Al día siguiente fui al consejo en el cual se encontraban Leah y Brook. La silueta que vi ayer por la noche me dejaba dudas sobre si debía contarle a Brook sobre esto o no. Tal vez estaba muy estresada por todo lo que había pasado, o tal vez eso es algo normal que suele pasar en los ángeles.
—Cassia tienes que ir a tu primer entrenamiento. —habló Brook.
—¿A qué te refieres?
—Eres un ángel. Tienes que aprender a luchar contra los demonios de Chris. Ese es tu trabajo. Nadie nace sabiendo, todos los ángeles tuvimos que ir a La Drown para aprender a pelear.
¿La Drown? ¿Aprender a pelear? Dios, ¿en qué momento me metí en esto?
Finalmente acepté mi realidad y deje que Brook me llevara a aquel lugar de nombre raro. Fue un largo camino recorriendo gran parte de Dines. Después, llegamos a lo que parecía ser una gran, gran bodega y de mal aspecto. El lugar se encontraba en los extremos de Dines y tenía en la parte superior letras muy grandes que formaban la palabra «Drown»
—Yo por desgracia, no puedo entrar, pero estarás bien. No eres el único ángel de cristal que está aquí. —dijo Brook.
—¿Ángel de qué?
—Suerte. —dijo luego de besar mi frente y marcharse.
Solté un gran suspiro mientras miraba la puerta principal de «La Drown» y con algo de miedo entré. Al entrar pude ver que habían muchas personas esperando por algo mientras formaban una hilera. Ni siquiera podía saber si eran ángeles ya que ninguno tenía alas, aunque después de todo yo tampoco tenía las mías. Me coloqué a lado de una chica de cabello pelirrojo, y después de unos minutos, un hombre entró al lugar.
—Bien, damas y caballeros, sean bienvenidos a La Drown. Aquí aprenderán a luchar contra esas cosas llamadas demonios. Antes de iniciar quisiera saber si hay algún ángel de cristal aquí. ¿Lo hay? —dijo el hombre.
Era justo lo que Brook había dicho. Que yo no sería el único ángel de cristal aquí. Entonces yo era un ángel de cristal, aunque a decir verdad no sabía lo que eso significaba.
—Repito, ¿hay algún ángel de cristal aquí? —volvió a preguntar. Ésta vez yo iba a alzar la mano, sin embargo, la chica de cabello pelirrojo lo impidió.
—No lo hagas. No les digas que eres un ángel de cristal. —dijo ella.
Estaba apunto de preguntar por qué, pero entonces un chico de aspecto tímido alzó la mano. Entonces aquel hombre, encajó su espada justo en el corazón del chico haciendo que éste cayera al suelo totalmente inconsciente . Ahora sé porque no debería decir que yo era un ángel de cristal. Esa chica me ha salvado la vida.