Cuarenta y ocho.

—Jimin ¿dónde estás?    
—Estoy en mi casa...       
—Jimin, lo siento tanto... siento tanto lo que pasó con Yoongi...  
—Créeme que yo lo siento más. Si no hubiera hecho lo que hice no habría cagado todo lo que teníamos. De verdad lo amo, Daphne. Pero incluso aunque me perdonara...    
—¿No volverías con él?    
—Él también me hizo daño, Daphne. Me golpeó.      
—Es verdad —Jimin suspiró al otro lado de la línea.
—¿Sabes qué es lo peor de todo? Que le dije que iba a estar siempre para él y apenas me siento un poco abandonado voy y me meto con otro tipo. Soy un asco de persona.
—No te juzgues tanto, Jimin. Es verdad que no debiste engañarlo, pero también te comprendo. Yoongi puede ser muy distante cuando tiene sus razones. 
—¿Y qué razones tenía?  
—Dentro de todo, él quería mantenerte alejado de sus problemas para que no te afectaran. Pero tampoco fue la mejor forma de lidiar con la situación. Finalmente... Nadie sabe qué hacer en el amor y por lo general las cosas salen mal cuando intentamos hacer lo mejor posible.         
—Fui egoísta, Daphne. Al menos él tenía una razón para apartarme de él. Yo lo único que quería era sentir que alguien me amaba.        
—Tal vez deberían hablar.         
—Sí... si él quisiera... pero dudo que quiera verme después de lo que pasó.     
—¿Quieres tú hablar con él?     
—...sí.
—Entonces me encargaré de que eso suceda. Descansa, Jimin, hazte un té y trata de dormir.       
—Está bien. Gracias por llamar, Daphne. Cuídate mucho.

Corté la llamada y, tambaleándome, me dejé caer sobre una de las sillas de la cocina. Me llevé las manos a la cabeza, enterrando los dedos en mi cabello. El amor era demasiado complicado para nosotros los humanos. No éramos capaces de manejarlo. ¿Cómo se supone que se ama a alguien sin hacerle daño? Estaba a punto de llorar. No podía creer que mis amigos hubieran terminado su hermosa relación. 

—Debiste habérmelo dicho.      
—¿Yoongi? —Yoongi emergió desde la oscuridad del pasillo que llevaba a su habitación y se apoyó en el marco de la pared.  
—Debiste haberme dicho que ibas a hablar con él.  
—Estabas durmiendo. No quería molestarte. 
—¿Segura que era sólo eso? No me mientas tú también, Daphne.
—Tampoco quería que te lo tomaras a mal. Jimin también es mi amigo y quería saber cómo estaba. Pero de verdad quería que descansaras y te olvidaras del asunto por un rato.

Yoongi se acercó a mí y me besó el cabello. Entonces tendí los brazos hacia su cintura y apoyé la cabeza en su esternón. Nos quedamos así un rato, en silencio. Luego le dije que nos fuéramos a la cama. Las noches seguían siendo heladas.

Yoongi se llevó consigo la botella de vino al encaminarnos a la habitación. Al llegar nos cubrimos las piernas con las mantas y nos quedamos sentados como muñecos de trapo, apoyados contra el respaldo de la cama mientras bebíamos el licor que quedaba, que era bastante, por lo demás.

—Cuando supe lo que Jimin había hecho... no me imaginé que hubiese sido capaz de hacerlo más de una vez. Qué puto asco... —Mi amigo se llevó la botella a los labios y bebió un largo trago— ¿Te imaginas estar con alguien que ha chupado los genitales de otras personas y que luego te restriegue la boca por los labios? Es simplemente asqueroso. —Recordé a Taehyung.      
—Sí sé lo que se siente. Te-Haneul hacía eso. 
—¿Qué? —Yoongi me miró sorprendido, lleno de furia. Esta vez era mi turno de dar un trago fervoroso.    
—Sí, él se acostaba con otras mujeres. Pero me dijo que se trataba de una necesidad que no podía evitar... algo así. Me dijo que era parte de su naturaleza. Luego supe qué era lo que tenía e inferí que lo hacía para sentirse vivo. 
—¿Qué tenía?       
—Síndrome de Cotard. Básicamente se trata de que estás muerto para ti mismo. Existes habiendo muerto. Él creía eso.       
—Estaba jodidamente chiflado, el imbécil.    
—No le digas así... 
—Te hizo daño. Si lo viera le daría una buena paliza. ¿Cómo pudiste tolerar eso, Daphne?
—Tienes que controlar esa veta violenta, Yoongi. Pues... lo amaba demasiado y no veía que pudiera exigirle nada. Al fin y al cabo, su cuerpo no era mío. Y nunca nos prometimos fidelidad. Pero nuestra relación fue tan efímera como cuando soplas un diente de león, así que realmente nunca tuvimos bases en las que asentar nuestros sentimientos. Lo tuyo con Jimin es diferente...     
—Por eso es que no puedo dejarlo pasar. Nosotros teníamos un compromiso. 
—Lo entiendo. Pero igualmente deben hablar y tú debes disculparte por lo que hiciste. Sospecho que unas disculpas no serán suficientes. Es horrible, Yoongi. Llegar a golpearle...       
—Lo sé... de verdad me tortura pensarlo... Yo no soy así, enana, pero en ese momento me sentí como... como si otra parte de mí se apoderara de mi cuerpo. Ni siquiera era rabia, era dolor, sólo dolor el que me hizo actuar así. 

Tendí mi brazo sobre sus hombros y él apoyó la cabeza en el hueco entre mi cuello y mis clavículas.         
—¿Tú nunca has hecho algo así? —Preguntó.
—No, y si lo hubiera hecho habrías sido el primero en saberlo.    

 Yoongi se incorporó. 

—Estoy mareado —rio— debe ser por el vino. 
—Yo también lo estoy...   
—Tu cara está roja —sonrió él.  
—¿Cómo lo sabes? ¡Está oscuro!         
—Puedo saberlo. Te conozco.     
—Bah. Dame más de esa botella.

Seguimos bebiendo un rato hasta que ya no podíamos parar de reírnos. 
—Estás ebria —Reía Yoongi.     
—Tú más —Grité yo. Entonces nos caímos acostados de la risa. Yoongi comenzó a acariciar mi cabello y mi mejilla, y con su índice delineó mi nariz. No supe qué cambió en mí, pero sus caricias se sentían distintas a las de un mejor amigo. Y tampoco me disgustaba. Cerré los ojos. Entonces sentí a Yoongi aproximarse suavemente a mí. Su rostro quedó a unos escasos dos centímetros del mío, nuestras narices casi rozándose y su aliento cálido con el fuerte olor a alcohol dándome en la piel. No quería pensar en qué estaba pasando. Apreté mis ojos preguntándome por qué de pronto me sentía tan bien en su cercanía, por qué quería más de sus caricias, por qué sus manos se sentían tan bien en medio de esa oscuridad.