Delirios [ Taehyung-Bts ]

Sesenta y cuatro.

¿Qué habría querido Jimin? Me pregunté. Sin duda habría preferido que Taehyung lo supiera. Pero el Taehyung que yo conocía no era aquel con el que Jimin había entablado una amistad. Y ahora, ahora que había visto su nueva identidad, recién podía dimensionar qué significaba esto: La persona que yo creía que era Taehyung no era más que el espejismo de un pasado que, si bien estaba alejado del presente tan solo por unos meses, se había vuelto abruptamente distante debido a una drástica fractura que parecía coincidir con su supuesta muerte. Taehyung realmente era un desconocido. Se las había arreglado para permanecer siéndolo todo este tiempo, consistiendo su cercanía en su sola presencia, asegurando de esta manera férreamente sus secretos. La intimidad que compartíamos sólo se debía a los fragmentos de su pasado que me habían sido revelados. Eso y por supuesto los recuerdos de nuestros encuentros cuya inusitada intensidad se había adherido a mi memoria, desatando los desbordantes sentimientos que albergaba por él. Sin embargo, pese a aquella intensidad que doblegaba a mi alma sin admitir rebeldía, sabía que nada de eso era suficiente para tener seguridad sobre él. Era realmente absurdo darme cuenta de ello ahora, cuando ni siquiera tenía certeza sobre su paradero. Era realmente absurdo, porque incluso él mismo me lo había advertido en incontables ocasiones: "no soy el mismo que alguna vez fui". La realización de aquello me golpeó con tanta fuerza en ese momento que perdí el aliento. Me sentí como una absoluta estúpida. En realidad lo había estado siendo todo este tiempo. 

A veces sabemos racionalmente lo que acontece a nuestro alrededor, sin embargo, no lo dimensionamos ni lo integramos. Es como si simplemente repitiéramos la lección de una clase con el fin de aprobar un examen y sin ninguna intención de recordarla después. Por mera supervivencia. Era como estar dormida. Quizás en eso consistía vivir en todo el significado del concepto. Estar completamente consciente de cada momento, cada palabra, cada carga semántica y sensitiva. Algo que claramente yo no hacía. Y posiblemente a eso se debía que las cosas hubiesen sido tan explosivas junto a Taehyung. Según lo que podía inferir con base a los diálogos que mantuvimos, en los que me refirió la situación de náufrago en la que se hallaba, ambos nos encontrábamos en una realidad que nos consumía día a día sin un porvenir definido. Sin embargo eso dejó de importar en el momento en que hicimos acto de presencia en la vida del otro. Cada vez que sentía su respiración junto a mí, cuando observaba con absoluto deleite el garbo de sus gestos, la natural elegancia con la que se conducía, la sinceridad que destilaba su voz o la transparencia de sus ojos, encontraba la certeza de que podía entregarme a su existencia por completo, de que podía sumergirme y perder mis límites en él. El vínculo que nos unía era lo único que nos había hecho ver cómo trascendía la precaria existencia individual al amplificarse en el otro. Y sin duda, nuestra inexplicable afinidad nos había arrastrado inevitablemente al otro, dando las condiciones para que aquello se desarrollara únicamente entre los dos. 

 Sabía por toda la charla psiquiátrica aprendida a lo largo de estos años que eso consistía en una enmarañada y compleja dependencia que no podía sino guiarme a mi ruina, sin embargo... poco me importaba cuando estar con él era lo único que había despertado mis sentidos con tanta profundidad.  Y era por eso que lo seguía buscando, por eso es que continuaba acunando mis sentimientos por él en mi interior. Sí. Los sentimientos pueden ser peligrosos cuando no hay voluntad para ponerles un alto. A veces calan tan hondo que no sólo te estremecen, sino que te conducen vertiginosamente a tu destrucción. Te aferras a ellos pese a que en ocasiones resultan ser afilados y sólo se entierran en ti, causando un inimaginable sufrimiento que únicamente soportas no porque sea lo único que te haga sentir viva, sino porque tiene un propósito que incluso puede ir más allá de ti mismo. 

Su existencia era lo que me había dado la perspectiva de lo que era amar, y si bien podía vivir sin aquello gozando de perfecta salud, sin perder el sueño ni el orden que necesitamos para funcionar como seres humanos que somos, después de haberlo experimentado no podía prescindir de aquello. Habría sido igual que si despertaras un día habiendo perdido la visión. 

Por eso no podía despojarme de él. El dolor era circunstancial, no deliberado. Y sabía, por mucho que me asaltaran superficialmente las dudas, en el fondo sabía que yo soy para él tan importante como él lo es para mí. 

Al razonar todo esto lo supe. No importaba si él resultaba ser la identidad detrás de todos aquellos asesinatos. No era yo quien podía ni debía juzgarlo. Y sin duda de ser así, el dolor que sobrevendría al confirmarlo sería intolerable, pero eso no haría flaquear lo que sentía por él. Podía alejarme de él en consecuencia, podía decidir permanecer fuera de su vida (con el consecuente vacío que eso traería), pero mis sentimientos estarían intactos. Por eso rogaba que no fuera verdad.

El problema con los asesinos es que sabemos que hay una distancia abismal e insalvable con ellos a raíz de su decisión de desligarse irreversiblemente de la especie humana, y a partir de ello nace el temor y la incomprensión, y en ocasiones la fascinación. Matar es aquello: no reconocer valor alguno en la vida de un otro y acabar con ella como cuando aplastas la colilla de un cigarrillo. Es despojar al otro de las dimensiones que lo hacen tan válido como tú, degradándolo y reduciéndolo. Y una vez que haces eso, a menudo la sensibilidad que te permite conectar con los demás se mutila, impidiéndote regresar junto al resto. El amar a un asesino implica saber que tu existencia vale para él tanto como la de cualquiera de sus víctimas. Y quizás la realización de aquello sería lo único que me alejaría de él. 



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En el texto hay: vampiros, amor drama, bts taehyung

Editado: 20.09.2021

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