Mientras Molly entrenaba con Allan, yo me dirigí a los baños. Si aparecí ahí después de mi raro sueño debe ser por una razón.
Esperé unos cuantos segundos a que aquella sombra volviera a aparecer. Estaba dispuesta a saber quien era y qué era lo que quería de mí. Sin embargo, la sombra no aparecía. Comenzaba a preguntarme si debería de hacer alguna especie de ritual de invocación para que se mostrara.
—Ni siquiera sé si eres Frederick o no, pero necesito que te aparezcas. Me refiero a ti, chico de mis sueños que se la pasa siguiendome. —dije al aire. Seguía sin ocurrir nada, pero necesitaba sacarme de dudas, así que no iría hasta saber quien era.
Me miré al espejo, vi lo estúpida que me veía tratando de invocar algo que tal vez ni siquiera exista.
—Frederick. —dije frente al espejo, resignandome a que tal vez me estaba volviendo loca. Sin embargo, algo me sacó de mis pensamientos. Pude escuchar el ruido de unos cristales caer al suelo y entonces supe que tal vez mi mente no estaba tan dañada. Había una sombra en la pared de los baños y podía sentir como mi sangre se helaba. La sombra se acercó hasta dejar de ser una sombra y convertirse en aquel chico de cabello rubio y ojos azules. Lo acepto, tenía miedo. Retrocedí al ver que él seguía acercándose a mí, sin embargo, el camino se terminó y topé con la pared cuando él aún se acercaba.
—¿Quién eres? —pregunté y pude notar que mi voz estaba algo temblorosa. Él me dedicó una sonrisa torcida, que siendo sincera me causaba más miedo aún.
—¿En serio?—rió. Su voz tenía un cierto tono tenebroso—¿Tienes al demonio más temible y antiguo frente a ti y lo único que se te ocurre preguntar es quién soy?
—Responde. —dije sin mirarlo a los ojos. Él sólo soltó un suspiro.
—Soy Frederick Kerhoff. El primer demonio en pisar Dines. ¿Tienes idea de todo el tiempo que estuve dormido? Ugh, creo que necesito patear el trasero de algunos ángeles y beber un poco de sangre —cuando dijo eso, lo miré con miedo y él se dio cuenta de mi mirada—. Humana. Sangre humana. La sangre de ángel sabe terrible. —dijo haciendo una mueca de asco.
—¿Por qué me has estado siguiendo? —él puso los ojos en blanco.
—Niña, tú en serio que haces preguntas estúpidas. No te sientas especial si te he estado siguiendo. Te sigo porque eres un ángel de cristal y esa es mi manera de avisarles que su muerte está cerca. En todo Dines hay solamente diez ángeles de cristal, incluyendote, de los cuales ya he asesinado a... —comenzó a contar con sus dedos— ocho.
Maldición. Sólo quedamos dos ángeles de cristal en todo Dines, lo que significa que prácticamente pronto Frederick acabaría conmigo.