Treinta.

Desperté repentinamente y miré hacia la ventana. La luna llena se filtraba a través de los cristales desde un cielo inusualmente despejado y las sombras se agitaban en los rincones como espejismos. Había una barra de incienso encendida en la oscuridad. A juzgar por la ubicación del punto de luz naranja que indicaba donde ésta se consumía, parecía ser que había sido encendida recientemente. El olor era agradable. 

Ya llevaba dos días enferma. El pecho me pesaba y lo sentía como si estuviera lleno de ramas que me impedían respirar, así que mientras me incorporaba, tosí un poco. A pesar de que en un comienzo el resfriado no parecía ser de mayor importancia, el día anterior se había agravado un poco más, por lo que realmente me costaba respirar con la congestión y además había tenido fiebre. Mi hermana, viendo la situación, se ofreció entonces a llevarme al médico por la mañana.

Miré hacia el costado de mi cama. Taehyung no estaba allí. Se había quedado conmigo los pasados dos días con sus noches cuidando solícitamente de mí, dispuesto a no dejarme sola, excepto cuando yo iba al baño. Incluso apenas si probaba bocado, a pesar de que él mismo me preparaba la comida. Varias veces lo reconvine para que dejara de descuidarse así, ya que en ese par de días —y lo atribuía al hecho de que no comía—, se veía alarmantemente demacrado y ojeroso. Él me escuchaba atentamente para luego sonreírme y quedarse en silencio, sentado, mirándome, con las manos cruzadas sobre su regazo. Y yo no podía evitar sino quedarme observándolo desde la cama, hipnotizada por su belleza abrumadora, que, incluso en ese estado parecido al de un estudiante en exámenes finales resultaba irresistible. Por eso me sorprendió que no se encontrara junto a mí. Supuse que habría ido al baño, pero los minutos pasaban y seguía sin aparecer. ¿Estaría bien?

Decidí salir de la cama para ir a buscarlo. Al ponerme de pie sentí como si me hubiese subido a un bote. Ignorando esa sensación, me puse la bata y las pantuflas y bajé las escaleras. No había rastro de Taehyung ni en la sala de estar ni en la cocina. Desorientada, miré por la ventana hacia el jardín trasero, pero tampoco se encontraba allí. El columpio del patio se mecía suavemente por la brisa nocturna, difuminado por la bruma. ¿Dónde demonios estaría? Quizás habría ido a su casa a buscar ropa o algo así. Este pensamiento, si bien parecía lógico, no terminaba de convencerme, pero me resigné y volví a subir las escaleras para regresar a mi cama, bastante decepcionada de no tenerlo a mi lado. 

Mientras llegaba a los últimos escalones, sentí ruidos extraños así que, asustada, me paré a escuchar para saber de qué se trataba. Eran algo así como jadeos desesperados, parecidos a sollozos, y provenían desde el fondo del pasillo. 

Nunca había sido realmente temeraria, pero esto estaba sucediendo en mi propia casa y no podía simplemente ignorarlo, así que me encaminé hacia allí con suma lentitud, procurando no hacer ruido. De pronto una idea asaltó mi mente. ¿Estaría Taehyung llorando en alguna de las habitaciones? Estos dos días, desde que me había contado de su pasado, había estado más silencioso que de costumbre. Quizás se había sentido mal todo este tiempo y no había querido preocuparme al ver que estaba enferma. Mi estómago se retorció. No soportaba la idea de Tae sufriendo, necesitaba encontrarlo y abrazarlo, decirle que todo estaba bien aun si no era así, así que apresuré mis pasos. Sin embargo, en cuanto hube avanzado un poco más, me percaté de que los sonidos que había escuchado provenían de la habitación de mi hermana y pronto pude escucharlos con más claridad. Y casi como un golpe en el rostro me di cuenta de que no se trataba de sollozos, sino de gemidos. 

Me detuve a pocos pasos de la puerta desde cuya habitación provenían tales ruidos. Entonces una certeza horrible se apoderó de mí. 

Me negué a escucharla. No podía ser. Mas no podía controlar el frío que había nacido en mi pecho y que provocaba escalofríos a lo largo de mis miembros. 

No, Taehyung jamás sería capaz de hacerme algo así. ¿Por qué dudaba? Él me había dicho que era su primer amor. No tenía sentido que hiciera algo así. Intenté relajarme y descartar esa tonta idea. ¿Desde cuándo había comenzado a ser tan paranoica? "Probablemente desde que me enamoré" me respondí, intentando sin éxito bromear conmigo misma. El agarrotamiento de mis músculos seguía presente, pero de igual manera intenté acercarme con más aplomo. A pesar de racionalmente no dudar de Taehyung, una parte de mí me incitaba a acechar para comprobar que lo que mi mente me repetía furiosamente era cierto. Quizás, después de todo, mi hermana estaba viendo porno o algo similar. Pero seguía sin convencerme. Así que, intentando reprimir el temblor de mis manos, di un paso más hasta tocar el marco.

La puerta de la habitación de mi hermana no estaba cerrada y a través del resquicio se colaba una luz dorada muy tenue, probablemente de su lamparilla de noche. De pronto escuché el gemido ronco de una inconfundible voz masculina, y a pesar de que la certidumbre caía sobre mí, lapidaria, rogué que me hubiera equivocado. Entonces me armé de valor y asomé cuidadosamente mi rostro por la estrecha abertura. 

Pensé que, de ver lo que vi, el pecho se me rompería en mil pedazos, pero el único pensamiento que cruzó mi cabeza en cuanto vi el cuerpo desnudo de Taehyung moviéndose sobre el de mi hermana fue que la luz dorada caía sobre ellos como lluvia y que jamás había visto que dos personas lucieran tan hermosas haciendo el amor.

Las lágrimas calientes salieron a borbotones de mis ojos sin permitirme ver nada más, casi como una cortina de pudor. Me faltaba el aire y las rodillas me fallaban. Todo a mi alrededor giraba, pero, aun así, y sin saber cómo, logré arreglármelas para darme la vuelta y encaminarme a mi habitación sin que me oyeran.