado la decisión que tomé.
Sus palabras me dejaron sin poder pronunciar palabra por algunos segundos. Sus sentimientos y su sinceridad eran una brisa cálida en mi interior que atravesaba mi pecho y se extendía por mi cuerpo, dándome la ilusión de que lo sentía por primera vez.
Lo besé una y otra vez, acariciando su cabello y su cuello.
—No puedo decir lo mismo respecto al primer amor y tampoco haré alguna comparación entre lo que alguna vez sentí y lo que siento ahora por ti. Pero sí te diré que yo también te quiero. Y no eres un desperdicio. No sé bajo qué concepto te tienes, pero para mí eres como un sol. Quiero quedarme contigo, sin importar qué fue lo que te hizo cambiar. Para mí sólo existes en este momento y te quiero, te quiero, te quiero. Eres digno de ser querido, y quiero que lo entiendas.
—No sé hasta qué punto pueda compartir lo que dices, pero me sorprende que en este momento pueda ser tan feliz. Tus palabras me hacen feliz... así que... ¿me quieres?
—Sí, te quiero...
Vante deslizó su mejilla caliente contra la mía, entre suspiros.
—Yo también te quiero... te quiero tanto...
—Pero hay algo que no me queda claro. ¿A qué decisión te refieres que te hizo dejar de ser el mismo de antes? —Él se apartó de mí unos centímetros, mirándome con un semblante grave.
—La decisión de acabar con lo que era y que me convirtió en lo que soy.
—¿Y qué es lo que eres ahora?
—Eso es lo que no puedo decir.
—¿Acaso eres parte de la mafia? ¿Te salvó un mafioso de estar a punto de morir y ahora le debes el favor? ¿Matas gente? —Vante rio, incómodo.
—No es exactamente así. No soy parte de ninguna mafia y tampoco estuve a punto de morir. Aunque tu versión es mucho mejor que lo que realmente pasó.
—No pareces estar muy dispuesto a explicar lo que realmente pasó.
—Lo siento... eso es lo que estoy obligado a no decir.
—Al menos ¿puedo preguntarte una cosa más?
—Daphne, tú tienes el derecho de preguntarme todo lo que desees y yo trataré de responderte siempre con la verdad excepto en lo que se refiera a los asuntos en los que debo callar. —Vante se aproximó a mí y con su mejilla acarició la mía. Sus labios tibios pasearon por mi pómulo y por mi oreja, depositando pequeños besos.
—¿Taehyung...? ¿Ése es tu nombre? —Pude sentir a Vante estremecerse al oírme.
—Ése fue mi nombre.
—¿Y no puedo llamarte así?
Él se tardó largo rato antes de responderme, prolongando los segundos con besos en mi rostro y en mi cuello.
—Estoy en un gran dilema —Dijo al fin—. Si tú me llamas así... podría creer que aún tengo una posibilidad de redimirme y lo cierto es que no la tengo. Pero me pregunto si es mejor tener la esperanza, aunque no sea sino ficticia, o no tenerla y vivir para siempre condenado a mi desesperación. —No pude contenerme al ver su semblante abatido así que puse su rostro entre mis manos y lo besé en los labios largamente.
—No podemos saber con certeza si las esperanzas que albergamos se realizarán o no, pero la esperanza, al final, es lo que mueve la vida. A veces nos encontramos con que aquello con lo que soñamos en realidad no era sino una puerta falsa, pero la misma esperanza fue la que nos dio al menos la ilusión de felicidad. ¿Y qué si es una ilusión? ¿Acaso por eso es menos real que la felicidad verdadera? Ambas son perecederas, y aunque el recuerdo las discierne, mientras se cree no hay nada que hiera.
Vante tras oírme volvió a besarme, embriagando mis sentidos. Mis manos buscaron su rostro y lo acariciaron con frenesí. No quería que se apartara de mí nunca más. Pero él se alejó unos milímetros de mis labios y suspirando, pronunció quedamente:
—Entonces déjame creer. Di mi nombre.
—Taehyung.
—Dilo otra vez...
—Tae... hyung. Taehyung... Taehyung. —Y me volvió a besar.
Sus labios se deslizaban sobre los míos con ansia. Pronto sus movimientos se hicieron más vehementes y nuestras lenguas se encontraron. Sumergí las manos en sus cabellos, acariciándolos mientras que él profundizaba el beso.
—Daphne... —Dijo en un jadeo— Te necesito tanto...
Volví a besarlo y él en un movimiento imprevisto me cogió de la cintura y me sentó en la encimera. Sus manos me transmitían el calor de su tacto haciendo arder mi piel bajo mi ropa mientras que recorrían con desesperante lentitud mis brazos, mis hombros y mi espalda, deteniéndose finalmente en mi cintura. Yo acerqué más su cuerpo al mío, echando los brazos a su cuello y estrechándolo contra mí. La necesidad de tenerlo cada vez más cerca y de fundirme en él era angustiante. Entonces sentí sus dedos explorando bajo el borde de mi camiseta, alzándolo lentamente para encontrarse con mi piel. El tacto nos erizó a ambos. Movía sus yemas por mi vientre y por mi espalda, apenas rozándome, con tanta delicadeza que enviaba estremecimientos a todas mis terminaciones nerviosas. Los dedos de mis pies se rizaron, y mi corazón se debatía entre entregarse a la serenidad que me proporcionaba el calor de su cuerpo o desbocarse sin tregua.